Eduardo Galeano
El sombrero y él
Cuando se ponía su sombrero, el poeta Manuel Zequeira
se miraba al espejo y no veía nada más que el sombrero puesto.
Con el sombrero puesto, el poeta invisible se metía
en cualquier casa y besaba mujeres ajenas, y en las tabernas comía
de todos los platos y vaciaba todos los vasos de ron. Y en los días
de julio, cuando La Habana hervía de calor, se echaba a caminar
por las calles, sin más ropa que el sombrero, y no prestaba la menor
atención a la gente que lo apedreaba. Mientras no tocaran el sombrero,
no le importaba.
Aquel sombrero, que deambulaba en el aire, era la única
parte de él que no iba a morir cuando él muriera