Ilán Semo
White y Rorty
Diez treinta de la mañana. Salimos de Santa Cruz hacia Stanford por una carretera que bordea varios bosques. De vez en cuando se ve el mar. Hayden White maneja y conversa. Es un conversador irresistible. Sólo que va a 120 kilómetros por hora y voltea a verme constantemente. No sé si mejor callarme, aunque resulta imposible. Tiene más de 70 años, y la energía y la curiosidad de alguien de 20. Hablamos de Richard Rorty, que nos espera en su clase. White acude de vez en cuando a las clases de su amigo. Rorty aparece también en las de White. ƑQué es la amistad sino la única manera entrañable de pensar en alto?
El bosque, a ambos lados de la carretera, tiene algo de festivo y de artificial. Ha sido podado, recortado, limpiado, replantado, "embellecido". La sensación es, más que de una escena, de una escenografía: sólo ahora comprendo la burla de Jack Kerouac cuando llama "la sonrisa automática de los árboles" a lo que Carl Sandburg describió como un "teatro de la felicidad". Sin embargo, el océano resulta imbatible. El jardín como utopía. White prefiere la noción de esperanza, que divide en dos: la esperanza posible y la esperanza abstracta. Piensa que ya transcurrió demasiado tiempo desde la caída de los grandes relatos utópicos. Tal vez. Pero son tiempos mezquinos. Cuando el único dilema viable parece ser el que separa a quienes ponen a trabajar el sistema para sí y quienes simplemente trabajan en él, el futuro naufraga en el presente.
La arquitectura de la Universidad de Stanford es otro exorcismo. Algo kitsch o bastante kitsch. Bajo palmeras californianas, se despliega una mezcla del estilo imperial romano, las moles de la guerra fría y experimentos posmodernos. La impresión es más de acumulación arbitraria que de continuidad: la acumulación de riqueza y de estilos que han estado en boga alguna vez. La ostentación y la sobreposición. La risa automática de las piedras y el cristal.
La librería es irrefutable e inabarcable. Los títulos de los anaqueles proponen un cierto ordenamiento del mundo: Roma, Grecia, Africa, Europa, Islam, Asia... estudios afroamericanos, estudios chicanos... La geopolítica y la etnicidad dominan este ordenamiento. White observa que incluso las portadas siguen este orden (en vez de identificar a casas editoriales): en el anaquel sobre historia de Europa las portadas son solemnes y de tonos apagados; en el de estudios africanos y chicanos rebosan de colores. La portada es también una geografía de los estereotipos.
Unos alumnos retienen a Hayden. Casi un centenar de estudiantes esperan a Rorty. La mayoría tienen que sentarse en el piso. Me dicen que es una multitud en Stanford. La relatividad de este hecho no es necesariamente obvia. En una época dominada por el best seller y el delirio de los autores mediáticos, el filósofo, al igual que el poeta, atrae a tan pocos universitarios como a cualquier público en general. La filosofía se ha vuelto una osadía. La clase versa sobre Heidegger, y en particular sobre su ensayo en torno de la obra de arte. Rorty da un giro a través de las notas que Heidegger redactó sobre Nietzsche. Más que un giro es una deposición: frente a ambos, con ambos, contra ambos. En Rorty la ironía es todo. Primero hay una crítica al "logocentrismo" de ambos: la idolatría del ser es la idolatría de Occidente. Después una renuncia: ninguno de los dos contiene los ingredientes para abandonar el "logocentrismo". Los filósofos querían redimirnos con el saber. So what?