DISQUERO
Bela, vela, palomita
Pablo Espinosa
Si Paganini escribió para violín cual si
expidiera pagarés de dicha en vez de partituras, mientras que Gluck
hacía gárgaras con música porque el mar se le hacía
chico para echarse un buche de agua (gluck gluck), y Mozart mozarteaba
a carcajadas y si a esas vamos entonces la fiebre de placer que inunda
el alma cuando suena una Sonata de Scarlatti, ¿no haría necesario
y suficiente llamar Scarlattinas a tales partituras?
No
hay remedio, el primer síntoma de calentura inunda las entendederas
en cuanto empieza a sonar el banjo (pronunciado banyo) de Bela Fleck a
dúo con la mandolina de Chris Thile y juntos suben el mercurio del
termómetro con la Sonata en Do mayor de Domenico Scarlatti.
Es entonces cuando el sol entra por la ventana, los colibríes se
ponen más contentos, las plantas cantan su verdor y ardor y los
altavoces aumentan su estatura. Es así como la vida es aún
más bella.
Han iniciado, de tal forma, 57 minutos y 33 segundos de
placer. Ha empezado la lectura láser, en el tornamesas, de un disco
hermoso: perpetual motion (Sony Classical), del maestro Bela Fleck
sin sus Flecktones pero con, en esta ocasión, una pléyade
de luminarias de la marquesina mundial de la música de concierto
de hoy día.
Bela Fleck nació en Nueva York hace 44 años;
su padre lo bautizó Bela en honor del compositor húngaro
Bela Bartok. Cuando cumplió 15 abriles, el jovenazo pez Bela Fleck
se puso buzo y se compró un banjo, ese instrumento de la música
del Estados Unidos profundo que ahora Fleck ha puesto en las alturas.
En 1989 fundó su banda: Bela Fleck and the Flecktones,
a quienes conocimos en vivo, luego de una relación estrecha a través
de su impresionante dicografía, el año pasado en un concierto
inolvidable en el teatro Metropólitan. Esa mezcla de funk con jazz
con blues con rock con bluegrass hace el mundo más amable todavía.
Los Flecktones: Víctor, bajista de baja estatura física pero
una torre en calidad; Jeff, cráneo a rape, sax de pelos; Future
Man, percusionista electronificado, versión morena y rasta de Ciroperaloca,
un alucín en sí mismo. Y al frente de ellos el maestrísimo
Bela Fleck.
En su más reciente disco, sin sus Flecktones, Bela
vuela más alto que nunca. Veinte tracks veinte con una mayoría
abrumadora inclinada hacia la dulce música de Bach, quien es conocido
como El padre de la música, de la misma manera como Mozart
es El papacito de la música.
Además de la calentura de pollo de Scarlatti, perpetual
motion activa las neuronas primaverales con transcripciones de partituras
de Debussy, Chopin, Chaikovski, Paganini y un Johannes Brahms rendido y
rentado a los pies del Padre de la Música, pues su Presto,
en Sol mayor, está escrito, empréstito sin usura, siguiendo
un tema del viejo Bach, que presta también para la orquesta.
La constelación de estrellas del firmamento de
la música clásica en esta grabación incluyen al chelista
Gary Hoffman, eminencia que tendremos pronto en México, pues será
solista de la OFUNAM (Orquesta Filarmónica de la UNAM). También
figura en este disco bello de Fleck el joven maravilla Joshua Bell y su
Stradivarius y su fama hollywoodesca (es el autor de lo que suena
en el filme El violín rojo). El jefe John Williams en guitarra,
Edgar Meyer en bajo y piano, James Bryan Sutton y su steel guitar,
son las otras luminarias.
Pero la mirada que más brilla en este disco maravilla
es la de una ciega: la de la percusionista Evelyn Glennie, que mira al
mundo táctil y quien en el segundo track del disco nos hace
hacer el bizco del placer. Su manera de hacer sonar a Bach, junto a Fleck,
es un orgasmo mientras uno flota en agua y magma y es que todo el disco
es una fiebre de belleza fascinante que inicia con una Scarlattina
de Scarlatti y nunca culmina, pues el track postrero es el postre
que titula el disco perpetual motion, pues se trata de un Moto
perpetuo, pieza que no describe a algún adorador eterno, moto
perpetuo, de la dulce mota, hashish o chuby, sino que es un término
técnico que da pie a un Capricho, que no es a su vez una
pataleta sino una obra maestra a partir de un Pagaré de Paganini.
Gloria in excelsis al maestro Bela Fleck por perpetual
motion, un discazazaso que está, para decirlo en términos
de la Academia Sueca, pocamadre.