¿LA FIESTA EN PAZ?
Leonardo Páez
María y los toros
DENTRO DE LA pobrísima filmografía
mexicana relacionada con el tema taurino ?cerca de 70 cintas, pésimas
la mayoría, cuatro versiones de Santa, las dignísimas
Torero, Arruza y Ni sangre ni arena, así como documentales
diversos, entre los que destacan las interesantes escenas de Eisenstein
con el matador David Liceaga en el episodio La Fiesta de su inconclusa
película ¡Que viva México!? mención obligada
en estos momentos de duelos emergentes y cultos oportunistas merecen aquellas
en que intervino María Félix.
SI BIEN LA DOÑA siempre alardeó de
su afición a los toros, su asistencia a las corridas no fue sino
otra vertiente de su eficaz e incontenible culto a sí misma, de
esa habilidad suya para lucirse y ponerse al mundo por sombrero, aunque
a veces no le sentara del todo bien.
PRIMERO DEL BRAZO de su amigo, el entonces incipiente
actor Ernesto Alonso, hermano de Alfonso Ramírez El Calesero,
se empezó a dejar ver en las barreras del Toreo de la Condesa, en
los cuarenta la otra plaza más importante del mundo, junto con la
de Las Ventas.
LUEGO AL LADO de San Agustín Lara, su segundo
esposo, en barrera de primera fila en la descomunal Plaza México,
María, enguantada y luciendo abrigos de mink, veía celosa
que eran más frecuentes los brindis al Flaco de Oro que a
ella, cuya belleza inspiraba a Lara tanto como las faenas de Silverio,
de Armilla o de Garza, pero no más.
TRAS EL PARENTESIS "civilizado" de la Félix
con su último marido, el francés Alex Berger, que prefirió
aficionarla a caballos pura sangre, a hipódromos y a joyerías
parisinas, La Doña esporádicamente aparecería en algún
coso, si bien ahora añadiendo a su look atejanados sombreros
y delgados puros con boquilla.
INCLUSO SOSTUVO QUE había presenciado la
cogida mortal de Manolete en Linares, la tarde del 27 de agosto de 1947,
lo que resulta por lo menos dudoso, ya que ese año María
hizo en México tres películas: La diosa arrodillada, Río
Escondido y Que Dios me perdone. Pero la duda quedará
despejada cotejando las fechas de filmación de dichos títulos
con la de la muerte del Monstruo de Córdoba, con quien por
cierto nunca se retrató, aunque la actriz afirmara que fueron amigos.
UN ROMANCE CON el famoso diestro Luis Miguel Dominguín
añadió a su cuenta, lo cual resulta más verosímil,
ya que el padre de Miguel Bosé fue un homme fatal en el sentido
estricto de la palabra. En contraste, no se le conoció un solo amigo
entre las figuras nacionales de los ruedos, seguramente porque le resultaron
poco cosmopolitas o de menor impacto para su cada vez más consolidada
imagen. En todo caso, no sería ella la que sirviera para reforzar
la imagen de ningún hombre, y menos la de un torero mexicano.
CUATRO PELICULAS CON ribetes taurinos se animó
a hacer la Félix, pero en ellas ahora no afloraron sus exigencias
y antojos para cuidar siquiera que los argumentos tuviesen cierto decoro
en lo que a la fiesta de sus amores se refería, prueba evidente
de que, con respecto al arte del toreo, María no fue una conocedora
ni una aficionada seria que percibiese más allá del oro,
la seda, la sangre y el sol.
EN 1953 HACE Camelia, retorcida versión
taurina de La dama de las camelias dirigida por Roberto Gavaldón,
en la que María torea ?con la misma tiesura que caracterizó
sus limitadas dotes histriónicas? una vaquilla en el campo.
CINCO AÑOS DESPUES protagoniza La estrella
vacía, de Emilio Gómez Muriel. Mientras sus amigos esperan
noticias de ella luego de que sufrió un grave accidente, alguien
evoca cuando un torero le brindó a la estrella y el representante
de ésta inventó que ambos eran novios, aprovechando que el
diestro había muerto en el ruedo.
LUIS BUÑUEL LA intenta dirigir en Los
ambiciosos (1959), poco conocido filme en el que La Doña alternó
con Gerard Philipe. No obstante la taurofobia buñueliana, en una
secuencia la protagonista asiste con un dictador a una corrida, lo que
aprovechan los conspiradores para derrocarlo. Y al año siguiente
estelariza Juana Gallo, infame culebrón de Miguel Zacarías
que en su exaltación de María la pone a hacer el Tancredo
?quedarse inmóvil en el centro del ruedo una vez que el toro ha
saltado a la arena?, trance del que obviamente Juana sale indemne, para
vergüenza de los revolucionarios.
LA ULTIMA VEZ que La Doña asistió
a la Plaza México fue el 10 de marzo de 1996 y los cuatro alternantes
le brindaron su primer toro. No obstante reiterar que su amor por la fiesta
brava no había disminuido, abandonó el coso antes de que
saliera el octavo de la tarde, mismo que merecería el indulto tras
brillante faena de El Conde. Pero eso ya no lo vio María,
al igual que tantas otras cosas.