MAR DE HISTORIAS
Calor humano
CRISTINA PACHECO
Por la avenida circulan pocos automóviles. Algunos llevan sobre los capacetes bicicletas, carreolas y salvavidas con formas de animales. Marcela, con un morral colgando de cada brazo, se detiene a mirarlos con expresión ávida. Héctor, que va delante con su hija Mitzi en hombros, le grita:
-Orale, no te quedes atrás-. Espera a que su mujer lo alcance: -ƑQué tanto veías?
-Nada. Los coches. ƑTiene algo de malo?- En el tono de Marcela hay resentimiento. Héctor lo percibe y se detiene.
-ƑSigues molesta?
Mitzi reclama desde lo alto:
-ƑSe van a pelear otra vez? Pues se lo voy a decir a mi abue.
Sin ánimo de lastimar a su hija, Héctor la reprime dándole un golpecito en la rodilla:
-Usté cállese, escuinclita, porque si no, me la sueno.
Mitzi, reina sobre los hombros de su padre, sonríe y deja al descubierto su boca desdentada. Marcela acelera el paso. Héctor tiene que esforzarse para alcanzarla.
-Te pregunté si seguías molesta.
-ƑYo?
-No te hagas: andas enojada porque no salimos de vacaciones. Pero sabes mejor que nadie...
-Mi hermana nos prestaba el dinero.
-ƑY crees que se lo iba a recibir para que luego me lo anduviera cantando? No, gracias.
-ƑCuándo te ha cantado algo?- La voz tan alta de Marcela despierta a la vendedora que cabecea hundida en un mar de ropas primaverales.
-Señito: tenemos tallas grandes y buenos precios-. La tianguista señala una falda floreada: -Muy ligera, pa'l calor.
-No, gracias-. Marcela vuelve a caminar de prisa. Héctor la sigue, agobiado por el peso de Mitzi y el sol.
-Si aquí nos estamos asando, imagínate cómo estarán en Acapulco y en Veracruz.
Marcela mira sobre el hombro a su marido y le ordena:
-Ya párale y baja a Mitzi. Que camine porque si no luego voy a tener que llevarla cargada a la escuela. De por sí es bien floja.
-No soy floja: soy chiquita.
La protesta de Mitzi provoca las risas de Héctor y Marcela.
II
Llegan al departamento. Marcela se dirige a la cocina y Héctor al televisor. Lo enciende. En la pantalla corren escenas fragmentadas. La última muestra a un grupo de vacacionistas en bikini que juguetean ante la cámara.
-Ay, mamacita... -murmura Héctor relamiéndose los labios. Al sentir que Marcela se aproxima sustituye el tono admirativo por el de falso recato: -šHíjole, qué chavas! Ya casi van desnudas.
-Están jóvenes, son bonitas: pues que se luzcan -responde Marcela con acento retador.
-ƑA poco tú te pondrías eso?- Héctor alude a una mujer que, desprendida del grupo, se agita al ritmo de la música tropical.
-ƑPor qué no?
-Pues porque estás casada y porque eres mi esposa.
-ƑY qué?
-ƑLo preguntas en serio? Imagínate que otros te estuvieran echando ojo y yo allí, pendejeando.
-No te gustaría que alguien me viera pero tú sí miras a otras mujeres-. Marcela vuelve a la cocina.
-Es muy distinto -dice Héctor sin apartar los ojos del televisor. -Y, además, esas no son nada mío.
-ƑPara qué discutimos? No estamos en la playa ni vamos a ir nunca ni nada. ƑEntonces...?
-Y dale con lo mismo. Ya no friegues, déjame descansar.
-ƑQuién te lo impide?- Marcela asienta las verduras en el fregadero y deja correr el agua.
-Tú, echándome cacayacas porque no salimos de vacaciones-. Héctor ve en el televisor una playa atestada. -Imagínate si estuviéramos allí, entre toda esa gente que no puede moverse.
-Sí, qué horror -dice Marcela irónica.
-En cambio aquí estamos tranquilos, solitos, disfrutando-. Héctor se frota el pecho: -ƑQué vamos a comer?
-Compramos la pancita...
-Pero es medio tardada y como que ya voy teniendo hambriux. ƑNo puedes hacer algo más rápido? Dejamos el menudo para mañana.
-Carne deshebrada.
-ƑEn tacos?- Antes de que Marcela responda, Héctor consulta a Mitzi: -A ti te gustan, Ƒverdá, hija?
-Quiero mi pizza -responde autoritaria la niña.
-ƑOíste, Marcela?
-Sí, pero yo no voy a ir a traerla. Ya parece: con este calorón.
-ƑPero qué bronca? La pedimos por teléfono.
-No hay repartidores. Hasta el lunes.
-Ah, también esos güeyes se fueron de vacaciones. šQué a toda madre! ƑY entonces...?
-Pues vas y compras la pizza y ya.
-Acabamos de regresar del mercado y francamente salir otra vez...- Héctor hace un gesto de repugnancia.
-Quiero mi pizza -gimotea Mitzi.
-Otro día. Los taquitos van a estar bien ricos, ya verás-. Héctor se acuclilla frente a su hija. Mitzi le sonríe y luego lo golpea en la cara: -ƑY ora, qué te pasa, chamaca?
-Mi pizza... -insiste la niña ostentando su poder.
-No le hagas caso -interviene Marcela de vuelta a la sala comedor: -Y tú, niñita, pórtate bien para que mañana te llevemos a pasear.
-ƑSabes adónde no hemos vuelto, Marcela? Al Elba.
-Uh, sí, fuimos de recién casados-. Marcela ríe. -ƑTe acuerdas que te peleaste con unos tipos nomás porque se me quedaron viendo? Y eso que no llevaba bikini.
-Cosas de chavo-. Héctor se frota los bíceps: -Entonces estaba más jovenzón.
-Les echaste bronca porque me vieron, Ƒsí o no?
-Sí, y tú feliz, Ƒno?- El tono de Héctor es ambiguo. -A las mujeres les encanta armar el despapalle.
-Yo no te ordené pelearte-. La voz de Marcela se confunde con el chisporroteo del aceite en la sartén.
-ƑY por qué yo no estaba allí, con ustedes? -pregunta Mitzi.
-Pues porque Diosito apenas te estaba haciendo -responde Héctor. Marcela reaparece y le sonríe enternecida.
-ƑY cómo me hizo? -insiste la niña.
-Pues con muchas ganas, Ƒno crees, Marcela?
-Sí, por eso saliste tan linda.
-ƑY de grande voy a ser como tú?
-Mucho mejor-. Marcela corre hacia Mitzi y la abraza con emoción: -Y todos te van a ver y van decir: "šQué muchacha tan preciosa!"
-ƑA ti también te lo dicen? -pregunta la niña azorada.
-Antes, a veces... -La voz de Marcela tiembla.
-ƑY por qué ya no?
-Pues... -Marcela se ordena el cabello y se vuelve hacia Héctor. Lo descubre arrobado mirando en el televisor a otro grupo de muchachas en bikini. Vuelve a la cocina y pregunta: -Héctor: Ƒqué salsa quieres: verde o roja?
-Todas te salen ricas. Nomás que ten cuidado, porque cuando estás enojada las haces muy picantes.
-ƑY quién te dice que estoy enojada?- Marcela se asoma. Alcanza a ver en la pantalla a la multitud febril que secunda a las vacacionistas en su baile: -Tienes razón. Ahorita las playas están llenísimas. Es mejor que nos hayamos quedado, pero me gustaría que mañana fuéramos al Elba. Nada más que si alguien se me queda viendo, promete que no te vas a pelear.