Jenaro Villamil
Tele-futbol, Ƒquién se apropia del balón?
Una enorme paradoja se encierra en el gran espectáculo mediático global que representará la transmisión de la Copa Mundial de Futbol 2002 Corea-Japón: jus- to cuando existen mayores posibilidades tecnológicas, comerciales y televisivas para llenar las necesidades de una audiencia de miles de millones de personas en to- do el mundo, los intereses y los derechos de transmisión de la llamada televisión restringida o televisión directa al hogar (DTH) se han impuesto por encima de los propios derechos de la audiencia de los millones de aficionados al balompié.
Pagar por ver se ha impuesto en este nuevo filón del negocio. El futbol se ha convertido en el pretexto para redefinir las grandes alianzas de los corporativos multinacionales de medios. La razón es lógica: sus transmisiones son auténticas maquinarias de rating y publicidad.
La transmisión de los 64 partidos de esta competencia representó para la FIFA, tan sólo en términos de venta de derechos de transmisión, más de 2 mil 500 millones de dólares entre grandes compañías de DTH, como la alemana Kirch Media, DirecTv para América Latina (pagó 440 millones de dólares para sus clientes de la región, incluyendo México), la cadena brasileña O'Globo, etcétera, cuyo principal negocio es revender estos derechos tanto a las compañías de televisión abierta como a los otros sistemas de televisión restringida. Esta cifra es más de 50 veces lo que las empresas televisivas pagaron hace tan sólo cuatro años en Francia 1998, cuando los términos del negocio aún se mantenían en los ámbitos de la televisión abierta y los clubes. Por ejemplo, en 1998 las televisiones europeas desembolsaron "sólo" 4.5 millones de dólares por los derechos de transmisión, y ahora Kirch Media solicitó el pago de 250 millones de dólares a sus clientes como la BBC de Gran Bretaña, a TF1, Canal Plus, la RAI italiana, entre otras.
Esta danza de las cifras es todavía más impresionante si le agregamos el filón del negocio de la publicidad televisiva. En México, anunciarse en la pantalla después de un gol del torneo nacional normal cuesta 400 mil pesos en cualquiera de las dos grandes cadenas. Durante este mundial, los precios se pueden disparar a más de un millón de dólares. No por nada, el pleito inicial entre Sky -compañía en la que Televisa posee 60 por ciento de las acciones-, DirecTv, MVS y Tv Azteca, por los derechos de transmisión, fue brutal.
Apenas en los últimos dos meses, las dos grandes cadenas privadas se unieron, trasladaron su conflicto a CNI-Canal 40, y muy probablemente a Canal 22, dos cadenas pequeñas que tuvieron el atrevimiento de saltar los acuerdos corporativos de fuerte tinte monopólico (o duopólico) para transmitir en señal abierta y por Edusat un total de 40 partidos del Mundial (ver La Jornada, 31 de mayo de 2002, p.14-a). Por supuesto que no les gusta a las dos grandes cadenas privadas que desde el año pasado manejaron el futbol como una extensión de su negocio privado. Televisa y Tv Azteca le apuestan todo a la Copa Corea-Japón 2002 para obtener ingresos por 105 millones de dólares, lo cual equivale a ingresos netos por 60 o 70 millones de dólares, según los cálculos de consultoras financieras.
En paralelo, el Mundial Corea-Japón representa para las compañías de televisión restringida una oportunidad inmejorable para avanzar en el mercado. En el Distrito Federal, entre 2000 y 2001 el porcentaje de capitalinos que se suscribieron a un sistema de televisión de paga fue de 26 y 21 por ciento, respectivamente. En todo el país, los dos principales sistemas (Sky y DirecTv) contaban a finales de 2001 con un total de 930 mil suscriptores, de los cuales 687 mil le corresponden a Sky, sistema que desplazó a Cablevisión, que tenía 200 mil suscriptores y rebasó a DirecTv con 250 mil abonados. Sky es el producto de una alianza de Televisa con el consorcio News Co., del magnate australiano Robert Murdoch -criticado en Estados Unidos por la baja calidad de sus canales-, Organizaciones Globo y Telecommunications Inc. Pretende con el mundial incrementar en más de 40 por ciento el número de sus suscriptores.
A nivel latinoamericano, DirecTv busca dar el gran salto para dominar e imponerse a su principal competidor regional, Sky. Tiene presencia en 28 países y 1.6 millones de suscriptores en la región. Revendió los derechos obtenidos de la FIFA a las televisoras de México, Colombia, Venezuela, Chile, Uruguay y Argentina. En Brasil, el grupo O'Globo pagó 400 millones de dólares por los derechos de transmisión.
El problema real es que, frente a esta multimillonaria pugna por el negocio de la transmisión, el rating y la publicidad derivada, la pregunta que permanece es Ƒquién es el dueño del balón? El futbol manejado a esta escala de asunto multimediático ha transformado a sus seguidores en consumidores televisivos. No se promueve el deporte sino la marca, el logo que se apropia de la transmisión.
Los jugadores forman parte de esta maquinaria que todo devora, todo exagera, individualiza en extremo y poco analiza (con escasas excepciones ya sumamente probadas, como el equipo encabezado por José Ramón Fernández). Las selecciones y los torneos nacionales se convierten en una extensión de las pugnas de las corporaciones televisivas, tal y como ha sucedido en México con la guerra de las televisoras y el rompimiento entre Alejandro Burillo y su primo Emilio Azcárraga Jean que impactó en la dirección de la selección nacional. El peor escenario es que los propios partidos de la selección mexicana se conviertan en transmisiones restringidas, sin respeto por los derechos mínimos del espectador. El balón queda en manos de los dueños de una señal restringida que lucran con un bien público y con un deporte que ha marcado una identidad nacional.
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