Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 31 de marzo de 2002
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Política

Antonio Gershenson

El rumbo económico

Varias de las polémicas actuales tienen mucho que ver con el rumbo económico que vaya a seguir el país en los próximos años. La reforma eléctrica, incluida la legislación; las medidas relacionadas con la industria petrolera; la forma como se aborda y resuelve lo del azúcar mexicana frente a la fructosa importada, y hasta la manera de abordar los problemas de los mexicanos que trabajan en Estados Unidos, todo incide en una cuestión más general, aunque menos discutida que las mencionadas: Ƒqué rumbo económico seguirá el país?

Aunque los intentos privatizadores ocupan un lugar en esta polémica nacional, sería un error creer que a eso se reduce todo. En primer lugar, porque no es así: está de por medio si las grandes industrias energéticas tendrán sus precios y sus inversiones reguladas por el mercado, o como resultado de una planeación de largo plazo que garantice el abasto sostenido de los bienes y servicios estratégicos que el país requiere para su crecimiento económico. Está en discusión también si la economía debe seguir basándose en el comercio exterior como motor principal del crecimiento, o si lo debe ser el mercado interno y que podamos volver a exportar los excedentes, como ya ha sucedido en otros momentos de nuestra historia. Y está de por medio también el asunto de los subsidios, cuáles se pueden aceptar y cuáles no, y la claridad acerca de subsidios ocultos o simulados, aquí y en el extranjero.

En segundo lugar, suponer que todo se reduce a frenar los intentos privatizadores llevaría a una actitud meramente defensiva, con la que el mayor triunfo que pudiera lograrse se limitaría a dejar las cosas como están. Ya la experiencia del intento de cobrar IVA a alimentos, medicinas y demás muestra que se pueden frenar acciones impopulares; pero también sacó a luz el costo de no haber discutido con tiempo qué alternativa se iba a defender, con una legislación mejor que la propuesta oficial, pero con agujeros como el de los derechos de autor y algunos otros.

En el caso de Pemex, un asunto importante es cómo debe desarrollarse la industria, si empleando lo más posible recursos propios y aprovechando esta actividad para impulsar la economía del país, dando trabajo a muchas empresas nacionales, chicas y medianas, o si se seguirá el camino trazado por los tecnócratas, de obras faraónicas y carísimas, en cuyos concursos ganan sólo unos pocos consorcios trasnacionales y, en todo caso, alguna empresa con sede en México a cargo de una parte de la albañilería.

Uno de los problemas de los llamados Contratos de Servicios Múltiples es que van dirigidos a empresas muy grandes que pueden hacer de todo. Además de las violaciones legales que implican, dejan fuera a muchas industrias nacionales, y eso prolonga el desempleo y retrasa el reinicio del crecimiento. En cambio, si Pemex planea y proyecta las obras, con el apoyo del Instituto Mexicano del Petróleo, y concursa trabajos específicos que no pueda llevar a cabo con personal propio, el costo global será más bajo y el efecto multiplicador sobre la economía nacional, muy superior.

En cuanto al enfoque del comercio exterior, el haber abierto las fronteras a las importaciones con toda facilidad, además del daño causado a la planta productiva nacional, ha reducido el poder de negociación de nuestro país, al hacerlo más dependiente de las importaciones. Eso da lugar a una relación desigual incluso en los derechos y obligaciones. De fuera nos llega la presión para no aplicar el impuesto acordado por el Congreso a la fructosa importada para defender el uso del azúcar nacional y ayudar a salir de la quiebra a varios ingenios cañeros, la cual de inmediato es acatada por el gobierno federal. Pero debemos tolerar que allá se subsidie a las actividades agrícolas. No se ha querido que haya un precio nacional para el gas natural y nuestras cotizaciones se siguen fijando con las del sureste de Texas, porque nos daría una ventaja supuestamente ilegítima; pero los países con los que tenemos la mayor parte del comercio pueden respaldar sus exportaciones con créditos baratos subsidiados por el gobierno respectivo.

Es por ello que debemos apoyar nuestro desarrollo económico en el desarrollo del mercado interno, y exportar los excedentes. Como vemos, es todo un rumbo económico el que está en juego. Y la pelea no está perdida, ni mucho menos. Debemos ir definiendo esa alternativa de avance, de modo que en efecto resuelva los problemas de la economía del país, y pugnando por imponerla.

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