SISTEMA JUDICIAL: CENSURA DE LA ONU
En
un informe presentado ayer a la Comisión de Derechos Humanos de
la Organización de Naciones Unidas, con sede en Ginebra, el relator
especial de ese organismo para la independencia de magistrados y abogados,
Dato Param Cumaraswamy, señaló que el sistema judicial de
nuestro país padece una corrupción generalizada que afecta
a"entre 50 y 70 por ciento de los jueces federales", y acaso a un porcentaje
mayor de los locales. El funcionario internacional apuntó, además,
que la cacareada reforma del sistema judicial ordenada por Ernesto Zedillo
en los primeros meses de su sexenio no ha dado los resultados que habría
cabido esperar; que los indígenas se ven impedidos de acceder a
la justicia no sólo por la falta de intérpretes, sino por
los conflictos -en nada resueltos- entre las comunidades indias y las instituciones
formales; que los tribunales militares, en fin, carecen de imparcialidad.
Tales fenómenos, según el documento, se traducen en una inveterada
violación a los derechos humanos.
Por desgracia la conclusión de Cumaraswamy dista
de ser novedosa. Numerosas organizaciones oficiales y no gubernamentales
de derechos humanos en el mundo --la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, Amnistía Internacional y Human Rights Watch, entre
muchas otras-- han emitido, en el pasado reciente, duros señalamientos
sobre la falta de vigencia de los derechos humanos en México y sobre
la ausencia de voluntad de las autoridades federales y estatales para remediar
esa situación. Lo que llama la atención del informe comentado
es que se presenta en una instancia de la ONU que suscita gran interés
político y en la cual suelen librarse verdaderas batallas diplomáticas
por el sentido de cada palabra de una resolución. Es ahí,
por ejemplo, donde se resuelven las censuras contra Cuba que cada año
orquesta el gobierno de Estados Unidos y que han dado lugar a memorables
intrigas y negociaciones entre los representantes de diversos países.
Tras la presentación del informe de Cumaraswamy,
que deja mal parada la institucionalidad de nuestro país y reduce
por ello el margen de maniobra del gobierno de Vicente Fox ante la Comisión
de Derechos Humanos de la ONU, cabe dudar que el actual gobierno mexicano
se atreva a participar, y menos a protagonizar -como parece haber sido
la intención original del canciller Jorge G. Castañeda- la
promoción de una condena al régimen de Castro. El propio
titular de la cancillería descartó ayer, en una reunión
en la que se hizo visitar en su oficina por legisladores poco atentos a
su propia investidura soberana, tal escenario, y es razonable suponer que,
al hacerlo, tenía en mente la nula autoridad moral del gobierno
al que pertenece para condenar a un tercer país por violaciones
a los derechos humanos.