RUMBO AL GENOCIDIO DE PALESTINOS
El
lunes pasado, el Ejecutivo estadunidense, George W. Bush, pidió
a los palestinos que prescindan de su presidente como condición
para apoyar la creación de un Estado para ese pueblo martirizado.
Poco le importó al mandatario del país más poderoso
del mundo que Yasser Arafat haya sido elegido por su pueblo en unos comicios
mucho más transparentes que los de finales de 2000 en Estados Unidos,
que culminaron con escandalosos desaseos y manoseos de la voluntad popular,
a los cuales el propio Bush les debe el puesto. El ocupante de la Casa
Blanca tampoco reparó en el hecho de que si Washington aspira a
preservar su papel de mediador en el conflicto de Medio Oriente no puede
descalificar a los dirigentes de ninguna de las partes, so pena de exhibirse
automáticamente como partidario de una de ellas.
Por añadidura, las responsabilidades que Tel Aviv
atribuye a Arafat distan mucho de estar tan amplia y mundialmente documentadas
como los crímenes de guerra perpetrados por Israel en los territorios
palestinos, a la vista de todo el mundo, en los últimos meses. El
presunto respaldo de Arafat al terrorismo es hipotético y, hasta
ahora, propagandístico. En cambio, las responsabilidades del actual
premier israelí, Ariel Sharon, en las masacres de Sabra y Chatila,
Líbano, donde los aliados locales de las fuerzas invasoras israelíes
asesinaron a miles de civiles palestinos, se dirimen actualmente en una
corte de apelaciones de Bélgica, la cual debe decidir hoy mismo
si procede un juicio contra Sharon por crímenes de guerra.
La insolencia injerencista de Bush indica, más
allá de toda duda razonable, que la guerra actual es contra el conjunto
de los palestinos --los cuales votaron mayoritariamente por la moderación
y la negociación--, y no contra las formaciones terroristas de ese
bando, ni contra la Autoridad Nacional Palestina y su titular. A su vez,
los estamentos terroristas del lado árabe e islámico sirven
de pretexto al terrorismo de Estado de Israel y su aliado Estados Unidos
y, ante la insistencia de Sharon y de Bush en humillar, sojuzgar y demoler
a la Autoridad Nacional Palestina, amplían su base de adeptos exasperados
que no ven otro camino que asesinar civiles israelíes.
En esta circunstancia, en la que Estados Unidos ha prescindido
hasta de su disfraz de mediador para asumirse como parte beligerante antipalestina
--y en la que Kofi Annan, secretario general de la ONU, aplaude de manera
automática cualquier barbaridad que diga el presidente de Estados
Unidos--, el único contrapeso posible, el único factor de
moderación que podría evitar un nuevo genocidio de palestinos,
es la Unión Europea y el conjunto de sus instituciones. Es precisamente
en una de ellas, una corte de apelaciones de Bruselas, donde se dirime
ahora la posibilidad de enjuiciar a Sharon por el asesinato masivo perpetrado
en Sabra y Chatila hace 20 años, y el fallo correspondiente será
dado a conocer hoy mismo. Será un dato significativo sobre la posibilidad
de detener la próxima masacre y la infamia que se avecina, a la
vista, una vez más, de todo el mundo.