Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 12 de abril de 2002
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¿LA FIESTA EN PAZ?

Leonardo Páez

María y los toros

DENTRO DE LA pobrísima filmografía mexicana relacionada con el tema taurino ?cerca de 70 cintas, pésimas la mayoría, cuatro versiones de Santa, las dignísimas Torero, Arruza y Ni sangre ni arena, así como documentales diversos, entre los que destacan las interesantes escenas de Eisenstein con el matador David Liceaga en el episodio La Fiesta de su inconclusa película ¡Que viva México!? mención obligada en estos momentos de duelos emergentes y cultos oportunistas merecen aquellas en que intervino María Félix.

SI BIEN LA DOÑA siempre alardeó de su afición a los toros, su asistencia a las corridas no fue sino otra vertiente de su eficaz e incontenible culto a sí misma, de esa habilidad suya para lucirse y ponerse al mundo por sombrero, aunque a veces no le sentara del todo bien.

PRIMERO DEL BRAZO de su amigo, el entonces incipiente actor Ernesto Alonso, hermano de Alfonso Ramírez El Calesero, se empezó a dejar ver en las barreras del Toreo de la Condesa, en los cuarenta la otra plaza más importante del mundo, junto con la de Las Ventas.
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LUEGO AL LADO de San Agustín Lara, su segundo esposo, en barrera de primera fila en la descomunal Plaza México, María, enguantada y luciendo abrigos de mink, veía celosa que eran más frecuentes los brindis al Flaco de Oro que a ella, cuya belleza inspiraba a Lara tanto como las faenas de Silverio, de Armilla o de Garza, pero no más.

TRAS EL PARENTESIS "civilizado" de la Félix con su último marido, el francés Alex Berger, que prefirió aficionarla a caballos pura sangre, a hipódromos y a joyerías parisinas, La Doña esporádicamente aparecería en algún coso, si bien ahora añadiendo a su look atejanados sombreros y delgados puros con boquilla.

INCLUSO SOSTUVO QUE había presenciado la cogida mortal de Manolete en Linares, la tarde del 27 de agosto de 1947, lo que resulta por lo menos dudoso, ya que ese año María hizo en México tres películas: La diosa arrodillada, Río Escondido y Que Dios me perdone. Pero la duda quedará despejada cotejando las fechas de filmación de dichos títulos con la de la muerte del Monstruo de Córdoba, con quien por cierto nunca se retrató, aunque la actriz afirmara que fueron amigos.

UN ROMANCE CON el famoso diestro Luis Miguel Dominguín añadió a su cuenta, lo cual resulta más verosímil, ya que el padre de Miguel Bosé fue un homme fatal en el sentido estricto de la palabra. En contraste, no se le conoció un solo amigo entre las figuras nacionales de los ruedos, seguramente porque le resultaron poco cosmopolitas o de menor impacto para su cada vez más consolidada imagen. En todo caso, no sería ella la que sirviera para reforzar la imagen de ningún hombre, y menos la de un torero mexicano.

CUATRO PELICULAS CON ribetes taurinos se animó a hacer la Félix, pero en ellas ahora no afloraron sus exigencias y antojos para cuidar siquiera que los argumentos tuviesen cierto decoro en lo que a la fiesta de sus amores se refería, prueba evidente de que, con respecto al arte del toreo, María no fue una conocedora ni una aficionada seria que percibiese más allá del oro, la seda, la sangre y el sol.

EN 1953 HACE Camelia, retorcida versión taurina de La dama de las camelias dirigida por Roberto Gavaldón, en la que María torea ?con la misma tiesura que caracterizó sus limitadas dotes histriónicas? una vaquilla en el campo.

CINCO AÑOS DESPUES protagoniza La estrella vacía, de Emilio Gómez Muriel. Mientras sus amigos esperan noticias de ella luego de que sufrió un grave accidente, alguien evoca cuando un torero le brindó a la estrella y el representante de ésta inventó que ambos eran novios, aprovechando que el diestro había muerto en el ruedo.

LUIS BUÑUEL LA intenta dirigir en Los ambiciosos (1959), poco conocido filme en el que La Doña alternó con Gerard Philipe. No obstante la taurofobia buñueliana, en una secuencia la protagonista asiste con un dictador a una corrida, lo que aprovechan los conspiradores para derrocarlo. Y al año siguiente estelariza Juana Gallo, infame culebrón de Miguel Zacarías que en su exaltación de María la pone a hacer el Tancredo ?quedarse inmóvil en el centro del ruedo una vez que el toro ha saltado a la arena?, trance del que obviamente Juana sale indemne, para vergüenza de los revolucionarios.

LA ULTIMA VEZ que La Doña asistió a la Plaza México fue el 10 de marzo de 1996 y los cuatro alternantes le brindaron su primer toro. No obstante reiterar que su amor por la fiesta brava no había disminuido, abandonó el coso antes de que saliera el octavo de la tarde, mismo que merecería el indulto tras brillante faena de El Conde. Pero eso ya no lo vio María, al igual que tantas otras cosas.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
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