En su novela Luces artificiales alerta sobre los riesgos de la sociedad
urbana
Por la pérdida de la capacidad de asombro vivimos
en la vanguardia del cinismo: Sada
Nobleza y sinceridad, ''virtudes prístinas del ser humano que han
sido transgredidas''
El narrador deja la comodidad de los temas de provincia en busca de más
lectores
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
En su nueva novela Luces artificiales, Daniel Sada
rompe con los temas de provincia que lo caracterizaban como autor, para
situar esta tragicomedia en un ambiente urbano y advertir, de manera silenciosa
y divertida, sobre los riesgos de la sociedad actual: el culto a la belleza,
la pérdida de la capacidad de asombro y esa necesidad de vivir la
vida a través de otros.
Sada (Mexicali, 1953) reconoce que cambiar los temas provincianos
por la novela urbana fue un reto, pero ''no podía estar reciclándome
todo el tiempo. Habría sido muy cómodo seguir con novelas
ambientadas en la provincia, tendría mis seguidores, pero tenía
que buscar la posibilidad de nuevos lectores que no necesariamente se identifiquen
con la provincia".
La apariencia, importante
En
Luces artificiales (Editorial Joaquín Mortiz), Sada se inspira
en los matices de los personajes de La familia Burrón, de
don Gabriel Vargas, para hacer un retrato urbano a partir de la historia
de Ramiro Cinco, feo entre los feos, quien después de recibir la
herencia de su padre llega a una gran ciudad, ésta o cualquier otra,
para someterse a una cirugía plástica en el rostro que, cree,
será la solución a sus problemas.
El argumento de fondo, señala el escritor en entrevista,
''es la cultura de la imagen. Estamos invadidos por la imagen a través
de la televisión, Internet, la fotografía o la publicidad.
Es un asalto. La imagen es más dominante que la palabra". Ahora
ser bello significa tener mayores oportunidades de desarrollo profesional:
''Si una persona es agradable físicamente y va a pedir trabajo junto
a otra que no lo es tanto, le dan trabajo a la primera, independientemente
de su capacidad laboral. Importa mucho la apariencia".
Ante la sobrepoblación del mundo, advierte, el
proceso de selección se dará mediante la imagen y no a partir
de la capacidad física o intelectual. Se trata ''de una segregación
subrepticia, de un proceso indirecto, oculto, pero ocurre. Por ejemplo,
hay cantantes sin talento que por su imagen tienen los reflectores encima".
A lo largo de 331 páginas, Ramiro Cinco descubre
luego de la cirugía estética que la belleza física
más que soluciones trae problemas. Se trata ''de un personaje trastornado
por su fealdad y por su familia que, cada vez que puede, le recuerda que
es feo", que trata de recuperar su capacidad de asombro mediante la lectura,
primero, de la nota roja y, después, escuchando a su vecino y a
los amigos de éste a través de la pared sin darse cuenta
de que formará parte de una historia siniestra.
La capacidad de asombro la hemos perdido a causa de la
tecnología y la excesiva información: ''Todo nos da igual.
Nosotros, entes urbanos, estamos supeditados a una serie de contagios de
todo tipo, perversos, espirituales, emancipadores, pero a veces no podemos
distinguir lo bueno de lo malo. Todo nos llega por un rasero que no podemos
precisar en qué consiste. Hay una especie de inconsciencia generalizada
en cuanto a la percepción de las cosas, que todo se vuelve demasiado
inmediatista y emergente".
Para mí, añade Daniel Sada, ''es muy claro
que lo horrible puede ser bello y lo bello puede ser horrible".
A consecuencia de la capacidad de asombro perdida ''vivimos
en la vanguardia del cinismo. Las personas se volvieron escépticas
cuando se vio el telón de fondo de las ideologías; hubo una
especie de escepticismo que no fue duradero. Ahora ya es cinismo. Las personas
viven atadas a intereses. Ya no hay esas virtudes prístinas del
ser humano. como la nobleza o la sinceridad. Todo ha sufrido una transgresión".
Descubrir cosas insospechadas
Para Sada, ganador del Premio Xavier Villaurrutia en 1992,
el entorno urbano debería sorprender siempre, porque ''no podemos
decir que dominamos todo de la ciudad. Al vivir en una urbe como ésta
descubrimos cosas insospechadas que escapan de nuestros esquemas y parámetros
de vida", y es un poco lo que ocurre en Luces artificiales.
Los personajes de esa novela ''son una combinación
entre tragicomedia y patetismo; son anómalos, no prototípicos
de la ciudad. Tuve la precaución de que todo tuviera una cuota de
inverosimilitud, entendiendo ésta como lo que puede ocurrir en la
realidad, pero que no se repite. Es algo que aparece, pero que es único,
no cotidiano", explica Sada, autor también de las novelas Lampa
vida, Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, Albedrío
y Una de dos, llevada al cine por el director Marcel Sisniega y
exhibida en las pasadas muestras de cine de Mazatlán y Guadalajara.
A partir de Luces artificiales Daniel Sada ambientará
sus novelas en las ciudades y mantendrá dos vertientes narrativas,
''huir de la solemnidad y huir de la banalidad. No quiero ser un escritor
descarnado, pero tampoco mojigato". Por lo pronto, ya prepara su nuevo
libro: una novela ''de anticipación" situada en el año 2040,
sin abandonar los cuentos o los planes de escribir ensayo y teatro.