MAR DE HISTORIAS
A causa de los dólares
CRISTINA PACHECO
Bajo la lluvia los dos hombres mantienen un paso regular. Avanzan en silencio pegados a la pared. José, que lleva sombrero texano con una pluma azul, carga en la espalda una mochila de lona amarilla. Eloy, el más alto, sostiene entre sus brazos una caja decorada con guerreros fantásticos. La sirena de una patrulla los paraliza hasta que el sonido se confunde con los cláxones, la música estridente que anima a un grupo de muchachos a las puertas de un edificio carcomido, las llantas de un automóvil triturando los charcos...
Dan vuelta en la avenida y entran en una calle estrecha. De uno y otro lados se ven restorancitos mustios. Sus vidrieras están plagadas de cartulinas con los menús del día. Eloy se detiene frente al Burrito's Bar.
-ƑNo sería bueno que comieras algo antes de subirte al bus?
José sonríe y sus dientes encasquillados en oro iluminan su rostro oscuro:
-No. Mejor me aguanto hasta allá, aunque todavía le cuelgue. Mi jefa me prometió hacerme un molito y tortillas echadas a mano.
Eloy no responde y acelera el paso. José tiene que esforzarse para alcanzarlo:
-ƑPor qué tanta prisa? Es temprano.
-Para que agarres buen lugar en el bus.
A las puertas de la terminal un hombre envuelto en un gabán pide ayuda para comprar su boleto. José y Eloy pasan de largo y tropiezan con un grupo de viajeros ruidosos. Una anciana se acerca a preguntarles cuál es el camión que va a Hermosillo. Dos mujeres sentadas en la primera fila de butacas conversan acerca de la beatificación de Juan Diego mientras sus hijos dormitan.
-Puro paisano -exclama José, que va en dirección al registro de equipaje. Al llegar frente al empleado mira un reloj de pared y se vuelve a Eloy: -Faltan más de dos horas, carnal. Me hubiera dado tiempo de pasar a despedirme de Rosy.
-Pos háblale por teléfono.
-ƑY qué tal si me contesta el marido?- José suelta una carcajada: -No me veas así. Es broma.
Eloy hace un gesto de fastidio y señala asientos vacíos:
-Allá te espero.
-Oye, Ƒy si mejor nos vamos a cenar? Tenemos tiempo -grita José, señalando el reloj a su espalda.
II
Sentado frente a Eloy, José mete las manos en los bolsillos de su chamarra y se estremece:
-No tengo frío. Son puros nervios. Creí que nunca iba a volver a mi tierra-. Ve a Eloy desviar la mirada. -Y tú, Ƒpara cuándo?
Eloy levanta los hombros y se dirige a la mesera:
-Otras dos cervezas.
La empleada apunta la orden y José le sonríe provocador. Eloy aparta la cortina grasienta y en la calle descubre al hombre del gabán:
-Ese cuate está como yo: se va a quedar aquí en la frontera.
José alcanza a ver al pordiosero antes de que desaparezca:
-El porque está bien fregado, tú porque no quieres.
-ƑNo quiero? No puedo, capaz que Faustino y Damián me matan.
-ƑQué les debes: una hermana o dinero?
-Dinero: 4 mil dólares-. Eloy comprueba que nadie lo haya oído. -No se los pedí. Ellos me los encargaron y yo de pendejo agarré los billetes. En las noches me desvelo pensando qué bruto fui. Y todo por querer ayudar.
-Cuatro mil dólares -repite José. -ƑY desde cuándo...?
-Desde hace tres años.
-Un chorro de tiempo. A lo mejor ya ni se acuerdan.
-ƑA quién se le olvidan 4 mil dólares?- Eloy levanta las cejas. -A nadie. Por eso tampoco volví a San Ysidro y agarré para acá. Pero no me siento seguro: un día Faustino y Damián me encuentran y me dan en la madre. Yo en su lugar haría lo mismo.
-ƑSon conocidos o familia?
-Primos.
-Más a tu favor: diles que te esperen, que se los vas a pagar.
-Es que no tengo por qué pagárselos. Yo nomás recibí el dinero pero no me lo gasté-. Al ver que otros parroquianos lo observan, Eloy se acerca a José y besa la cruz que forma con sus dedos: -Juro por ésta que digo la verdad.
-Híjole, está difícil.
-ƑNo me crees?- Eloy no espera la respuesta: -Mis primos tampoco me creerían si les dijera lo que pasó. Por eso mejor ni le muevo y me quedó aquí.
-ƑHasta cuándo?
-No sé-. Eloy bebe otra vez. -Cuando pienso en lo que me pasa se me figura que oigo a mi abuela contándome un cuento. No lo recuerdo completo, sólo la parte en que el hechicero condenaba a alguien diciéndole: "Irás y no volverás".
-ƑCuántos años crees que aguantes así?
-Quién sabe. Con lo que gano no me alcanza para mis gastos, menos para juntar 4 mil dólares. Desde que me pasó esta chingadera ya ni a mi casa puedo mandar lana. Mi gente ha de creer que ya me morí.
-ƑTampoco les escribes?
-No, porque si Faustino y Damián saben dónde estoy, vienen a buscarme, o a lo mejor se echan sobre mi papá exigiéndole que pague los 4 mil dólares que me entregaron. ƑY con qué ojos? Nuestra tierra está floja, las cosechas pobres-. Eloy da un golpe en la mesa: -Y si yo no tengo culpa de nada, menos mis viejos. šPobres! Quedándome aquí tan siquiera no los perjudico más.
-A lo macho, Ƒqué pasó con el dinero? Puedes confiar en mí.
-Me lo robaron-. Eloy mira hacia la calle. Se alegra de no ver al hombre del gabán: -Faustino y Damián fueron los primeros en viajar a Tijuana y luego a San Ysidro. Hacían de todo: corte de leña, poda de jardines, brocha gorda, plomería. Cuando estuvieron más o menos encarrilados me mandaron llamar. Había chance de meterme como lavaplatos en un restorán. La Cotorra estaba cerca del taller del Pifas, donde mis primos hacían talacha.
-Yo también conocí a uno que le de-cían El Pifas. ƑNo será el mismo?
Eloy no lo escucha y sigue reconstruyendo su historia:
-Era muy buena onda ese señor. Nos aconsejó que no mandáramos dinero por correo porque seguido se lo robaban; que mejor esperáramos a que uno de nosotros volviera al pueblo y le entregara en persona los dólares a nuestras familias-. Eloy juega con la botella de cerveza: -Como yo era el más chico pensaron que me sería más fácil cruzar a México. Y yo: pa'luego es tarde. Faustino y Damián me dieron todo lo que habían juntado en más de un año de trabajo. Por despiste, escondieron los 4 mil dólares en la caja de juguetes que le llevaba a mis hermanos.
-No me digas que se te perdió.
-No. En el puente me encontré a un cuate que se ofreció a acompañarme. Era un grandote colorado. Te juro que donde lo vea...
Los ojos de Eloy destilan rabia: -Parecía muy amable. Me invitó a comer. Estaba en eso cuando me dijo: "Orita vengo. Voy a echar una llamada. No te muevas de aquí". Después de tres horas decidí salir a buscarlo. Cuando me levanté de la mesa noté que faltaba la caja.
-šPuta madre! ƑLo denunciaste?
-ƑCómo? ƑA quién? Nadie iba a creerme que llevaba 4 mil dólares.
-ƑHablaste a tu casa?
-Entonces no había teléfono en el pueblo. Ahora sí-. La expresión de Eloy se ilumina: -A veces marco el número pero me quedo en silencio, escuchando la voz de la señorita que grita: "ƑBueno, bueno?", mientras oigo ruidos o pasos en la calle y digo: "ƑSerán de mi mamá, de mi jefe, de alguno de mis hermanos?"