Juan de Dios Sánchez insta a valorar el sentido de la derrota de los movimientos estudiantiles
Ex líderes de la UANL plantean ir más allá de juzgar a LEA y Martínez Domínguez por el halconazo del 71
Por su ancianidad, ambos deberían decir la verdad y ofrecer una explicación: Luis Angel Garza
BLANCHE PETRICH ENVIADA
Monterrey, NL. El inicio de un proceso penal contra Luis Echeverría y Alfonso Martínez Domínguez ante la fiscalía "debería permitir no sólo juzgar las matanzas de las que fueron responsables", sino poner en una perspectiva más amplia el legado de los gobernantes de esa época y hacer un balance de lo que significó la derrota de los movimientos estudiantiles. Al menos es lo que se proponen aquí dos veteranos líderes de la lucha de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) de esa generación, el médico Juan de Dios Sánchez y el periodista Luis Angel Garza.
Sánchez tiene vivo el recuerdo de una expresión de Martínez Domínguez, con quien dialogó en los años en que gobernó Nuevo León, también con mano dura:
"Era un tipo frontal. Durante el movimiento de médicos del Seguro Social negociamos directamente con él. Fue cuando me contó cómo fue su caída en el sexenio anterior. Echeverría le había pedido renunciar al Departamento del Distrito Federal como un sacrificio, para calmar las aguas después de Jueves de Corpus. Le llevó su carta de dimisión a Los Pinos y al momento de entregársela le expresó: 'Aquí tiene usted mi renuncia, señor presidente. Y chingue usted a su madre'. Lo contó con tal vehemencia que me resultó creíble. Lo traigo a colación no para exculpar a Martínez Domínguez, que es plenamente responsable de lo ocurrido junto con Echeverría, sino para entender cómo Echeverría sacrificó a uno de los hombres más importantes del sistema para sortear la crisis del 71."
Evidentemente, ese episodio no marcó la muerte política de Martínez Domínguez, quien en el sexenio anterior, con Díaz Ordaz, había sido presidente del PRI y como tal, partícipe en la toma de decisiones.
El neoleonés -prosigue Sánchez- era antagónico a Echeverría, pero amigo de Díaz Ordaz. Era el hombre del Grupo Monterrey dentro del PRI. En 1979 ese poderoso grupo lo llamó a gobernar Nuevo León.
"Emisarios del pasado"
Ambos nacieron en 1922; Echeverría en el Distrito Federal y Martínez Domínguez en Monterrey. Los dos fueron hombres del sistema y enemigos acérrimos. Hoy, octogenarios, se empeñan en señalar al otro como el único culpable de la matanza de estudiantes del 10 de junio de 1971. Salvador Martínez della Rocca, integrante del comité ciudadano de apoyo a la fiscalía especial, los ha llamado "emisarios del pasado".
"Por lo que han dicho estos días estamos ante expresiones de cinismo increíble, cuando en honor a su anciana edad, lo que deberían hacer es decir la verdad y ofrecerle a la ciudadanía una explicación congruente de lo que ocurrió", señala Luis Angel Garza.
En junio de 1971, Garza fue uno de los delegados de la UANL en el Distrito Federal para la preparación de la marcha del día 10. En las escuelas de la UNAM y del Politécnico se debatía apasionadamente entre suspender o efectuar la marcha.
"El día 9, justo en la víspera, estaba programada en Antropología una conferencia con José Revueltas. Había mucha expectativa por escuchar al maestro. Pero el tema de Monterrey estaba muy caliente y a los delegados de la UANL nos llevaban de una escuela a otra para dar testimonio. Revueltas se hizo a un lado porque el tema de Nuevo León rebasaba todo. Para los compañeros de México, detrás del apoyo a la UANL estaba el afán de reconquistar las calles. Para nosotros, lo crucial era revertir la visión que se tenía en ese momento de que ya habíamos triunfado en Monterrey. No era así. Como decíamos en el lenguaje de entonces: la caída de Elizondo era de interés para la burguesía; el futuro de una universidad popular estaba por verse."
El ingeniero Heberto Castillo, uno de los presos políticos recién liberados con mayor prestigio e influencia, opinaba que la marcha tenía que suspenderse. Argumentaba que las demandas de los universitarios regios ya habían sido cumplidas.
Para los delegados de la UANL era otra la visión. Cierto, el ultraconservador gobernador Eduardo Elizondo había renunciado por presiones de Echeverría.
El había promovido su proyecto para la Universidad de Nuevo León, una especie de plan Barnés que imponía cuotas onerosas para los estudiantes de extracción proletaria y pretendía una reforma interna para hacer de la universidad pública formadora de cuadros profesionales para la industria.
El proyecto de universidad de Elizondo, quien entre otras iniciativas quería anular los libros de texto gratuitos de la SEP para las primarias, detonó "a la de ya" un movimiento estudiantil horizontal y masivo en demanda de autonomía política y financiera y paridad de la representación estudiantil en los órganos de gobierno.
A diferencia de las tomas de rectorías en otros estados, los universitarios de Monterrey tuvieron el apoyo de la sociedad. Para junio de ese año, Elizondo había aceptado una ley orgánica progresista, impulsada por el movimiento universitario, a cambio de la entrega de las oficinas del rector.
Faltaba el aval del Congreso. La derecha se organizó para contrarrestar lo que se había logrado. En esa coyuntura intervino la mano del centro. Echeverría, que veía a Elizondo como ajeno a su grupo, envió a Monterrey al secretario de Educación Pública, Víctor Bravo Ahuja. Los legisladores, en una actitud indigna, ignoraron al gobernador como interlocutor y se doblegaron ante el enviado de Echeverría. Se forzó la renuncia del rector y en su lugar fue nombrado un médico militar, Arnulfo Treviño, coronel que había sido gran promotor de expresiones a Gustavo Díaz Ordaz después de la matanza de Tlatelolco. Para el estudiantado era una provocación.
En ese contexto renunció Elizondo. Los echeverristas celebraron la caída como una derrota de la derecha. Con Bravo Ahuja las negociaciones con los estudiantes retrocedieron y se estancaron. En ese momento se cruzaron los caminos de los estudiantes de Nuevo León y el Distrito Federal.
La UANL el Jueves de Corpus
La marcha del 10 de junio llevaba al frente una gran manta en solidaridad con los universitarios de Nuevo León. Cinco estudiantes de Monterrey, Luis Angel Garza entre ellos, marchaban en la primera fila. "Creo que por eso nos salvamos. Porque los que íbamos adelante pudimos ver el avance de los primeros halcones con varas de bambú. La primera embestida hizo que la columna corriera hacia delante. Cuando viene el segundo ataque, ahora con balas, los de hasta adelante ya estábamos a la defensiva; los de atrás cuando se enteraron de la agresión es que ya tenían los balazos encima."
Esa matanza "la vivimos en Monterrey en carne propia", sostiene Juan de Dios Sánchez. Fue un golpe mortal al movimiento universitario, "el fin de un sueño colectivo por el derecho del pueblo a la educación universitaria". Hasta ese momento, recuerda, la vida estudiantil era la vanguardia en una sociedad ultraconservadora. Desde la preparatoria uno, Sánchez participaba en un grupo de izquierda, Movimiento Cívico, junto con Raúl Ramos Zavala y un jovencito de secundaria, Jesús Piedra Ibarra, El Guli.
Sánchez, quien para 1971 estaba en la Facultad de Medicina y había participado en la redacción de la ley orgánica, vio cómo a su alrededor los espacios de lucha fueron quedando vacíos. Las expresiones de izquierda tradicionales, el Partido Comunista o la Liga Espartaco, no ofrecían alternativas. Ramos Zavala fundó la Liga Comunista 23 de Septiembre. Muchos jóvenes de esa generación tomaron la ruta de la lucha armada.
Fue el caso de Garza, quien también se incorporó a la liga. "Lo mío fue debut y despedida. Caí en mi primera acción y de ahí a Topo Chico."
Las universidades, reprimidas, alimentaron las filas de las guerrillas urbanas. La UANL no se recuperó nunca del golpe. "Entró en un periodo de oscurantismo que más de 30 años después no ha superado."