Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 31 de marzo de 2002
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Política

Jenaro Villamil

Pasión en el Vaticano, crisis de imagen y credibilidad

La imagen transmitida a todo el mundo de la ceremonia del Viernes Santo constituyó una dramática síntesis del momento actual que vive Juan Pablo II, en el ocaso de sus 23 años de pontificado: un hombre con múltiples dolencias físicas, en su última cruzada contra los "sacerdotes traidores", a punto de ser una sombra de sí mismo, el obispo polaco que con voluntad de hierro impuso una nueva dinámica en el Vaticano y en la Iglesia católica.

Y si alguien sabe del valor de las imágenes y de su significado es el propio Karol Wojtyla. Nadie como él, autor de obras de teatro, incorporó la espectacularidad y la puesta en escena en cada uno de los actos y hechos que protagonizó al frente del Vaticano. La liturgia, con Juan Pablo II, se transformó en un gran acto telegénico. Sus múltiples giras sólo pueden compararse con la parafernalia de un gran pop star como Michael Jackson o Madonna.

Ese impresionante talento que tuvo Juan Pablo II para vigorizar la figura y la credibilidad del papa, para movilizar a cientos de miles de católicos en todo el mundo y para adjudicarse una parte de la victoria mediática que constituyó el derrumbe del Muro de Berlín y del bloque soviético, dejó descubierto uno de los flancos más importantes que hoy convierten su pontificado en una serie terminal de escándalos sexuales: la modernización moral y ética.

Todas las batallas ideológicas, políticas y mediáticas que Wojtyla ganó en Polonia, en Europa oriental y en América Latina, las perdió en el terreno de la cotidianidad moral: el divorcio, el aborto, el uso de preservativos, el respeto frente a la diversidad de opciones sexuales, por mencionar algunos tópicos, se convirtieron, muy a su pesar, en prácticas comunes de su feligresía, a pesar de la abierta prohibición del Vaticano, que ha calificado a algunas de estas prácticas como "cultura de la muerte". Ni qué decir de la discusión sobre la eutanasia o la clonación.

Ahora, la reciente batalla perdida se relaciona con la rígida regla del celibato sacerdotal, exhibida como un fracaso por una serie de escándalos que involucra a ministros católicos de todos los lugares y jerarquías. El caso más reciente, el arzobispo polaco, Juliusz Paetz, derivó en su renuncia al cargo el jueves pasado, frente a reiteradas acusaciones de abuso sexual contra jóvenes seminaristas. Y, por si fuera poco, en febrero se ventiló una nueva modalidad de desclosetamiento sacerdotal que protagonizó el cura español Josi Mantero, de 39 años, quien se declaró homosexual en una revista para la comunidad gay. La respuesta de las autoridades eclesiásticas de Huelva sólo demostró la rigidez del Vaticano y alentó más el escándalo: lo suspendió de todas su funciones eclesiásticas y clausuró cualquier discusión sobre la homosexualidad entre sus creyentes y ministros.

Lo novedoso no es la denuncia contra sacerdotes y obispos por delitos como pederastia, violación de mujeres y relaciones sexuales que violentan la regla del celibato. Prácticamente éste es un tópico viejo en las sacristías y los seminarios. Lo novedoso es la proliferación de estos casos en los medios de comunicación, antes proclives a la autocensura, a desacreditar o a dejar pasar el asunto. La revista estadunidense Time, por segunda vez en 10 años, anuncia en su portada de su más reciente número un gran recuento de los escándalos sexuales con una pregunta clave: "ƑPodrá la Iglesia católica salvarse a sí misma?". El recuento es muy puntual y abunda en los cerca de 80 seminaristas que han denunciado abusos sexuales. El caso más reciente involucra al obispo de Palm Beach, Florida, Anthony O' Conelly.

Las denuncias en Estados Unidos se han relacionado con el expediente que salió a la luz pública en abril de 2001, cuando monjas africanas acusaron a curas y a obispos de abuso sexual, de exigirles que aborten si quedan embarazadas y de otro tipo de intimidaciones. Un informe de la médica Maura O'Donohue reveló que los casos comprobados de acoso sexual de sacerdotes a monjas se extienden a 23 países, entre ellos, Brasil, Colombia, India, Estados Unidos e Italia.

La renuncia del arzobispo polaco Paetz ha recordado en la prensa europea el caso del cardenal de Viena, Hans Hermann Groer, que debió retirarse en 1995 por acusaciones de acoso sexual a estudiantes. El sucesor de Groer, Christoph Schoenborn, de 56 años, es uno de los seis cardenales con más posibilidades de ocupar el sitio de Juan Pablo II. Otro de los papables, Carlo María Martini, de 74 años y arzobispo de Milán, ha expresado una posición más proclive a discutir la viabilidad o no del celibato.

La actitud de la prensa estadunidense y europea frente a las denuncias contrasta con el caso del padre michoacano Marcial Maciel, fundador de la orden de los Legionarios de Cristo, y considerado uno de los personajes más cercanos al Papa, a quien acompañó en sus visitas a México en 1979, 1990 y 1991. Maciel, nombrado paradójicamente por Wojtyla miembro de la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la formación de candidatos al sacerdocio, fue denunciado en abril de 1997 por abuso sexual contra jóvenes entre los 12 y 17 años de edad. El caso se ventiló en La Jornada, en reportajes realizados por Salvador Guerrero Chiprés, y sólo Canal 40 fue el único medio electrónico que abundó en el asunto, provocando una airada reacción de Pro Vida y de los seguidores de Maciel, que acusaron a los denunciantes de protagonizar un "complot" contra la Iglesia y contra el creador de una orden que extiende su influencia por 18 países y tiene a más de 2 mil seminaristas.

Hoy este expediente revive a la luz de muchos otros que seguramente se ventilarán en los próximos meses. Lo que, al parecer, no se modificará un ápice es la actitud del Vaticano frente al celibato, la homosexualidad y las libres y responsables relaciones sexuales.

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