Prologó la Antología mínima del poeta; el volumen fue publicado por el FCE
Pellicer hizo habitable América, dice Zaid
El tabasqueño tenía "alegría de estar vivo y humildad para ser natural en la naturaleza"
ANASELLA ACOSTA NIETO
Carlos Pellicer "tiene ojos para ver la hermosura de lo concreto, alegría de estar vivo y humildad para ser natural en la naturaleza, para aceptar los límites como formas gozosas", comenta Gabriel Zaid en el prólogo de la Antología mínima del poeta tabasqueño, publicada recientemente por el Fondo de Cultura Económica (FCE).
De entre una abundante publicación de antologías, rediciones de sus libros y nuevos textos de compilación póstuma, esta publicación -que coincide con el 25 aniversario de la muerte de Pellicer- tiene la característica de ser "breve" y contener "lo mejor de lo mejor", según Zaid.
Basada en un proyecto pensado desde 1964, cuando aún vivía el autor de "Recuerdos de Iza", la aportación de esta primera edición realizada por Gabriel Zaid, con la colaboración de Carlos Pellicer López, aporta respiros -en formas de espacios- a algunos poemas, lo que vuelve ineludible el gozo de las imágenes y la frescura de los versos.
Explica el compilador: "La falta de respiración refuerza la impresión de un puerto abigarrado. Pero en muchos poemas la separación está pedida por razones visuales, conceptuales o de rima, y ayuda a no pasar de largo ante un milagro".
Antología mínima es un breve pero placentero andar por la obra de de uno de los poetas mexicanos que, junto con Ramón López Velarde y Alfonso Reyes, dio un vuelco a la corriente melancólica impuesta en América por Amado Nervo, Enrique González Martínez, Pedro Henríquez Ureña y Luis Gonzaga Urbina, explica el antologador.
El autor de Omnibus de poesía considera que la obra de Pellicer muestra la alegría del poeta de estar vivo y su relación con la naturaleza, en la que ve "expresiones de personas, y en su persona el agua, ceibas, pájaros".
La poesía del autor tabasqueño, añade, "le ha puesto casa a la alegría y nos invita a avanzar a la confianza creadora, sin la cual no se extiende el reino del hombre".
En un contexto inicial en el que los aires de la Revolución impregnan de una confianza en el futuro de la nación y dotan de un "espíritu de injerencia directa en el México por venir", Carlos Pellicer demuestra la frescura, para luego pasar al desgarramiento y culminar con la conciliación, características que definen las tres dimensiones de su poesía, observa el ensayista.
Zaid ubica los títulos Colores en el mar y Piedra de sacrificios, entre otros, como muestra de la frescura del poeta en una primera etapa. "Son una voladura que abre nuevos cauces, la alegría desbordante y revolucionaria, la destrucción creadora", dice.
En una nueva etapa coloca Hora de junio y Recinto, en los que, precisa, la imaginación y la inventiva que dieron lugar a imágenes sorprendentes, ritmo, frescura, agilidad y sentido del humor, son rebasados por el corazón. "A la explosión sigue un repliegue. La voz se vuelve íntima".
En Subordinaciones, Práctica de vuelo, Material poético, Esquemas para una oda tropical y Cuerdas, percusión y alientos -observa el antologador-, el poeta recobra la alegría pero ya no puede olvidar el silencio. "El repligue se vuelve recogimiento para cantar la Navidad: la perpetua renovación".
Destaca la mirada de Pellicer -guiado por José Vasconcelos- hacia América, así como su canto a los puertos y las playas de la región. Ello lo convierte en "el más americano de nuestros poetas", considera.
Pero más allá, Zaid observa a Pellicer como uno de los poetas que han hecho habitable este continente, si se piensa en la concepción de Hölderlin sobre la virtud de la poesía de hacer posible la población del planeta.