Ugo Pipitone
Turner y Cumaraswamy
Recapitulemos la historia. En la 58 reunión de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, el relator especial, el malasio Dato Param Cumaraswamy, presenta su informe sobre el sistema de justicia mexicano. Las conclusiones más sobresalientes son: 1. Más de la mitad de los jueces federales son corruptos; 2. Violación sistemática de derechos humanos y hostigamiento de sus defensores; 3. No obstante el cambio de gobierno, "la impunidad y la corrupción parecen no haber perdido fuerza".
Y según libreto, se desata el escándalo. Jueces intachables, abogados inmaculados y políticos incorruptibles empalman sus voces para clamar contra la calumnia, la grosera imprecisión, la ignorancia del relator de la ONU. Sin sonrojos, un importante político del partido ex hegemónico declara: las críticas no tienen fundamento y encarnan una conspiración foránea para que México se adhiera al Tribunal Penal Internacional, recientemente aprobado en Roma. Otro importante político añade: los señalamientos del relator son vagos. La que ciertamente no es vaga es la realidad, y ahí casi todos los mexicanos -excluyendo una nomenclatura acostumbrada a pensar en el Estado como "cosa nuestra"- parecerían estar de acuerdo: el sistema de seguridad y de justicia no solamente es corrupto e ineficaz, sino que es el mayor responsable de una situación de inseguridad que ha cambiado y sigue cambiando, para peor, las formas de vida cotidiana de millones de mexicanos.
Un político más, hasta ayer de oposición y hoy procurador de una gran ciudad, declara: el documento de la ONU es una exageración y añade: en todo lado puede haber corrupción. ƑEso es lo que entendió el funcionario en cuestión después de tantos años de estar en la oposición? ƑEntendió que en el curso de los últimos 70 años, la corrupción fue un fenómeno individual y no el subproducto de un sistema de gobierno? šValiente perspicacia analítica opositora! Y para completar el carnaval, el Gran Abogado se ofrece a dar clases de derecho al incauto malasio que se atreve a denunciar la corrupción en México. ƑHabrase visto? ƑPero a quién se le ocurre? ƑCorrupción en México? Inconcebible.
Ampliemos la mirada. A comienzos del siglo XX, John K. Turner escribía en su México bárbaro: "El soborno es una institución establecida en las oficinas públicas mexicanas y reconocida como un derecho que corresponde al funcionario que ocupa el puesto (...) El privilegio consiste en usar las facultades especiales del puesto para amasar una fortuna personal". A comienzo del siglo XXI, ya no es un periodista como Turner, sino un funcionario internacional de la ONU, a repetir en la sustancia lo mismo. Ahora, si Turner y Cumaraswamy tienen razón, nos enfrentaríamos a una desoladora conclusión: el largo intermedio del PRI en el gobierno del país, no ha cambiado nada sustancial en instituciones públicas ya profundamente corruptas desde fines del siglo XIX. Antes, al cobijo del hombre fuerte (Díaz) y después, del partido fuerte (PRI), el país no pudo liberarse del lastre representado por la pobreza moral y la escasa o nula legitimación social de sus instituciones, que recorre de cabo a rabo el siglo XX.
Justo Sierra decía que el éxito de Porfirio Díaz se basó en el deseo de paz de los mexicanos. Y tal vez pueda decirse lo mismo a propósito del régimen priísta posterior. Como si el deseo de paz fuera tan poderoso para hacer olvidar el hecho de que quien la garantizaba promovía, al mismo tiempo, el uso privado (o partidario) de los recursos públicos. Refiriéndose al México de hace un siglo, Justo Sierra hablaba del "enorme hacinamiento de ruinas legales, políticas y sociales" del país. Pregunta: Ƒes hoy la situación fundamentalmente distinta?
Si algo inquieta acerca del presente mexicano es la increíble distancia de percepción entre políticos y sociedad. Todo, lo que sea, antes de reconocer que vivimos en medio de ruinas institucionales y que tenemos ahí un problema irresuelto (en término de eficacia y legitimación social) desde hace por lo menos un siglo.
Por no controlar la corrupción y el candado que ésta pone al desarrollo, Colombia hoy es un desastre interminable, y Venezuela una opereta trágica interpretada por masas lumpenizadas, un líder carismático de pacotilla y una vieja clase político-empresarial que quiere regresar a la normalidad, o sea al robo de Estado.