Saldo de la represión
El golpe a las luchas por una universidad popular y democrática en Nuevo León después de la represión del 10 de junio de 1971 aún lo resienten las generaciones de hoy. Dos líderes estudiantiles de aquellos años, Juan de Dios Sánchez, médico, y Luis Angel Garza, periodista, citan algunos de esos saldos.
A principios de los años 70 fueron cerradas las carreras de ciencias sociales. No se reabrieron sino hasta que se puso en marcha el TLC, que impuso ciertas condiciones de homologación. El Departamento de Extensión Universitaria de la UANL fue congelado. En décadas esa casa de estudios no editó un solo libro.
A finales de 1969, en Nuevo León, sólo 10 por ciento del sector obrero tenía acceso a la universidad. Después de 30 años de crecimiento arrollador de la industria, ese indicador no ha cambiado. Setenta por ciento de la población vive con tres salarios mínimos o menos. Para cada alumno que llega a sentarse el primer día de clases en un aula de la UANL, la familia ha tenido que desembolsar entre 10 y 15 mil pesos en cuotas.
Según un sondeo del Grupo Reforma, 59 por ciento de los regios nunca lee un libro. En Nuevo León, paradigma del desarrollo capitalista, la cifra es igual a la de Guerrero, uno de los estados más pobres.