Nora Patricia Jara
El apoderamiento de espacios públicos
Los espacios públicos en la ciudad de México no son lugares democráticos en los que todos podemos ser incluidos y tolerados, sino áreas de interacción altamente conflictivas, casi siempre definidas por el comercio y el consumo. Esto aseveran críticos y artistas como Lorena Wolfer y Saúl Villa, que interrogan diariamente al peatón y el automovilista que van por la avenida Revolución a la altura de Mixcoac, por el Circuito Interior y en la colonia Cuauhtémoc, así como en la avenida del mismo nombre y el Eje 8 Sur, donde comparten dos preguntas en tres espectaculares: "ƑDónde empieza lo público?" Y "ƑQuién controla lo público?"
Los cuestionamientos invitan a legislar a favor de un proyecto permanente de arte en espacios públicos, como hay en cualquier gran urbe; en Nueva York existen el Public Art Fund, apoyado por el gobierno, y Creative Time, organización independiente; ambas se dedican a difundir entre las masas la reflexión artística. Para los artistas que promueven dicho programa se trata de acercar al ciudadano común, como usted y yo, a los centros o espacios que legitiman al arte contemporáneo, que hasta ahora han sido exclusivos de una minoría, tanto en el ámbito gubernamental como en el privado.
La idea parece interesante y oportuna, cuando en aras de la eficacia el Gobierno del Distrito Federal decide seguir con los mismos patrones para definir el uso de los espacios públicos; veamos, por ejemplo, además de este proyecto del que les hablo, intitulado La belleza está en la calle, los pleitos entre una delegada artista contra los artistas populares y jipis de la plaza central de Coyoacán. Su reubicación es inminente porque su actividad es considerada como comercial en vez de artística. O la selectividad con que se dan permisos para hacer magnos desfiles o eventos; a los no convocados por el gobierno en turno les cuesta más trabajo lograr la autorización.
El más reciente suceso de apoderamiento de espacios públicos con fines políticos y comerciales es el cambio de placas con los nombres de las calles y avenidas de la capital de la República. La Dirección de Obras capitalina ha anunciado que junto con el nombre de personajes destacados de la historia y héroes nacionales o fechas memorables estarán la marca Coca-Cola, tal vez de unas papitas, de automóviles, o que sé yo; pero eso sí, se plasmará la razón social de la empresa patrocinadora de la renovación de placas metálicas.
En la delegación Miguel Hidalgo están al parecer muy adelantados y ya se puede apreciar la publicidad, digo las nuevas nomenclaturas. ƑPor qué puede haber anuncios por todas partes y no arte?, me pregunto, y pienso en los artistas, especialmente en los jóvenes, que saben que aquí en México lo público es de unos cuantos, y lo de unos cuantos siempre puede ser público, si así conviene. Lo curioso es que también son espacios públicos las simples placas que llevan los nombres de nuestras calles, al igual que los espectaculares, a los cuales se les ha declarado una guerra sin tregua con argumentos de que contaminan visualmente. Si los hay en exceso sí, pero si se dedica 10 por ciento de éstos a los artistas, a través de convenios entre empresas de publicidad exterior e instituciones culturales y asociaciones civiles, reguladas por la ley en el ramo, podríamos hablar de mejoras en nuestra imagen urbana.
En el caso de los títulos de las calles, el asunto va más allá de una simple disposición o de las metas de eficacia para lograr un programa que, según la autoridad, requiere de dinero y cooperación. Sólo que en lugar de ciudadanizar la acción se privatiza; sería lo normal si la propuesta viniera de un gobierno de derecha, pero de una administración de izquierda es alarmante. Entonces, Ƒen qué quedamos?