Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 12 de julio de 2002
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Espectáculos
El fin de semana inició temporada en sus terrenos de Buenavista

Tecnología y destreza mímica en el acto del robot humano del circo Unión

JAIME WHALEY

Con una constelación de luminarias de alto nivel internacional el Circo Unión empezó su temporada anual el pasado fin de semana en su local de Buenavista.

Malabaristas, aerealistas, un payaso, trapecistas, pulsadores, los infaltables tigres de Bengala -que son 10- y tres elefantas, además de un espléndido acto de tecnología que es el llamado Robot Humano, entre otros, conforman el programa que por poco más de dos horas mantiene al respetable -ya infantes, ya adultos- con la atención fija en el redondel.

Marlon, húngaro, juega con los aros y las clavas, en acto que parece de poca trascendencia pero que tiene el añadido de que lo hace montado sobre un globo terráqueo. El día del debut estuvo algo fallo en su finale, pero, como acotó Walter Fuentes, el empresario, ''esto únicamente demuestra la concentración y la habilidad que se requiere para este tipo de actos''.

Los nervios justificados por la peligrosidad de su acto también se les aparecieron al grupo Escala, que procede de la Escuela Nacional de Circo de Cuba. Los isleños -siete hombres y una risueña mulata- ejecutan un salto de catapulta desde un balancín a caer sobre un sillón que está montado en una percha. Y allá va el cubano, patiabierto, uno, dos y tres giros. Su vuelo alcanza una altura de cerca de 10 metros y ya desciende encogido para aterrizar en el grisáceo aposento, y aunque no logra caer adecuadamente el público le prodiga un buen reconocimiento con las palmas y pide, exige, otro, otro. Solicitud que es atendida de inmediato y esta vez sí, con donaire, el sonriente antillano se posa con facilidad en el asiento.

''Tenemos un espectáculo muy valioso, tanto por su calidad como por su paga'', acepta Víctor Sánchez, director comercial de la empresa mexicana que cumple 64 años y que para festejarlo ha invitado a la función de apertura a otros empresarios circenses como los Atayde, los Vázquez, Elena Pérez y el brasileño Tihanny.

Vanessa Ríos es una contorsionista argentina. Su acto es una mezcla de ballet y gimnasia. Ya se arquea para convertir su cuerpo en cinta sinfín. Sus pies tocan su cabellera y termina su actuación con un alarde de fuerza de cuello, sosteniéndose con la boca, que muerde una empuñadura. Su contraparte masculina, en acto aparte, es Muktar, delgado pero fuerte sujeto que a su natal Hungría llevó a los verificadores de las marcas Guinness, esas proezas que asombran al mundo, para que constataran su capacidad de anudarse. Muktar dobla un pie y por el triángulo que se forma saca la cabeza. Con pasmosa facilidad se toma con las manos una pierna y, como quien toma un lápiz, así de simple, se la enreda al cuello por detrás de la cabeza y ya antes dejó estupefacta a la concurrencia con sus movimientos viscerales. Higado, estómago, intestinos, bazo, pulmones, todo entra en movimiento en este hombre de articulaciones y músculos de liga.

Sin duda, tal como lo anuncian, Mike Michaels es la atracción de temporada. El mimo canadiense, con gran cartel en los shows de Las Vegas, encarna al robot humano, truco de alta tecnología en el que de un pañuelo se saca una cara con los circuitos impresos y lo mismo hace con su tórax.

Pitillo, payaso peruano, interactúa sanamente. Gabriela Alexis, de Estados Unidos, se desenvuelve en el trapecio sin red protectora y los Filatenko, troupe rusa, del meritito Moscú, cierra la función con actos que han recibido reconocimiento internacional en festivales europeos. Vladimir y Palina, él un robusto pulsador y ella una beldad eslava, se hacen acompañar por Igor y Dmitri, campeones de gimnasia, en un acto de cintas marinas que los hace volar armónicamente casi pegados a la carpa.

El Unión estará por aquí casi todas las vacaciones escolares. Las funciones son: de lunes a viernes, 19:30 horas; sábados, 17 y 19:30 horas, y domingos, 12, 16 y 19 horas. Los precios son módicos -van de los 60 hasta los 150 pesos- y hay que llevar dinero extra para complacer a la chiquillería que se ve impelida a comprar aros luminosos por $40 o los refrescos de $10.

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