Eugenia Garza, Carla López, Rolando Villazón y Jorge Lagunes, constancia de calidad
De agasajo resultó Viva la zarzuela para los varios miles que llegaron al Auditorio Nacional
JAIME WHALEY
El vasto escenario del Auditorio Nacional se inundó de alegría y nostalgia con la única presentación, el lunes por la noche, del espectáculo Viva la zarzuela.
Fueron varios miles, pero sin llegar al lleno, los que acudieron al recinto de Chapultepec para presenciar el programa desarrollado por la Compañía Mexicana de Zarzuela Domingo-Embil, que se puede sentir satisfecha del esfuerzo pues, tanto la asistencia como los aplausos, dejaron constancia de que el género, tan en boga hace media centuria, aún cuenta con una buena cauda de seguidores, más los que se puedan rescatar de entre la masa.
Se recordaron tiempos idos
Para la mayoría de quienes ocuparon las butacas, el espectáculo resultó de agasajo, recordaron los tiempos idos, de sus romances y conquistas, obvia decir que eran ya senectos, pero no se necesita pertenecer a la tercera edad para disfrutar de las zarzuelas, el gusto afecta por igual a aquellos que tienen menos años, como por ejemplo, Roberto Cabrera, quien está a unos lustros de llegar a las seis décadas, y se confesó ávido seguidor de las seguidillas.
La velada transcurrió ligera y fue preludio de La revoltosa, hasta las actuaciones individuales -en la segunda parte- de las y los estelares, las magníficas voces de Eugenia Garza Prieto, Carla López Speziale, Rolando Villazón y Jorge Lagunes, sobre quienes recayó el peso del compromiso.
Maite Embil, emparentada con los apellidos que le dan nombre a la compañía, el de Plácido padre -Don Pla, para aquellos que lo conocieron- y el de doña Pepita, su esposa, la personificación misma de la morena clara, como no se cansaba de asegurar Moreno Torroba, el autor de Luisa Fernanda, sin duda la reina de las zarzuelas. Decíamos que Maite, quien sale en las telenovelas, fue la presentadora en mancuerna con Leopoldo Falcón, y ambos le dieron el toque familiar, pues este último empezó su carrera artística en el recordado Teatro fantástico y de ahí saltó a las zarzuelas y operetas.
El cuadro de danza del Club España, únicos amateurs del elenco, se deshizo del adjetivo, taconeó y pisó fuerte en Las Bodas de Luis Alonso, y directamente proporcional fue la respuesta cuando propició la primera de varias ovaciones prolongadas.
Productos de Operalia
La tesitura de las voces de Eugenia Garza y Carla López, soprano y mezzo-soprano, respectivamente, por momentos se perdió en el sonido, pero dejaron constancia de su calidad. Garza, al igual que Villazón, son producto de aquellos concursos Operalia, que auspiciara Plácido Domingo Embil. Villazón dejó sentir la potencia de su voz en La tabernera del puerto y Lagunes gustó con un fragmento de La leyenda del beso.
Hubo conjunción en cuanto a coreografía, vestuario y escenografía; sin querer caer en lo meloso, las voces las aportó también el coro del Centro Nacional de las Artes y, como dirían en los discursos, al último, pero no por ello menos importante, la Sinfónica de la Universidad de Hidalgo, bajo la batuta de Román Revueltas, aportó la música y lo hizo con sonoridad, clase y claridad.