Jorge Camil
El Mundial
De arraigada tradición futbolera, México se ha convertido en un país como Italia y Argentina, donde el futbol ha dejado de ser deporte para convertirse en pasión nacional. Con el reloj al revés, y sin enfado, vibramos de noche frente a los aparatos de televisión y sobrevivimos bostezando durante el día pretendiendo cumplir las obligaciones cotidianas. Toleramos sin protestar, en una ciudad que ha perdido la capacidad de perdonar, el estridente grito de šgoool! que explota en la casa vecina a las dos de la mañana, y sonreímos condescendientes cuando las bocinas de los automóviles que acompasan los gritos de šMé-xi-co, Mé-xi-co! anuncian la victoria en la quietud de la noche. Hemos relegado a segundo plano la escuela, el trabajo, la situación económica, la transición, el Pemexgate y la relación con Estados Unidos (país del que no queremos saber nada después de habernos eliminado en el umbral embriagador de los cuartos de final). Es como si de pronto se hubiese detenido el reloj y las únicas noticias importantes fuesen los marcadores deportivos. šEl colmo!: en días pasados los medios locales anunciaron con dos días de retraso un atentado con coche bomba en el consulado estadunidense de Karachi (o tal vez lo anunciaron oportunamente, pero a nadie le importó la noticia en su momento). ƑA quién le preocupa el mundo cuando aún tenemos detenido en la memoria el imposible gol de Jared Borgetti contra Italia?
En Argentina, donde el futbol es un modo de vida, la eliminación se convirtió en tragedia nacional. Una más. "Dios nos ha abandonado", concluyó un hombre entrevistado en las calles de Buenos Aires. Y es que cuando el sistema político se hunde y el peso se desploma y el desaliento se apodera de miles de argentinos por nacimiento que abandonan la patria rumbo a la tierra de sus antepasados, sólo queda el futbol. "Una victoria nos hubiese hecho tanto bien", lamentó con mucha filosofía y una pizca de nostalgia una vieja que seguramente vivió en carne propia las experiencias relatadas en el estupendo artículo "No habrá más pena ni gloria", de Sergio Ramírez (La Jornada, 31/05/02): la historia de un país que fue la envidia de América Latina, entre otras cosas, como dice el escritor nicaragüense, "por Lugones, por Borges, por Cortázar, por Tomás Eloy Martínez y, por supuesto, por Gardel" (y por el encanto de Evita, diría yo, la precursora de todas las Lady Di y Jacqueline Onassis del planeta), y hoy se cae a pedazos después de haber sido gobernado por una cabaretera, un brujo asesino y los militares que sembraron de cadáveres el fondo del río de la Plata. Sí, una victoria les hubiera hecho tanto bien...
La pasión italiana no se queda atrás. Mi hija menor, estudiante universitaria en Roma, me confesó con preocupación el comentario de su mejor amiga italiana antes del partido: te lo advierto -le dijo con seriedad-, si México elimina a Italia no le va a gustar a nadie. šAsí que el empate resultó una bendición para todos! Aunque después, en un Mundial en el que todo anda de cabeza (además del reloj), los italianos hayan seguido la suerte de Francia y Argentina: tres campeones del mundo derrotados en una competencia deportiva que afortunadamente se vuelve cada vez menos exclusiva y, por lo tanto, más mundial.
Hay que felicitar a la selección mexicana y a Javier Aguirre por los tres partidos iniciales, como aconsejó Josetxo Zaldúa en La Jornada: por la ilusión, por los momentos de alegría y por el buen humor de los compadres que luciendo la camiseta de la selección y bebiendo tequila a pico de botella lloraban de orgullo al terminar el partido contra Italia y, entre sollozos, pretendían entonar el Cielito lindo. Gracias por habernos puesto en la antesala de los cuartos de final entre los mejores equipos del mundo. Pero también hay que derribar mitos. No somos mejores que Estados Unidos a priori, como repiten mecánicamente todos los comentaristas deportivos: tal vez ahora seamos iguales (sobre todo cuando nos han derrotado en los últimos cinco juegos internacionales). Leyendo entre líneas me veo obligado a concluir que el estupendo liderazgo de Javier Aguirre fue principalmente una labor mental: identificar a los hombres de equipo, congelar vedetes, trabajar en el difícil campo de la autoestima. Pero también los jugadores están obligados a vencer a sus propios demonios: šlos jugadores de Estados Unidos están hechos de la misma madera que los italianos! Y, por favor, no nos desgarremos las vestiduras culpando a árbitros, técnicos y organizadores. Sigamos disfrutando esta deliciosa fiesta nocturna, que ya debe de haberle costado al país muchos millones de pesos en productividad, conscientes de que la decepcionante derrota contra Estados Unidos es tan nuestra como el espectacular desempeño frente a la escuadra azzurra.