De modo reiterado, Gil Díaz y Diego Fernández son impugnados por los intelectuales
Doce años de desencuentros con la cultura
Los creadores, siempre en la mira del titular de Hacienda
ANASELLA ACOSTA NIETO
Los desencuentros de Francisco Gil Díaz, titular de la Secretaría de Hacienda, con la cultura han quedado evidenciados en sus discursos y desempeño como funcionario público. Sólo se ha referido a escritores y creadores en general para procurar cobrarles impuestos, igual que por los libros. Ni una sola vez ha hecho referencia a la cultura y la educación como motores de la productividad económica del país.
Es licenciado en economía egresado del Instituto Tecnológico Autónomo de México, y tiene doctorado en la misma materia por la Universidad de Chicago. Desde 1971 es miembro del Partido Revolucionario Institucional.
En las últimas dos décadas ocupó diferentes cargos en el Banco de México y en Hacienda. En ésta fungió como subsecretario de Ingresos, cuando el titular fue Pedro Aspe Armella, durante la administración de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994). Gil Díaz resume su curriculum: "Soy un tecnócrata frío" (La Jornada, primero de abril de 2001).
Uno de sus primeros desencuentros con la cultura ocurrió en 1990, cuando Aspe presentó una miscelánea fiscal -de la cual Gil era autor intelectual- que modificaba la exención para los autores, establecida desde 1917. Se pretendía gravar las regalías con 35 por ciento de impuesto sobre la renta.
El planteamiento no prosperó gracias a la oposición de 400 autores, encabezados por los caricaturistas, que en 1992 obtuvieron un fallo en su favor por parte de la Suprema Corte de Justicia. En respuesta, Salinas de Gortari se vio obligado a enviar una iniciativa para eximir de impuestos el trabajo autoral. En una reunión con intelectuales dijo que tenía la convicción de alentar la labor de los creadores. Esa vez los autores escaparon de Gil Díaz.
El 22 de enero de 1993, relata Gabriel Zaid (La Jornada 13 de enero de 2001), Gil Díaz tenía programado un encuentro con varios escritores que peleaban la exención autoral: "olímpicamente nos plantó. Estuvo en su lugar Rubén Aguirre Pangburn, entonces director general técnico de Ingresos, y ahora subsecretario de lo mismo".
La revancha
En 2000 Francisco Gil fue designado secretario de Hacienda por el presidente Vicente Fox. Desde entonces, en opinión del abogado José Luis Caballero, parece haber vislumbrado la revancha de aquel fallido intento iniciado en 1990 contra la producción cultural.
El 3 de abril de 2001 la Presidencia presentó de manera oficial su iniciativa de reforma fiscal, que suprimía la exención autoral y la reducción del impuesto a la edición de libros, disposición que fue aprobada por un Congreso semidormido la madrugada del último día de ese año.
El 10 de abril rechazó que la eliminación de la tasa cero del IVA en el consumo final de libros derivaría en un incremento en el precio de éstos, tal como se quejaban integrantes de la industria editorial y el mundo cultural.
"No tiene por qué haber un aumento en el precio de los libros. Lo que el gobierno está proponiendo es eliminar la exención de 50 por ciento en el pago del ISR en el sector editorial. Eso no tiene que ver con costos y con precios, y además no es trasladable al precio al consumidor final."
El 8 de enero de 2002, luego de aprobada la Nueva Hacienda Tributaria y ante la inconformidad ya expresada por los autores, Gil Díaz advirtió que la dependencia a su cargo lucharía "con los medios jurídicos de que dispone el gobierno" para que los amparos por cualquier instrumento jurídico interpuesto por los particulares que se sintieran afectados por la ley del ISR no prosperaran.
El 9 de enero, respondió al presidente de la Sociedad General de Escritores de México: "países que tienen un nivel muy elevado de cultura no lo han logrado conbase en subsidios, de no cobrar impuestos o de tratamientos fiscales especiales. Tenemos que buscar el origen del problema en otras causas, porque aquí hemos tenido la exención de derechos de autor durante muchísimos años; un tratamiento privilegiado a la industria editorial en impuesto sobre la renta y del valor agregado y no ha mejorado el nivel cultural".
El primero de junio Hacienda publicó en el Diario Oficial la determinación que ahora obliga a los editores de libros a absorber el IVA que pagan por insumos, del que estuvieron exentos hasta el 31 de mayo.
Ante la incongruencia de esa medida, anunciada tres días después de que Fox presentara el programa Hacia un País de Lectores, y ante la presión de editoras y escritores, el 10 de junio el mandatario se vio obligado a instruir a Gil Díaz para otorgar estímulos fiscales y compensar la eliminación de la tasa cero a los editores.
El acercamiento más reciente al mundo de la lectura por parte del secretario ocurrió el 21 de junio: "En cuanto a la industria editorial, todos sabemos que con excepción de algunas revistas que son semipornográficas, que son las de mayor circulación, prácticamente no leemos en nuestro país". Así es el historial de cultura de este secretario de Estado.
Hoy, terroncitos de azúcar
ANGEL VARGAS
Cuando el senador Diego Fernández de Cevallos salió en defensa del secretario de Hacienda en torno al tema de la lectura en México, añadió un nuevo epíteto para quienes considera enemigos; dijo que los intelectuales son "terroncitos de azúcar y algunos de ellos no tienen un modo honesto de vivir" (La Jornada, 22 de junio). Antes había hablado de "viejerío", "descalzonados" y "encapuchados".
Su acercamiento más conocido en el ámbito de la cultura ocurrió en 1994, cuando contendía por la Presidencia y sostuvo una reunión con el Grupo San Angel, integrado por intelectuales y políticos de diversas corrientes de pensamiento.
Ese encuentro fue muy favorable para Diego Fernández. Según crónicas de esa época, Jorge Castañeda, Federico Reyes Heroles, Bernardo Sepúlveda Amor, Adolfo Aguilar Zinser y Ricardo García Sainz, entre otros, lo calificaron de "agradable", "inteligente" e "interesante", e incluso algunos dijeron que era "un candidato muy atractivo" y "un tipo brillante".
Federico Reyes Heroles expresó: "tiene huesos intelectuales, reacciona con huesos... Sus conceptos no son para complacer a todo el mundo, y esto habla bien de un candidato a la Presidencia. Dice lo que piensa, lo que cree... Tiene huesos en el sentido de que tiene un código moral y ético y a él se prende".
El entonces candidato consideraba central el papel de los intelectuales para, en caso de ganar la Presidencia, poder garantizar una transición sin turbulencias, y fue así que sostuvo algunas reuniones con diversos grupos de ellos.
Antipatía hacia la educación socialista
Un par de años antes, como coordinador de la fracción panista en la Cámara de Diputados, el político despertó críticas no sólo entre la comunidad intelectual, sino también en la educativa, por su defensa de los libros de texto para nivel primaria propuestos por el entonces secretario de Educación, Ernesto Zedillo, que fueron muy cuestionados, sobre todo el de la asignatura de historia.
Diego Fernández dijo estar alegre "por el nuevo rumbo que empieza a tomar la educación en México", que en la "reforma auténticamente educativa" que comenzaba, se encaminaba "por senderos que nosotros hemos señalado y que vemos con simpatía".
En una sesión legislativa manifestó su desacuerdo contra la "virulencia" que había contra esos libros, la cual atribuyó a "una razón sencilla: porque ya no se adecuan a ese maniqueísmo, porque ya no se impone la educación socialista, porque ya no se impulsa el amor a determinado tipo de hombres o conductas, porque ya no está hoy un determinado sesgo político imprimiendo en la juventud una visión absolutamente maniquea".
Abundó: "Ƒque están molestos algunos miembros del Ejército?, a lo mejor algún ex chofer del general (Lázaro) Cárdenas, pero mencionar en materia educativa como argumento la molestia del Ejército parece más bien reminiscencia de estados-gendarme, de estados-gorila, de movimientos de fuerza".
Las más recientes relaciones entre el legislador y el ámbito de la educación, la cultura y el arte se remontan a la actual administración y su papel como coordinador de la fracción panista en el Senado, que ha apoyado la anulación de la exención fiscal a los creadores y la tasa cero a los editores.
Además, por supuesto, la reciente defensa que hizo del secretario de Hacienda, Jesús Gil Díaz, y el criterio de éste acerca de que en México no se lee y que por eso no es necesario apoyar a la industria editorial del país.
En un perfil realizado por un medio informativo de Querétaro, Tribuna, con motivo del nombramiento de Diego Fernández como líder del panismo en el Senado, algunos de sus correligionarios le reconocieron gran facilidad de liderazgo e inteligencia, y mencionaron sus arranques temperamentales, así como su imagen polémica, pero nadie hizo alusión alguna de él como hombre de cultura ni a su capacidad intelectual.
"Diego es según el cristal con que lo mires", expresó Guillermo Herbert, "mucha gente puede ver que tiene un orgullo muy grande, pero el orgullo debe ser manejable y deducible de impuestos".
El senador Arturo Nava Bolaños coincide en que Diego Fernández tiene mucha preparación y liderazgo pero todos saben que es temperamental.
En cambio, Alvaro Fernández de Cevallos, hermano del ex candidato presidencial se deshace en elogios: "desde niño ha participado en la vida política; es religioso, honesto, abierto, transparente; se caracteriza por su disciplina, eficacia, puntualidad y por ser un abogado exitoso".
De igual manera, Rolando García lo reconoce como político fuera de serie; además, lo admira como ganadero y agricultor, según escribió en esa publicación Brenda Cárdenas Alvarado.
No obstante todo lo dicho y escrito acerca de él, el político panista, nacido en marzo de 1941, se ha contentado con definirse así: "Sinceramente ni me considero un personaje ni un líder moral, soy un panista igual que muchos... No soy necesario ni en mi casa. Necesario, sólo Dios; a veces nosotros somos útiles".