Jenaro Villamil
Medios, fe y política
La quinta visita de Juan Pablo II a México, la cobertura de los medios electrónicos y la discusión que ha arreciado sobre la actitud presidencial frente al papa, son elementos que nos llevan a profundizar en tres ejes de reflexión:
1. Laicismo no es simulación. En el contexto de los reportes y los mensajes de los funcionarios federales y estatales que acudieron con todo el fervor de su fe -real o simulada- a darle los parabienes a Juan Pablo II destacó la difusión de algunas frases festivas: šqué bueno que acabaron los tiempos de la "simulación" entre políticos y religiosos!; šqué bueno que "salieron del clóset" los funcionarios que antes simulaban no tener creencias católicas y asistían a misas "en lo oscurito"!; šqué bien que se pueda abiertamente demostrar el fervor porque eso es un síntoma de que tenemos libertad religiosa en México! ƑSerá? La emotivización en exceso no es una buena consejera política ni informativa. Frente a estas frases es necesario subrayar que las libertades religiosas en nuestro país constituyen un logro y no un combate del laicismo. La libertad religiosa existe gracias a las Leyes de Reforma, que datan de 1862 y no del 2 de julio de 2000. Confundir laicismo con jacobinismo, a estas alturas del cambio político y secular de la sociedad, es un ejercicio tan pernicioso como pretender que sólo la Iglesia católica -por mayoritaria que sea entre la población mexicana- es la única con derecho a expresarse libremente.
El problema radica cuando se confunden y se borran los espacios público y privado, pretendiendo descalificar todo el orden anterior como una mera "simulación" y no como el mayor logro de la modernidad política del país, que bastantes batallas y muertes provocó a lo largo de la historia. Las lecciones de nuestro laicismo nos indican que ni la fe puede estar subordinada a la política, ni lo público (incluyendo la educación y la política de salud) debe depender de los dogmas de alguna fe religiosa. En México, desde entonces, no existen religiones de Estado ni los ministros de culto son designados por el sistema político. Incluso, si nos apegamos a la doctrina cristiana, Jesucristo estableció claramente esta separación hace 2 mil años cuando afirmó: "dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César".
2. La fe mediática y los riesgos de intolerancia. Del otro lado de la moneda se observa con preocupación que los medios masivos, en especial las dos grandes cadenas televisivas -Tv Azteca y Televisa-, realizaron propaganda religiosa más allá de cualquier mesura o contención. En realidad, esto no es nuevo. Desde su creación, el canal de la "familia mexicana" ha sido el portaestandarte de los valores religiosos católicos. La "guerra de las televisoras" vino a recrudecer los excesos de la comercialización de la fe. El único dique real que existía era la Constitución, la Ley Federal de Radio y Televisión y la reciente Ley de Asociaciones Religiosas, que prohíben expresamente la propiedad concesionada de televisión abierta y de estaciones de radio a cualquiera de las iglesias con registro y el abierto proselitismo a favor de una religión. La simulación siempre estuvo entre ese orden legal y el contenido real de los medios masivos. Tal vez es el momento de revisarlas y de replantear en serio el ejercicio de la libertad religiosa.
El problema no es la profesión de fe de algunos concesionarios y conductores sino la intolerancia religiosa que se promueve en los contenidos mediáticos cuando algunos mensajes festinan alegremente que quien no sea católico o guadalupano no es mexicano. La secularización pública en México y el propio ecumenismo demostrado por Juan Pablo II en su pontificado (recuérdese su acercamiento con el judaísmo, con los anglicanos y con otras iglesias) aún no se traduce en un verdadero diálogo interreligioso e intercatólico en los medios masivos. ƑPor qué en los estudios televisivos no se invitó durante la quinta visita a ningún ministro evangélico, anglicano o judío? La fe se enriquece cuando se promueve y se respeta su propia diversidad o, incluso, cuando se escucha a los que carecen de ella.
3. ƑQuién "hereda" el carisma de Juan Pablo II? Existe una opinión mayoritaria entre los distintos analistas y sociólogos religiosos: el carisma y el fervor por Juan Pablo II, por efímeros o telegénicos que resulten, reflejan la orfandad de liderazgos tanto religiosos como políticos en nuestro país. En otros círculos se observa con preocupación que, más allá de la reflexión racional sobre este liderazgo, los medios masivos se desbordaron en el culto a la personalidad del obispo de Roma, al grado de convertirlo en un icono con poderes so-brehumanos y sobrenaturales y evadir ciertos mensajes doctrinales fuertes relacionados con la marginación de los indígenas.
Sin embargo, de una u otra forma, la secularización en México también ha dejado su impronta. Pretender, desde el ámbito de la política, capitalizar ese liderazgo y trasladarlo mecánicamente puede ser un ejercicio muy riesgoso que ofenda precisamente a quienes saben mantener su fe en el ámbito privado y no les gusta convertirla en un espectáculo efímero. El retorno a la era cristera o a los gestos y actitudes de la intolerancia religiosa sería la peor forma de traducir lo logrado por el laicismo mexicano, por mucho que a un sector de la teología del poder y a quienes promueven felices una "revolución espiritual" les interese imponer el reino de los cielos en las botas presidenciales.
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