El fin de semana inició temporada en sus terrenos de Buenavista
Tecnología y destreza mímica en el acto
del robot humano del circo Unión
JAIME WHALEY
Con una constelación de luminarias de alto nivel
internacional el Circo Unión empezó su temporada anual el
pasado fin de semana en su local de Buenavista.
Malabaristas,
aerealistas, un payaso, trapecistas, pulsadores, los infaltables tigres
de Bengala -que son 10- y tres elefantas, además de un espléndido
acto de tecnología que es el llamado Robot Humano, entre otros,
conforman el programa que por poco más de dos horas mantiene al
respetable -ya infantes, ya adultos- con la atención fija en el
redondel.
Marlon, húngaro, juega con los aros y las clavas,
en acto que parece de poca trascendencia pero que tiene el añadido
de que lo hace montado sobre un globo terráqueo. El día del
debut estuvo algo fallo en su finale, pero, como acotó Walter
Fuentes, el empresario, ''esto únicamente demuestra la concentración
y la habilidad que se requiere para este tipo de actos''.
Los nervios justificados por la peligrosidad de su acto
también se les aparecieron al grupo Escala, que procede de la Escuela
Nacional de Circo de Cuba. Los isleños -siete hombres y una risueña
mulata- ejecutan un salto de catapulta desde un balancín a caer
sobre un sillón que está montado en una percha. Y allá
va el cubano, patiabierto, uno, dos y tres giros. Su vuelo alcanza una
altura de cerca de 10 metros y ya desciende encogido para aterrizar en
el grisáceo aposento, y aunque no logra caer adecuadamente el público
le prodiga un buen reconocimiento con las palmas y pide, exige, otro, otro.
Solicitud que es atendida de inmediato y esta vez sí, con donaire,
el sonriente antillano se posa con facilidad en el asiento.
''Tenemos un espectáculo muy valioso, tanto por
su calidad como por su paga'', acepta Víctor Sánchez, director
comercial de la empresa mexicana que cumple 64 años y que para festejarlo
ha invitado a la función de apertura a otros empresarios circenses
como los Atayde, los Vázquez, Elena Pérez y el brasileño
Tihanny.
Vanessa Ríos es una contorsionista argentina. Su
acto es una mezcla de ballet y gimnasia. Ya se arquea para convertir su
cuerpo en cinta sinfín. Sus pies tocan su cabellera y termina su
actuación con un alarde de fuerza de cuello, sosteniéndose
con la boca, que muerde una empuñadura. Su contraparte masculina,
en acto aparte, es Muktar, delgado pero fuerte sujeto que a su natal Hungría
llevó a los verificadores de las marcas Guinness, esas proezas que
asombran al mundo, para que constataran su capacidad de anudarse. Muktar
dobla un pie y por el triángulo que se forma saca la cabeza. Con
pasmosa facilidad se toma con las manos una pierna y, como quien toma un
lápiz, así de simple, se la enreda al cuello por detrás
de la cabeza y ya antes dejó estupefacta a la concurrencia con sus
movimientos viscerales. Higado, estómago, intestinos, bazo, pulmones,
todo entra en movimiento en este hombre de articulaciones y músculos
de liga.
Sin duda, tal como lo anuncian, Mike Michaels es la atracción
de temporada. El mimo canadiense, con gran cartel en los shows de
Las Vegas, encarna al robot humano, truco de alta tecnología en
el que de un pañuelo se saca una cara con los circuitos impresos
y lo mismo hace con su tórax.
Pitillo, payaso peruano, interactúa sanamente.
Gabriela Alexis, de Estados Unidos, se desenvuelve en el trapecio sin red
protectora y los Filatenko, troupe rusa, del meritito Moscú,
cierra la función con actos que han recibido reconocimiento internacional
en festivales europeos. Vladimir y Palina, él un robusto pulsador
y ella una beldad eslava, se hacen acompañar por Igor y Dmitri,
campeones de gimnasia, en un acto de cintas marinas que los hace volar
armónicamente casi pegados a la carpa.
El Unión estará por aquí casi todas
las vacaciones escolares. Las funciones son: de lunes a viernes, 19:30
horas; sábados, 17 y 19:30 horas, y domingos, 12, 16 y 19 horas.
Los precios son módicos -van de los 60 hasta los 150 pesos- y hay
que llevar dinero extra para complacer a la chiquillería que se
ve impelida a comprar aros luminosos por $40 o los refrescos de $10.