Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 24 de julio de 2002
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Capital

Emilio Pradilla Cobos

Calle Emiliano Zapata (tome) Coca-Cola

Muchos ciudadanos del Distrito Federal hemos recibido con gran sorpresa y preocupación la noticia del programa de colocación de cerca de 200 mil nuevas placas de nombres de calles de la capital, acordado con grandes empresas privadas (Coca-Cola, Telmex, Barcel, entre otras), que incluirán su logotipo corporativo. El programa se inició en las delegaciones Miguel Hidalgo y Cuajimalpa, gobernadas por el Partido Acción Nacional, con el nombre No se pierda, pero se aplicará en toda la ciudad, por acuerdo entre una empresa publicitaria y el gobierno central capitalino.

Esta publicidad en los rótulos de identificación de las calles aumentará significativamente el alto grado de contaminación visual que ya presenta la ciudad debido a los miles de anuncios espectaculares en azoteas y fachadas (justamente rechazados por el Gobierno del Distrito Federal), la colocada en paraderos de transporte público y mobiliario urbano, y dentro y fuera del Metro (promovida por razones económicas por el GDF), en los camiones y microbuses y autos publicitarios (rechazados por el GDF), y los anuncios (adecuados o inadecuados) de negocios. En una primera observación, las diferentes posturas gubernamentales ante distintos tipos de publicidad en la vía pública indican la ausencia de una política unitaria, o su definición pragmática y aleatoria en cada caso.

La ciudad, saturada de publicidad exterior, se parece cada vez más a un gran supermercado, símbolo de la inserción dependiente y subordinada de México en la globalización neoliberal. Con la participación del gobierno de la ciudad, la publicidad de los bienes y servicios de consumo y las empresas que los producen, muchas de ellas grandes monopolios trasnacionales, llegará hasta los últimos rincones de las colonias populares, donde más hacen falta los letreros de calles y más alienan a los pobladores, enajenando a los capitalinos, incitándolos al consumo, lo cual entra en contradicción con los postulados de la izquierda democrática en lo económico (promoción de las grandes empresas trasnacionales), lo social (consumo suntuario o de productos chatarra entre los sectores populares) y lo ambiental (incitación general al consumismo). El mayor o menor tamaño del símbolo corporativo no es lo fundamental, porque la importancia del rótulo del nombre de la calle en la vida cotidiana, su observación recurrente y el efecto subliminal del logotipo empresarial aumentan más que proporcionalmente su visibilidad.

Este programa, y los de instalación de otros medios de publicidad en espacios y servicios públicos, promovidos por el gobierno local para obtener recursos, es contradictorio con su limitada y poco exitosa campaña para retirar los anuncios espectaculares de la vialidad primaria, cuya gran mayoría sigue ahí, pues los logotipos en los símbolos de identidad de las calles y plazas nunca sustituirán la publicidad exterior existente, aunque así lo afirme la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda; sólo la aumentará en cantidad y en penetración en la ciudad. Esta contradicción no se resuelve señalando que no hay conflicto con la normatividad existente, la cual puede ser insuficiente, genérica o simplemente inadecuada, pues lo que está en juego es la concepción de un gobierno local de izquierda democrática en términos de su función en este ámbito, que debería ser regular y controlar, en los límites de lo posible, la publicidad en el espacio público en términos de la imagen urbana, la contaminación visual, el interés social colectivo y la sustentabilidad ambiental; en ningún caso, ni para obtener mayores ingresos, debería promover ninguna forma de publicidad empresarial, la cual es un factor adicional de privatización de lo público.

Hay otro ángulo del programa de remplacamiento de las calles que ofende el espíritu nacionalista, republicano -juarista, dirían algunos- y social de muchos mexicanos: "hermanar" a grandes hombres forjadores de la nacionalidad, la independencia, la soberanía y la conciencia social del país con los grandes monopolios nacionales y extranjeros. Basten dos posibles ejemplos ilustrativos: en nuestras colonias leeremos: š"Calle Benito Juárez (coma) Sabritas"!, o š"Calle Emiliano Zapata (tome) Coca-Cola"! Esta crítica es simplemente pudor republicano y, si así lo quieren juzgar los panistas, también "pudor socialista".

Por todas estas razones el gobierno capitalino debería colocar las nuevas placas de identificación de las calles, que son una necesidad para los peatones y los automovilistas en la gran metrópoli, pero sin ninguna publicidad empresarial o comercial. La escasez de recursos no es justificación para contaminar la historia y la imagen urbanas; a este programa podría dedicarse una pequeña parte del cuantioso presupuesto que se ahorraría el GDF con la cancelación del equivocado y costoso proyecto del segundo piso de Periférico y Viaducto.

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