Pidieron a judiciales que lo atendieran; "se está haciendo pendejo", fue la respuesta
Espinoza Juárez fue asesinado por policías, acusa uno de los detenidos el 11 de julio
Nuestra consigna de no vender la tierra se reafirma, dice el dirigente Ignacio del Valle
MARIA RIVERA ENVIADA
San Salvador Atenco, 24 de julio. A José Enrique Espinoza Juárez, militante del movimiento de Pueblos Unidos en Defensa de la Tierra, lo mataron los judiciales, asegura Gil Morales, uno de los detenidos el pasado 11 de julio. Relata los últimos momentos de su compañero. El pueblo de Atenco, que espera la llegada del cuerpo en la plaza pública, cree lo mismo. Ensimismados, con los ojos enrojecidos, los campesinos acumulan relatos sobre el enfrentamiento con la policía estatal. Escuchan que la autopsia tiene otra versión, la cual considera la diabetes como la causa de la muerte, y mueven la cabeza denegando.
Cuando arriba el cuerpo lo reciben con aplausos prolongados. Como a un héroe. Cayó por la tierra, dicen con un susurro, mientras ven cómo el féretro es cubierto con la bandera nacional.
A José Enrique lo recuerdan como un hombre tranquilo, pero que desde el primer momento en que se conoció el decreto expropiatorio se integró de lleno, junto a su familia, al movimiento de resistencia. No tenía parcela que defender, pero compartía el destino de abandono de los habitantes del rumbo. Su único bien era la casa que estaba terminando de construir en la colonia Francisco I. Madero. Ese pequeño espacio es lo que defendía.
Era controlador de las combis que por cuatro pesos la dejada comunican a las comunidades del municipio. Con ese salario mantenía una familia de cinco hijos. En la pobreza digna que vive esta gente se formaron sus ideas políticas. "Era combativo, no dejó de asistir a ninguna marcha o a ningún foro. Hasta a la marcha contra la globalización en Monterrey fue", indica uno de sus compañeros. "En un video sobre la lucha campesina aparece declarando que iba a defender la tierra con su vida. Y lo cumplió", afirma otro.
Larga agonía
Gil Morales, ejidatario panista, relata las jornadas posteriores a la detención en Acolman. Cuando la policía los fue juntando y se preguntaban unos a otros cómo se sentían. Tratando de encontrar respuesta a los hechos recientes.
"Cuando fuimos sometidos en Acolman y nos llevaron a Ecatepec él iba golpeado, pero consciente -relata-, de ahí nos trasladaron a Tlalnepantla pero toda la tarde estuvo bien. Estábamos deprimidos, tristes, pero platicábamos entre nosotros. El también participaba.
"De cualquier forma pedimos que lo atendieran, porque veíamos que no estaba bien. Por la noche la policía nos sacó en una camioneta a todos amontonados y nos estuvieron paseando por San Juan Ixhuatepec. Entre amenazas ahí nos amaneció. Nos regresaron a Tlalnepantla.
"Después de algunas horas, todavía en la mañana, sacaron a Enrique solo. Fue cuando entraron los de Televisa a verificar si estábamos bien de salud.
"Nos entrevistaron a los que estábamos, pero a él lo traían fuera. Dos horas después lo regresaron, pero ya estaba muy mal. Nos dieron unos tamales de comer y él devolvió la comida enseguida. Lo sentaron en unas oficinas, frente a nosotros, en una banca. Como lo vimos tan jodido pedimos a los judiciales que lo atendieran, pero no nos hicieron caso. 'šSe está haciendo pendejo el hijo de su pinche madre!', era lo que nos respondían. Por la noche perdió el control. Se hacía del baño en la ropa, se jalaba el pelo y se lo arrancaba. Cuando le preguntábamos cómo se sentía, ya no nos contestaba. Respiraba por la boca. Así estuvo el resto de la noche.
"Seguimos insistiendo en que lo atendieran, y el sábado en la mañana, cuando nos iban a trasladar a Santa María Chiconautla, entró un grupo de paramédicos y lo vio, pero también dijo que 'se estaba haciendo', que no quería respirar por la nariz. Cuando dieron la orden de que nos iban a mandar al penal, entró un comandante y dijo: 'Ƒqué pasó acá?' y mandó enseguida por la Cruz Roja. Fue hasta entonces que le dieron atención médica.
"A nosotros nos llevaron al penal, y a él se lo llevó la ambulancia. Fue la última vez que lo vimos vivo. Del 11 al 13 no recibió ninguna atención médica. Fue un asesinato por parte de los judiciales."
Sumido en uno de los asientos del auditorio municipal, con los ojos enrojecidos, Morales señala que no entiende cómo Acción Nacional, partido en el que ha creído toda su vida, ha terminado encabezando un proyecto como el del aeropuerto, que va contra los intereses de los más desposeídos. "šSe pasaron! šNo se vale lo que nos hicieron! šCómo pudieron encabezar esta expropiación!"
La diabetes no fue determinante
El médico Ramón Miranda, quien visitó en dos ocasiones a los ingresados en el hospital de traumatología de Lomas Verdes, como parte de una comisión de movimiento campesino, recuerda que los galenos del hospital que los recibieron les indicaron que Luis Enrique llegó inconsciente.
En la primera visita, el lunes 15, no pudo verlo, porque se encontraba en la unidad de terapia intensiva. El reporte era de gravedad. El jueves 18 fue de nuevo a visitarlo por la mañana. En esa ocasión pudo verlo.
"A primera vista se notaba que estaba golpeado, con una herida suturada en la cabeza y moretones en las piernas. En el pecho no se podían apreciar por las sondas. Balbuceaba, pero los médicos me dijeron que se debía a los sedantes que le habían aplicado. También me explicaron que sus niveles de azúcar habían disminuido de 420 a 140."
La diabetes se debe tomar en cuenta como causa de la muerte, advierte, "pero el factor desencadenante serían los golpes que recibió".
Más contundente es la afirmación del dirigente campesino Ignacio del Valle: "La causa de la muerte es la golpiza que le dieron primero los granaderos y luego de los judiciales. Con esta situación nuestra consigna de no vender la tierra se reafirma más".
Los campesinos de la Francisco I. Madero esperaron pacientemente la llegada del cuerpo de José Enrique. Alrededor de las ocho de la noche el "semanero" repicó las campanas de la iglesia. Terminaba una espera que había comenzado el amanecer en que se supo de su fallecimiento.
A media mañana no paraba el trajín de las mujeres de la comunidad preparando la comida para la ceremonia de velación. Unas limpiaban las hojas para los tamales. Otras guisaban el arroz o los frijoles. Cada vecino aporta en estas ocasiones lo que puede, explican.
"Aquí nos protegemos unos a otros, porque no sabemos cuándo lo vamos a necesitar. No falta quién dé semillas, hojas de maíz, lo que se puede."