Revela testimonio del juicio que el periodista intentó escapar 2 veces y por eso lo ejecutaron
Uno de los coacusados en el homicidio de Pearl es ex oficial de la policía paquistaní
La FBI desconfía de los servicios internos de inteligencia del país asiático
ROBERT FISK THE INDEPENDENT
Islamabad, 16 de julio. Durante el juicio a los asesinos del periodista Daniel Pearl trascendió un pequeño pero perturbador dato que nunca llegó a verse en los titulares: que uno de los coacusados es ex oficial de la policía paquistaní.
El testimonio final del juicio -dado a conocer apenas la mañana de este martes- no refleja mucho de este hecho. Sí reveló, por ejemplo, que Daniel Pearl trató de escapar en dos ocasiones y que esto provocó la decisión de sus captores de asesinarlo. Tres yemenitas fueron traídos para encargarse de su degollamiento. Pero todo lo que sabemos del ex policía es que aún trabajaba para las Fuerzas Especiales de Pakistán en el momento de su arresto.
No sorprende, por lo tanto, que la FBI desconfíe de su equivalente paquistaní casi tanto como la CIA desconfía de los señores de la guerra que aún tienen poder en las fronteras de Afganistán. Los Servicios de Inteligencia Interna de Pakistán (SII), la poderosa institución estatal que ayudó a armar a los afganos que lucharon contra los soviéticos y que apoyaron al régimen talibán, supuestamente se reformaron cuando el presidente paquistaní, Pervez Musharraf, se unió a la "guerra contra el terrorismo" de Bush.
Pocos en Pakistán dan crédito a esto.
Hay rumores, por ejemplo, de que funcionarios de la inteligencia paquistaní han ayudado a esconderse a tres miembros de Al Qaeda, tras un tiroteo en Waziristan, una aldea de Kazha Panga, en la frontera entre territorios tribales, que ocurrió el 25 de junio, en el que murieron 10 soldados paquistaníes y dos hombres de Al Qaeda.
Funcionarios estadunidenses en Pakistán sospechan que varios de sus asaltos en aldeas remotas -llevados a cabo en conjunto con el ejército paquistaní- fueron delatados a personas de Al Qaeda con anticipación. Desde entonces, tanto la FBI como el ejército paquistaní han preferido no informar a las policías locales de sus actividades.
Aunque las autoridades de Islamabad insisten en que las fuerzas de Estados Unidos no pueden operar de manera independiente dentro del territorio paquistaní, recientes informes provenientes de Waziristan indican lo contrario.
La semana pasada, por ejemplo, tres aldeanos paquistaníes fueron detenidos, aparentemente por tropas estadunidenses en el poblado fronterizo de Angoor Adda. Uno de ellos era Sarai Khan, de la tribu Tojikhel Wazir, otro fue Maulvi Ahmed Shah y el tercero fue el anciano padre de aquél, Zarpao Khan, quien supuestamente fue apresado para garantizar la captura de su hijo. Todos fueron enviados a la provincia de Paktika, en Afganistán. El crimen de Maulvi Shah, según fuentes locales, fue haber pronunciado apasionados sermones contra las operaciones de Estados Unidos en Afganistán y Pakistán.
Parece ser también que las fuerzas estadunidenses han recurrido a su ya conocida táctica, empleada en Afganistán, de repartir montones de dinero en efectivo a cambio de la lealtad de las tribus locales. En la misma aldea de Angoor Adda ha habido protestas contra otro líder religioso, Maulvi Shakirullah, de quien se dice que a cambio de tomar como huésped a un oficial de Estados Unidos en su casa recibió un teléfono satelital y 10 mil dólares. Anteriormente, Shakirullah había sido un abierto crítico de los estadunidenses. Todo esto ocurrió sin que se enterara la policía local.
Si bien el gobierno paquistaní puede negar la guerra secreta que Estados Unidos está llevando a cabo en su territorio, será mucho más difícil ocultar el involucramiento de un inspector policial de los rangers paquistaníes en la conspiración para asesinar al presidente Musharraf durante su visita a Karachi el pasado 26 de abril. El inspector Waseem Akhtar, de los rangers, debía informar a los miembros de Harakat Al Mujaideen al Aalmi de los movimientos de Musharraf. Aún más desconcertante es la evidencia de que los explosivos que fueron empleados en el fallido atentado contra el mandatario fueron usados posteriormente en un atentados suicida contra el consulado estadunidense en Karachi, el 14 de junio.
El inspector Akhtar está ahora está a disposición de una corte marcial pero su juicio, que seguramente revelará una conexión directa con el bombardeo del consulado, con toda probabilidad se llevará a cabo en secreto.
Debido a la pasada cooperación del régimen talibán -y consecuentemente Al Qaeda- con los servicios de inteligencia paquistaníes, las fuerzas especiales y la seguridad territorial de Pakistán están trabajando a ciegas, obligados a construir archivos totalmente nuevos de milicianos que son bien conocidos por elementos del SII.
Un trabajo hecho con paciencia por la policía de Karachi fue el que descubrió conexiones insospechadas entre grupos islámicos y seculares. Fue un informante -un egipcio llamado Hasham Al Walid cuyo hermano Imam, activista de Al Qaeda, fue arrestado en Arabia Saudita y enviado a Pakistán- quien proporcionó los nombres de ocho miembros de Al Qaeda, y de los grupos Jaish i Mohamed y Lashkar i Janvi, estos últimos con base en Karachi.
Dichos arrestos, a su vez, llevaron a la policía civil paquistaní a otros tres hombres: dos yemenitas y un iraquí que trabajaban para Al Qaeda en una casa cercana a una acerera de las afueras de Karachi. Entres sus pertenencias se encontraron cuatro ametralladoras, tres teléfonos satelitales, dos computadoras portátiles y seis teléfonos celulares.
Frente a estos impresionantes esfuerzos, quedan opacados los intentos del gobierno paquistaní de congelar los fondos "terroristas". Le tomó siete meses al Banco Estatal de Pakistán tras el derrocamiento del régimen talibán bloquear las cuentas de 152 colaboradores del mullah Omar.
Como lo ha señalado el más inquisitivo de los reporteros paquistaníes, Rahimullah Yusufzay, la lista con la que trabaja el gobierno para el congelamiento de cuentas incluye el nombre del mullah Mohamed Rabbani, quien murió en 2001, y el del ex jefe de la inteligencia de talibán, Qari Amadullah, quien murió hace tiempo en un bombardeo estadunidense sobre la ciudad afgana de Paktia. Otros de los personajes que figuran en la lista del banco son prisioneros de los estadunidenses en Cuba.
En resumidas cuentas, la policía civil y las fuerzas estadunidenses podrían aprender más hablando con el antiguo sistema de seguridad nacional, el SII. El problema es que ya nadie está seguro para quién trabaja cada uno de los miembros de dicho organismo.
©The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca