Javier Oliva Posadas
Algunas diferencias entre gobernar y administrar
A raíz de la gira de trabajo por Europa del Presidente de la República, Vicente Fox Quesada, así como por el cumplimiento de 18 meses en la responsabilidad del Poder Ejecutivo, nuevamente se han retomado las críticas a su estilo de comunicar, a la conformación del gabinete y a la forma de hacer política.
Es evidente que en los meses y años por venir, como sucedió a Mitterrand, De Gaulle, Clinton, Felipe González, Perón, el ejercicio del poder desgasta prestigios y posterga el cumplimiento de las promesas. Debe entenderse que esto es natural, inherente a la práctica política. México y Fox no son ni serán la excepción. No obstante, es necesario precisar que en el entorno del Presidente no se observan equilibrios (no contrapesos) a las visiones gerenciales y de marketing (que no comunicación política), lo cual sí hace una diferencia respecto de los casos citados.
Me explico: gobernar será siempre un acto de afectación y beneficio de los intereses y grupos en contienda. No se puede gobernar esperando los resultados de la siguiente encuesta de aceptación. La gobernación, señala Yehezkel Dror (La capacidad de gobernar, FCE, 1996), no ha cambiado en esencia respecto al proceso decisional. Es decir, acopio de información, reconocimiento de los antecedentes, consideración de los ámbitos de influencia, dinámica social, elementos y factores externos, pero sobre todo la aceptación de que cualquier acto y determinación tienen consecuencias: incluso las decisiones que no se toman (que es en sí una forma de decidir) parecen no estar ponderadas en la gestión de Fox.
Bajo esas consideraciones, la gobernación (o, como está de moda, la gobernabilidad) es una tarea primordial y fundamental de la estructura política y administrativa del Estado. De ninguna forma puede ser conferida a partidos políticos, medios de comunicación ni a la sociedad o a la economía. Es desde las evaluaciones a las políticas públicas a instrumentar que el gobierno de la República tiene el deber de preservar y ampliar los procesos que sustentan la convivencia y la paz social.
La visión sustentada en criterios gerenciales se diluye por la sencilla razón de que la política y la gobernación no son susceptibles de ser cuantificadas. Los resultados, en todo caso, se perciben por el grado de estabilidad, consistencia y duración de los pactos y acuerdos. Administrar con una visión y proyecto político es el eje con el que cualquier gobierno y régimen político puede alcanzar la mayor parte de sus objetivos.
Estamos por concluir el primer tercio de la administración foxista. Hasta el momento, comunicar y administrar han sido las prioridades, pero sin una sustancia que las distinga o precise respecto de cuáles, por qué y cómo habrán de alcanzarse las metas. Desestimar el quehacer político puede ser atractivo y hasta lógico en una dinámica donde no hay tiempo y todo urge (Ƒsegún quién?). Martín Heidegger expresó: "Rigor en la meditación, meticulosidad en el decir, frugalidad en las palabras" a propósito de la comunicación de nuestros objetivos.
El gobierno de Vicente Fox requiere de un estudio y reconocimiento de las características, origen, funcionamiento y reglas del sistema político. Si se considera que un sistema político es el diseño de reglas en la lucha por el poder para dar estabilidad a las confrontaciones, la ruptura o su simple desconocimiento no habrán de construir las nuevas normas. Articular la gobernación desde y para el poder político es una de las principales tareas de cualquier gobierno.
Distinguir entre gobernar y administrar permite a su vez concluir que ambas actividades son siempre complementarias y nunca excluyentes. Incluso en el sector privado es frecuente escuchar la expresión "las políticas de empresa". De allí que descansar en la mera visión efectista y coyuntural impida sumar aliados y comunicar con claridad. Recordemos que vivimos en la era de la exactitud.
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