Bellinghausen lanza El telar de los gallos,
recopilación de sus artículos en La Jornada
''Escribo cuento lo mismo por gusto que por necesidad''
Le llega por sorpresa al autor el Premio Anna Seghers,
que se otorga en Alemania
CESAR GÜEMES
Médico,
poeta y periodista, un singular día de febrero de 1994, en Tuxtla
Gutiérrez, Chiapas, perdió su máquina de escribir.
Desde entonces y hasta hace muy poco sus textos de orden personal o profesional
fueron redactados a mano, a la velocidad de los acontecimientos. De un
tiempo a esta parte el espacio con que semanalmente cuenta los lunes Hermann
Bellinghausen en La Jornada, que antes ocupaban textos sobre política
o temas de cultura, se convirtió en el lugar de su literatura. Poco
a poco, de siete días en siete días, tuvo que aceptar que
la libertad de la literatura también le pertenecía. Y la
confirmación de su idea llegó por una vía inesperada
al obtener el Premio Anna Seghers, conferido en Alemania, galardón
cuyo proceso ocurre sin que los participantes sepan que participan, propiamente
un reconocimiento. El resultado de muchas de esas semanas reunidas es el
libro El telar de los gallos, publicado por Plaza & Janés,
que acaba de entrar en circulación.
-¿Aceptas que hay cierta intención autobiográfica
en este tipo de escritura, aunque no aparezcas como personaje?
-No sé si comparto del todo la idea de que sean
textos autobiográficos, aunque sé que tienen mis percepciones.
En principio quise que fueran relatos fantásticos. De hecho al realizar
la selección para el libro dejé fuera las crónicas
o los textos que se relacionaran directamente con un hecho real. Son textos
que aparecen como si me los dictaran. La historia marcha por sí
sola y en ocasiones me sorprendo de los finales, porque conscientemente
no iba a ningún lado. Quién sabe si eso sea un problema de
estilo o se pueda considerar que son escritos como caminatas.
"Antes no escribía este tipo de trabajos. Para
empezar, ni siquiera me imaginaba propiamente como narrador. El espacio
que empleaba para crónicas, reseñas o para hablar de asuntos
culturales en general de pronto se convirtió en el terreno del cuento.
Ahora lo veo como un descanso al otro lado de los hechos reales, aunque
los refleje".
-Aunque no pensaras reunirlos, seguramente se te generó
una disciplina para la ficción.
-Sólo cambió de signo. La disciplina para
publicar los lunes finalmente viene de hace 15 años, porque lo mismo
escribí sobre política o cultura. No sé qué
me llevó al cuento, pero la costumbre de escribir por fortuna ya
la tenía. Es un gusto que me doy, digamos. Hacer este trabajo me
implica momentos de enorme libertad. Lo vivo más como un placer
que como una obligación, donde esté, en la ciudad de México,
en Chiapas, o en cualquier otro sitio. El caso es que siempre aparece.
En ocasiones tengo más de un cuento a la semana; hay algunos que
prefiero no dar a conocer. Son una especie de bitácora, sencillamente
caen los temas.
-¿Tomas apuntes durante la semana?
-A veces. Hay un momento en que las condiciones de escritura
se dan y puede ser en cualquier día de la semana. Lo único
que se diferencia del resto de mi trabajo es que escribo cuento en un horario
distinto del periodismo. A esto dedico las mañanas, a mis trabajos
personales, de orden literario. El periodismo, al que me dedico en la tarde
y noche, es distinto en el ritmo. No estoy muy consciente de cómo
se leen y me he preguntado si no confunden, sobre todo porque este tipo
de trabajos no abundan en un diario. El caso es que todas esas dudas no
me han detenido.
-Independientemente de la forma en que escribes estos
relatos, el jurado del Premio Anna Seghers recayó en ellos. ¿Cómo
te sientes al verte reconocido como escritor de ficción?
-El premio mismo fue raro: se lo dieron no al libro, porque
aún no existía, sino a lo que publicaba aquí en La
Jornada. Además es un galardón que nadie puede pedir
por uno, no hay inscripción. Los organizadores sencillamente tienen
a su equipo que busca a los posibles participantes y sólo te avisan
cuando eres finalista y eventualmente que lo ganaste. Tiene implicaciones
curiosas, porque Seghers es una escritora incómoda para Alemania.
Así que el reconocimiento viene desde la Alemania comunista y ahora
tiene un carácter nacional gracias a la fundación Anna Seghers,
presidida por sus hijos, que tienen todavía la vocación del
internacionalismo. El premio, entonces, fue como una aventura más.
Y eso me dio la idea de que podía ser un libro. El volumen que ahora
vemos de hecho nace de una selección.
-Ya que te ves en un libro como escritor, ¿te planteas
hacer novela con los mismos elementos de que has dispuesto para estos trabajos?
-Sí, pero soy consciente de que no tengo el tiempo
necesario para dedicarme a ella. Me gustaría, tengo al menos una
historia que podría contarse en forma de novela. Lo que me ocurre
es que me siento muy pleno en el espacio corto. Incluso me he vuelto más
que nunca lector de textos breves junto con la poesía. En todo caso
enfoco esa energía al guión de un largometraje que me implica
por cierto mucho trabajo y que de algún modo se parece a una novela.
Autor de libros como La hora y el resto, Ojos de Omán
y otros poemas, De una vez y Crónica de multitudes, concluye,
luego de encender el último Alitas de la tarde: ''Después
de todo uno escribe por gusto o por necesidad, y hoy me siento satisfecho
al saber que soy capaz de escribir cuento, lo mismo por gusto que por necesidad''.