Leonardo García Tsao
El cielo no puede esperar
Siempre es admirable la voluntad de un cineasta por correr riesgos. Tras su notable debut como realizador, Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto (1995), el español Agustín Díaz Yanes intenta algo diferente en su postergado segundo largometraje, rebautizado aquí Bendito infierno (su título original, Sin noticias de Dios, resulta más sugerente). Si bien repite en su trama elementos del thriller urbano con preocupaciones sociales, lo hace en un contexto muy diferente.
De hecho, la metafísica narrativa se sitúa en el Cielo, el Infierno y la Tierra. En el primer sitio, una delegada (Fanny Ardant), consciente de una crisis celestial, recluta al ángel Lola (Victoria Abril) para que salve el alma de Many (Demián Bichir), un boxeador fracasado a punto de suicidarse. Al mismo tiempo, el jefe del Infierno, Jack Davenport (Gael García Bernal), ordena se mande a un agente a conseguir su condena. La elegida es Carmen (Penélope Cruz), quien llega al departamento de Many haciéndose pasar por una prima lejana y ahí encuentra a Lola, ya adueñada del papel de la esposa que había dejado al hombre.
Lo que se inicia como una lucha entre el Bien y el Mal se complica con una serie de subtramas: Many es amenazado por policías corruptos a causa de la deuda resultante de una transa, Lola y Carmen se enfrentan en su trabajo terrenal en un supermercado, Davenport sospecha de una grilla infernal en su contra y todos se preguntan por qué el alma de un boxeador marcaría una diferencia.
Ciertamente, Díaz Yanes hace a un lado la modestia y se lanza en un salto mortal con varios grados de dificultad. Para su crédito, no cae de panzazo aun cuando en los primeros 10 minutos de la película tiene el descaro de hacer citas directas de la obra de Truffaut y Scorsese. Lo que lo salva es ese desenfado, precisamente. El realizador no se toma en serio un asunto de gran potencial pedante y lo resuelve con un sentido del humor acertado la mayoría de las veces.
Un par de cualidades sacan a Bendito infierno a flote cuando el asunto parece hundirse a causa de su dispersión argumental. Una, Díaz Yanes sabe escribir diálogos ingeniosos con una base de observación social (por ejemplo, ese apunte sobre cómo el Cielo está lleno de almas "que se encerraban en su casa a comer hamburguesas y ver televisión"), y dos, es un director bastante apto que consigue contar su relato por medio de una constante inventiva visual, y dirige a su reparto con buena mano. Usando otra vez a actores mexicanos en papeles relevantes, el realizador aprovecha bien las dotes de los hermanos Bruno y Demián Bichir, aunque es García Bernal quien le saca mayor partido a su personaje de diablo intrigante y mañoso, cuyo acento chilango hace pensar en una militancia en el PRI durante una vida previa. Díaz Yanes incluso sabe explotar el limitado registro de Cruz, dándole armas en el difícil mano a mano con la mucho más versátil Abril.
Quizá por ese afán de establecer una igualdad de circunstancias entre sus dos actrices, el cineasta alarga demasiado el relato y, encima, les regala elaborados aunque gratuitos números musicales. El único que se justifica en el contexto de la historia es aquel cuando Lola canta sobre su deseo de ser mala, emulando a Rita Hayworth en Gilda (icono por demás emblemático en la historia española, por la conmoción que causó en el puritanismo franquista). Pero, Ƒrealmente era necesario ver a Cruz bailando a solas al ritmo de Kung fu fighting?
Si bien Bendito infierno no logra amarrar sus desiguales ambiciones en un todo coherente y satisfactorio, sí confirma que en Agustín Díaz Yanes hay un autor diferente al común denominador del cine español.
Bendito infierno (Sin noticias de Dios)
D y G: Agustín Díaz Yanes/ F. en C, ByN: Paco Femenia/ M: Bernardo Bonezzi; canciones varias/ Ed: José Salcedo/ I: Victoria Abril, Penélope Cruz, Demián Bichir, Fanny Ardant, Gael García Bernal, Bruno Bichir/ P: Flama Films, Cartel, Tornasol Films, Ensueño, TeleMadrid, DMUB y Altavista Films. España, Francia, Italia, México. 2001.
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