José Steinsleger
Me deben tres
Con dificultad visible, el muchacho maniobraba la silla de ruedas para salir y entrar del ascensor. Los vecinos abrían las puertas de sus casas o espiaban al intruso por el visor de aumento preguntándole qué deseaba. El intruso era un ex soldado que vestía un deslavado uniforme verde olivo y un par de condecoraciones recibidas en la guerra de las Malvinas.
Pocos vecinos compraban su mercadería: hilos de coser podridos, donados por algún comerciante culposo. Cuando sonó el timbre de casa hice pasar al joven, preparé café y encendí la grabadora para tener una versión más de estos chicos que al regresar de la guerra fueron recibidos por una conocida revista que en portada decía: "Muchacho, ahora te queremos más".
Meses después, en marzo de 1985, tras dictar una conferencia en un instituto de estudios militares de Buenos Aires, un ex oficial de la Fuerza Aérea se me acercó con la mano extendida: "Mucho gusto, soy el piloto que hundió el Sheffield". Ahí estaba el hombre que guiando un Mirage había causado admiración mundial volando a cinco metros sobre las olas para sortear los radares del destructor británico, uno de los más modernos de la Royal Navy. "Ubiqué el buque en la mira, expulsé el Exocet y me eyecté sobre el mar..."
Como es poco común cruzarse con alguien que hundió un barco de la OTAN creí hallarme ante una suerte de John Wayne o Tom Cruise de la vida real. Pero con sorna, el piloto dijo: "Me equivoqué de bando..."
-ƑHubieses preferido luchar al lado de los ingleses?
-No. Hubiese querido ser de los 'subversivos' que cayeron con dignidad.
En la ceremonia de entrega de condecoraciones, el piloto había criticado al alto mando por la conducción de la guerra. Así es que el día en que lo conocí mi personaje inolvidable buscaba trabajo en la implacable Buenos Aires.
Durante 73 días de histeria, del 2 de abril al 14 de junio de 1982, el régimen militar informó que Argentina ganaba la guerra. Al día siguiente capituló. En diciembre de 1984 la democracia fue recuperada y en septiembre cuatro buques y un submarino nuclear de Inglaterra atracaron en Puerto Madryn con el propósito de reabastecerse y reanudar sus maniobras navales. "El abastecimiento a los buques es un compromiso del país y lo vamos a cumplir", declaró el gobierno de Raúl Alfonsín. Persuadidos de su "pragmatismo" y "modernidad", ningún partido político cuestionó el comunicado oficial. Pero como patria no es gobierno, la patria salió al frente. Entre insultos y silbidos las putas se manifestaron en los muelles de Madryn, negándose a prestar servicios a los piratas de Su Majestad.
"Los muertos que dejamos en las Malvinas nos señalan la conducta a seguir", decían con énfasis patriotero los torturadores de Videla y Galtieri. Naturalmente, no hicieron encuestas. Desocupados, mutilados, menospreciados y abandonados por la sociedad, el Congreso decretó que el 10 de junio fuese declarado Día de la Soberanía y después hizo lo contrario de Londres: olvidarse de sus héroes.
Así fue que aquellos chicos, que hoy rondan los cuarenta y pico de años, empezaron a suicidarse. El primer caso tuvo lugar en Tucumán, cuando poco antes del fin de la guerra unos automovilistas divisaron el cuerpo de Agustín de Dios Díaz balanceándose de un letrero al costado de la ruta. Agustín era sobreviviente del crucero General Belgrano, hundido por el submarino nuclear Conqueror.
En julio de 1984, el joven cabo marplatense Gregorio Alvarez se puso el uniforme y se prendió la condecoración recibida en las Malvinas: "Papá, he decidido quitarme la vida". Gregorio sacó una pistola y se voló la cabeza. Dos meses después Omar Eduardo Corso siguió su ejemplo en Avellaneda y en octubre Mario Ramón Llamas se arrojó al río Paraná luego de fugarse del hospital siquiátrico donde se había recluido voluntariamente.
A 20 años de la derrota el número de suicidas oscila entre 250 y 300, cifra que lentamente se va acercando a los caídos en acción. Argentina tuvo 745 bajas y Gran Bretaña 265. Pero las 323 víctimas del Belgrano deben ser calificadas de asesinato, pues por decisión de Margaret Thatcher este vetusto navío escuela de la Segunda Guerra Mundial se hallaba sin protección y fuera de la zona de exclusión.
El 13 de junio de 1982, un día antes de la capitulación, el primer partido del Mundial de España fue el de Bélgica-Argentina, donde los belgas ganaron 1-0. La inauguración del campeonato fue cerrada por un niño que portaba un balón del cual surgió una paloma, símbolo de la paz.
En 1992, un grupo de ex combatientes participaron en el video Me deben tres. En el documento uno de ellos dice: "Me deben tres: me deben los compañeros, me deben la traición y me deben las islas". El video reivindica a las Malvinas como causa antimperialista.