Granjeros proponen el fin de tratados bilaterales
Texas advirtió en 97 a México y EU sobre la crisis del agua
El consenso: huracán o tormenta, "solución inmediata"
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Mercedes, Texas, 4 de junio. Lo que era una disputa relativamente menor en una esquina de Texas, tal vez la región más pobre de Estados Unidos, ha demostrado que los gobiernos estadunidense y mexicano han fracasado en sus publicitados esfuerzos para administrar y manejar su frontera común, y que sus consecuencias pueden ser devastadoras tanto en esa región como a escala binacional.
En lugar de demostrar una creciente cooperación entre comunidades fronterizas, el manejo de la disputa del agua en el sudeste de Texas ha llevado a que desesperados granjeros de la región estimen que quizá ha llegado el momento de suspender todos los tratados bilaterales de agua a lo largo de la frontera.
"Tal vez lo que deberíamos hacer, si México no puede darnos el agua que debe, es cancelar todos los tratados en la materia con México", afirmó esta semana el granjero Bobby Sparks. "Así, California y Colorado suspenderían la entrega de los mil 875 millones de metros cúbicos de agua a México cada año y México no tendrá que entregarnos los 437 mil metros cúbicos, aunque eso destruyera la agricultura de Sonora y Baja California".
Esta disputa que debería ser menor y de perfil local, o por mucho regional, ha llegado a ser tema de pláticas oficiales entre los presidentes de ambos países y utilizada -cada quien para sus propósitos- por diversos políticos, desde los gobernadores de Texas y Chihuahua hasta varios legisladores federales de los dos países. Así, la protesta de los granjeros texanos y el incremento de la disputa obligaron al presidente Vicente Fox a postergar su programada gira a Texas este mes.
Pero los granjeros del sudeste texano acusan a ambos gobiernos de haber fracasado al enfrentar la disputa por el agua. Jo Jo White, gerente general del Distrito de Irrigación 9, que abarca dos de los condados afectados en Texas, afirmó: "Tenemos el mismo grado de ira y frustración contra nuestro propio gobierno como contra el de México". En declaraciones a La Jornada, añadió que los granjeros y administradores del líquido de esta región habían advertido a ambos gobiernos de este desastre desde 1997.
Para Mary Kelly, directora del Texas Center for Policy Studies, en Austin, y experta en asuntos ambientales, esta controversia es "el resultado de un mal manejo del recurso del agua como un mal manejo político del asunto".
Kelly alertó que esta crisis es "un aviso" de los problemas por venir en el futuro para la frontera. "Hemos tenido una estrategia de desarrollo fronterizo que ha ignorado limitaciones de recursos naturales. El agua jamás ha sido considerada al atraer inversiones empresariales a la frontera", dijo, y subrayó que Estados Unidos y México son responsables de la situación.
El manejo del líquido
Al mismo tiempo, hay una gran diferencia en torno al manejo del agua entre Texas y México. Del lado estadunidense existe un sistema de distribución y en los dos años recientes las autoridades locales fueron obligadas a elaborar planes "transparentes y públicos" del uso de agua de aquí a 50 años. Del lado mexicano no existe un plan similar. Para Kelly, un factor clave en este problema es la ausencia de "un manejo transparente del líquido".
Glen Jarvis, abogado que encabeza la comisión estatal que elaboró un plan del uso de agua de esta región para los próximos 50 años, dijo: "La única manera en que podemos administrar el río Bravo es desde ambos lados. Uno no puede manejar el uso del recurso del río de un solo lado". Jarvis, en declaraciones a este diario en McAllen, señaló: "México actuó bajo la suposición de que la naturaleza se ocuparía de sus obligaciones".
De hecho, casi todos aquí están de acuerdo en que el problema inmediato podría resolverse con una tormenta o huracán que llenaría los depósitos y, con ello, se cancelaría la deuda que se le atribuye a México, según el tratado de 1944 sobre el uso de las aguas del Bravo.
De hecho, algunos granjeros y funcionarios locales consideran que la política mexicana para el agua fue esencialmente apostar a un huracán y, señalan, México perdió la apuesta.
Pero aun sin un huracán u otro milagro natural, Jarvis, que como abogado también representa a los distritos de agua del sudeste de Texas, cree que México sí podría haber enviado agua si hubiera existido la voluntad política para hacerlo. "Nuestra evidencia ha demostrado que aun con sequía en diferentes años, ha habido suficiente agua para que México hubiera pagado la deuda".
Como resultado del estiaje de la primera parte de la década, para 1997 México debía a Estados Unidos 1.75 millones de metros cúbicos de agua, y Jarvis calcula que en este momento la deuda es de 2 mil 125 millones de metros cúbicos. Pero al mismo tiempo, Jarvis y otros aquí reconocen que técnicamente México no está violando el tratado hasta el primero de octubre, cuando concluya el segundo ciclo de cinco años considerado bajo ese acuerdo.
No obstante sus planes y sistemas de uso del recurso, algunos aquí señalan que Estados Unidos tampoco ha manejado del todo bien su uso del agua. Un origen del conflicto actual no está ubicado en esta parte de Texas, sino a cientos de kilómetros al oeste y desde hace muchos años. El río Bravo, recordó Kelly, inicia en Colorado y su flujo fue interrumpido por una serie de presas en Nuevo México y cerca de El Paso, nutriendo el crecimiento de lugares como Albuquerque.
Como consecuencia, actualmente el Bravo casi desaparece en un tramo conocido como "el río olvidado", entre Fort Quitman y Presidio, y aguas que antes hubieran llegado a las tierras del este de Texas ahora son utilizadas por otros consumidores. Así, Kelly argumenta que una buena administración del recurso implica una estrategia de manejo de todo el afluente, desde sus principios a su fin.
El manejo político
Pero por ahora todos reconocen que no hay agua, y que México no tiene, incluso si deseara hacerlo, para pagar la llamada deuda con Estados Unidos.
"Hemos llegado al punto en que nos hemos dado cuenta de que no podrán pagar", afirmó Jo Jo White. Lo que enfurece a él y a los granjeros es que desde hace cinco años todos advirtieron a los políticos de ambos lados de la frontera que se aproximaba esta crisis y, pese a reuniones con autoridades de Washington, nada se hizo. "No sólo no lo han resuelto, sino que ha empeorado", se quejó White.
Lo que queda claro después de una visita por esta región es que el problema ha sido ampliamente investigado, con todo y fotos de satélite, miles de cuartillas de documentación de ambos lados de la frontera, conferencias binacionales e intercambio. Nadie, en ninguno de los dos gobiernos, puede atreverse a declarar que no sabía que se estaba desarrollando un problema. Al parecer, los políticos tanto en Washington como en México estaban esperando a Tláloc.
Sin adivinar por qué Tláloc no ha respondido a las esperanzas, la pregunta es quién dejó que esta disputa, que debiera ser menor, se convirtiera en una crisis política mayor, que ha llegado hasta los máximos niveles de las cúpulas políticas nacionales en Estados Unidos y México.
A largo plazo, esta disputa pone en tela de juicio la afirmación de ambos gobiernos sobre su compromiso con un manejo "inteligente" de la frontera.