IRAK: EL DESPRECIO POR LA HUMANIDAD
El
gobierno de Estados Unidos, entre todos los estados a los que intimida
con una guerra decretada unilateralmente y sin agresión o amenaza
previa, ha puesto en primer plano a Irak so pretexto de derrocar a Saddam
Hussein, presidente de ese país. Sin preocupación por la
legalidad internacional, pone así en vigencia el principio nazi
de la responsabilidad colectiva de los pueblos. Sobre esa base, como en
Yugoslavia o en Afganistán, organiza bombardeos masivos, matanzas
de civiles, invasiones a la nación víctima desde otros países
cercanos, cuya soberanía es pisoteada e ignorada. Además,
declara -en tiempos de paz- que prepara el asesinato del presidente del
país que agredirá y organiza, con sus servicios diplomáticos
y de inteligencia, el cuerpo de nativos Quislings, de futuros colaboracionistas
con la invasión, tal como hicieron en su tiempo los ocupantes hitleristas.
El ataque a Irak, país petrolero, es una amenaza
a Irán, que también lo es pero posee además inmensas
reservas de gas (más preciado que el oro negro); es una amenaza
a Rusia, Francia y Alemania, que han hecho negocios con los gobiernos de
Teherán y de Bagdad (que, por otra parte, firmaron un pacto); es
una amenaza a la soberanía de los países árabes, que
ya están profundamente desestabilizados por la continua ocupación
israelí de los territorios palestinos, por la amenaza de Tel Aviv
de expulsar a millones de palestinos hacia Egipto, Líbano, Siria
o Jordania, y por el descarado apoyo de la Casa Blanca a Ariel Sharon en
su política de racismo y apartheid antiárabe. Por eso a las
declaraciones del Pentágono, de que lanzaría la agresión
contra Irak también desde bases en Jordania, la conservadora y proestadounidense
monarquía de ese país opuso una negativa rotunda, mientras
el descontento de Hosni Mubarak, el rais de Egipto, se evidenció
en el papel protagónico que dejó tuviera el libio Muamar
Kadafi en la constitución de la Unión Africana junto al líder
de la lucha antiapartheid, Nelson Mandela, mientras Egipto marchaba en
segunda fila.
El plan de ataque a Irak tiene como primera víctima,
antes de los bombardeos, la legalidad internacional. La segunda es la Organización
de las Naciones Unidas, ninguneada y tratada con la punta de la bota. La
tercera son los derechos democráticos en Estados Unidos, anulados
mediante decretos liberticidas emitidos so pretexto de combatir en defensa
de la nación supuestamente en peligro. La cuarta es la relación
de consulta que se supone debería existir entre los miembros del
G8, a los que Washington pone ante hechos consumados y trata como súbditos.
La quinta es la idea misma de democracia, es decir, de solución
política, pacífica y negociada entre las partes. Sólo
después vendrán los asesinados, la barbarie tecnológica
en nombre de la democracia y el Bien, representados por el equipo de beneficiarios
de Enron.
No es de extrañar, pues, que los planes de George
W. Bush encuentren resistencia en todas las capitales e incluso en el Pentágono,
donde saben que las guerras con países como Irak no se ganan desde
el cielo, con aviones o cohetes, sino que se deben ganar conquistando el
terreno, con infantes que morirán en duros combates. México,
que tiene un importante papel en la ONU, hasta ahora ha callado frente
a los planes bélicos de Bush, proclamados a los cuatro vientos.
Sería hora de al menos tener la misma actitud prudente de los generales
estadunidenses que se oponen a la aventura y dejar a salvo los principios
de la convivencia internacional para no colaborar en la creación
de un nuevo precedente colonialista que algún día podría
resultar funesto para América Latina.