Miguel Concha
La hora de la sociedad civil
El principal eje transversal de las conclusiones del primer Encuen-tro Nacional por una Paz con Justicia y Dignidad, que congregó en San Cristóbal de las Casas a más de mil personas, indígenas y no indígenas, de 285 organizaciones de 23 estados de la Re-pública y 13 países, entre el 5 y el 7 de julio pasados, es indudablemente el de la corresponsabilidad madura de la sociedad civil para crear condiciones de paz que hagan posible la reanudación de un diálogo efectivo, por encima de los factores que, sobre todo en Chiapas, están propiciando y promoviendo una vez más la violencia, a pesar de las declaraciones retóricas oficiales en contrario: programas gubernamentales que provocan la división y el enfrentamiento, tensiones y conflictos inducidos por posesión de tierras, despojos y desplazamientos, represión política de miembros de comunidades opositoras, violación de derechos humanos, implementación de proyectos acordados en el ámbito internacional a espaldas del pueblo, militarización, impunidad paramilitar y promoción de migraciones, todo ello en el marco de una política económica neoliberal, que está teniendo un impacto dramático en la mayoría de la población.
En suma, una guerra de desgaste o de contrainsurgencia, para nada ajena a esos designios, que en el encuentro fue calificada sin ambages como neocolonialista y etnocida. Frente a esto, y ante la incapacidad de los distintos poderes del Estado, tanto federales como locales, para responder a las legítimas reivindicaciones estratégicas y nacionalistas de los pueblos y comunidades indígenas, con confianza en sí misma la sociedad civil en toda su diversidad expresa su compromiso de articularse mejor y de recuperar la iniciativa en torno de un nuevo proyecto de nación soberana, incluyente, justa y democrática.
"Este es el momento de la sociedad civil -se dice al final del Llamado a la conciencia y al corazón nacionales, que se aprobó por aclamación al término de los trabajos-, tenemos que recuperar la iniciativa. Los pueblos indios tocaron nuestro corazón, nos despertaron y nos pusieron el ejemplo de la dignidad y la autonomía. Sus innumerables contribuciones desde 1994 culminaron en la marcha del color de la tierra, que llevó su voz a la más alta tribuna de los poderes constituidos. Esos poderes, en todos los niveles, están demostrando su incapacidad de respuesta a esas legítimas reivindicaciones.
"Es la hora -se añade entonces con lucidez- de la fuerza constituyente de la sociedad civil. Nosotros constituimos a esos poderes constituidos. Somos la base legítima de todo poder político. Necesitamos hacer valer esa capacidad. No podemos, no debemos y no queremos dejar en manos de unos cuantos grupos, que usurpan el control de esos poderes el destino de la nación. Tenemos que hacer valer los derechos del pueblo, en quien reside, de acuerdo con la Constitución, la soberanía de la nación. Necesitamos contribuir a formar un nuevo pacto social y político, que constituya un nuevo Estado."
No obstante las condiciones insoportables de vida que se pretende imponer, la sociedad civil representada en el encuentro hizo un recuento de sus logros para resistir y formuló compromisos y acciones para mejorar su capacidad de respuesta. Entre los primeros destaca la afirmación de las distintas modalidades civiles o políticas de autonomía, así como los esfuerzos para impulsar la unidad y la reconstrucción de las condiciones de convivencia comunitaria, y la profundización de la conciencia sobre la naturaleza del conflicto, sus causas y formas de resolverlo. Destaca igualmente la extensión de la solidaridad entre personas, comunidades y pueblos, y la reorganización de las condiciones de producción y de vida, para forjar una economía solidaria, que es ya expresión de un nuevo proyecto civilizatorio.
"Hasta en las condiciones más graves de ruptura del tejido social -se afirma en la segunda parte del documento final- se comprueba una conciencia política cada vez más lúcida y activa, que generaliza la iniciativa popular. Revela una cultura política y democrática que se enriquece continuamente y es una de las más profundas del país."
Las organizaciones participantes se comprometieron entre otras cosas a orientar todas las luchas civiles a la creación de condiciones de paz, respeto a los derechos humanos y construcción de la democracia, con la convicción de que no habrá transición hacia ella sin el reconocimiento jurídico y político de los derechos colectivos de los pueblos indios, ni de sus diferentes modalidades de ejercicio de sus autonomías.