Luis Javier Garrido
El nerviosismo
Las grandes decisiones sobre México ya no se toman en Los Pinos, y los funcionarios mexicanos están pasando a ser meros operadores de Washington, aunque hasta ese papel lo estén haciendo mal, como acontece con Vicente Fox, que pretende gobernar a través de la propaganda y manteniéndose en campaña permanente contra sus opositores.
1. El nerviosismo que se ha apoderado de Fox ante los reproches cada vez más abiertos de Washington para que su administración acelere la privatización de las industrias petrolera y eléctrica y modifique la legislación laboral en los términos que desean las trasnacionales, lo ha llevado a acciones desesperadas, que van desde abusar de la autopropaganda hasta a acusaciones poco fundadas en contra de quienes entiende son sus opositores, que no hacen más que mostrar la impotencia del Ejecutivo.
2. La característica esencial del gobierno foxista es que representa el más absoluto continuismo en relación con Salinas y Zedillo, y que para los mexicanos Fox y sus colaboradores no tienen la menor autoridad moral.
3. El encono sicopatológico de Fox y de sus amigos hacia el PRI no se debe a que en las elecciones éste se haya impuesto siempre violando las normas electorales (porque Fox lo hizo también en 2000 y lo pretende seguir haciendo), o a que los gobiernos priístas desarrollaran estructuras y prácticas de corrupción (ya que Fox las ha fortalecido en la administración pública y en el sector financiero), y ni siquiera porque los tres últimos presidentes del PRI hayan adoptado las políticas neoliberales haciendo nulos los derechos sociales del pueblo mexicano (ya que Fox las ha hecho también suyas y con mayor vehemencia). No, el odio del foxismo hacia el priísmo viene de que al interior del PRI aún hay una corriente nacionalista, que cree en las leyes y que en el pasado pugnó por reformas y, entre otras cosas, por someter a los empresarios a algo hacia lo que Fox siente enorme desprecio, y que es la ley.
4. El propio Fox así lo asentó en 1999 en su libro de memorias A Los Pinos, en el que consigna que su rebeldía contra el sistema priísta vino por los múltiples trámites que empresarios como él tenían que hacer para exportar en los años 80 (pp. 54-55), y que se decidió a participar en política cuando el latifundio familiar, al que llama "ranchito", tuvo problemas agrarios y laborales (pp. 65-67). Su preocupación central fue desde entonces anteponer los intereses de los empresarios, subsidiados y situados por encima de la ley, a cualquiera otro, incluyendo los del pueblo mexicano.
5. El gobierno de Fox se presentó desde su inicio como gobierno de empresarios, lo que no sorprende, como tampoco que llame "la transición" a la aplicación de las medidas neoliberales sin ver que ésta no deja de ser "una simulación".
6. La transición, para él, no es otra cosa que hacer realidad los objetivos del Banco Mundial y del FMI, y desmantelar el Estado. El foxismo no tuvo programa porque no necesitaba tenerlo, era el de los organismos financieros internacionales, y supuso lo que ellos han venido exigiendo: terminar con la rectoría económica estatal, vender todas las empresas públicas, en particular aquellas que han despertado la codicia histórica de las trasnacionales, como Pemex; eliminar todo tipo de restricciones normativas a consorcios privados; suprimir del marco legal mexicano los derechos exclusivos de la nación al subsuelo, al espacio aéreo o al mar territorial y cancelar los derechos sociales (al trabajo, a la salud, a la tierra) que afectan el "orden neoliberal"; aceptar el nuevo orden jurídico supranacional. Anteponer, en suma, en todos los ámbitos lo privado a lo público.
7. La otra transición, la verdadera, la que hubiese supuesto el paso de un régimen antidemocrático a uno construido por todos, quedó en una torpe propaganda presidencial que cuesta millones de dólares al pueblo, aunque muy pocos la crean, pues los hechos la desmienten. El presidencialismo en vez de desmantelarse se consolida. Los cambios democráticos no se han producido y Fox pretende desconocer la Constitución, que protestó guardar, y expedir ahora una nueva. El ajuste de cuentas del foxismo "con el pasado", a cargo de un fiscal especial de la PGR (miembro del salinismo), no constituye más que una puesta en escena para proseguir con la propaganda antipriísta, aunque se sepa que no se llevará a nadie ante los tribunales y que desde ahora curiosamente exonera a Salinas y a Zedillo: los tecnócratas amigos de Fox. Los archivos de los 60 y los 70 se abren expurgados, y los de hoy, que afectan a empresarios y a los amigos de Fox, se ocultan para impedir que se conozca la corrupción del régimen foxista.
8. El gobierno de Fox no esconde, en su nerviosismo, su repudio al marco legal del país, y nadie se extraña por eso cuando el empresario Raúl Muñoz Leos (director de Pemex) invita a los empresarios a extraer gas para enviarlo a Estados Unidos, y afirma que no se necesita modificar las leyes para operar contratos con las grandes trasnacionales petroleras, con las que ya cabildea (El Universal, 20/06/02).
9. El descontento de la población con el nuevo gobierno es muy grande y para enfrentarlo no hay en Los Pinos más recursos que la propaganda sobre "el cambio" (que todo mundo sabe que nunca llegó), y así no desaprovecha ocasión para simular y confundir, aunque todo le salga mal, como en el Mundial de Futbol, mediante el cual Fox buscó utilizar en su provecho los primeros éxitos del equipo de México, pretendiendo que ya todo había cambiado, como acontecía con la selección mexicana, y ordenó una vasta propaganda en los medios, que se derrumbó cuando la escuadra mexicana perdió de manera vergonzosa con Estados Unidos, y sus jugadores mostraron que no tienen el pundonor de los jugadores de antaño, desilusionando al país y regresando más derrotados que nunca.
10. Casi a la mitad del sexenio el foxismo está resultando un verdadero laboratorio para el neoliberalismo, que ha asignado a los gobiernos nacionales el papel de simples gestores de sus intereses, pero este experimento sigue desdeñando al pueblo, y el descontento nacional sigue creciendo.