EL DOCTOR MUERTE
La
gira por el Cono Sur del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul
O'Neill, nos hace recordar a un médico que a sabiendas receta a
sus pacientes fármacos y sangrías que únicamente aceleran
su muerte, y nos sugiere también otras reflexiones.
En primer lugar, es obsceno que el Fondo Monetario Internacional
(FMI) finja no tener nada que ver con las crisis graves y sucesivas de
Argentina, Uruguay y Brasil (hasta este momento las víctimas principales
de sus instrucciones). El FMI, solemnemente, hizo inaugurar hace unos años
su reunión a Carlos Salinas de Gortari (antes del derrumbe de 1995
de la economía mexicana) y cerrar la misma sesión a Carlos
Menem, socio de los Bush (antes del derrumbe previsible y previsto de la
economía argentina, que seguía al pie de la letra los diktats
de las instituciones del capital financiero). Por lo tanto, no puede achacar
sólo a una corrupción gubernamental, que conocía,
fomentaba y utilizaba, el hundimiento del Mercosur (que ha promovido por
todos los medios para facilitarle la vía al ALCA) y el descalabro
de los tres "grandes" países "emergentes" de nuestro continente
(México, Brasil y Argentina) y de las economías menores de
Uruguay, Paraguay y Bolivia, por no hablar de Ecuador.
En segundo lugar, es igualmente obsceno y cínico
que el secretario del Tesoro estadunidense decida lo que debe hacer el
FMI, que supuestamente es "técnico" e "independiente" de los gobiernos,
y resuelva, por tanto, que éste dará mil 500 millones de
dólares como salvavidas a Uruguay, que tiene poco más de
3 millones de habitantes; apenas 10 mil millones a Brasil, cuya población
es 50 veces mayor, y nada a Argentina, 10 veces más poblada que
su pequeño vecino oriental. El carácter político de
la supuesta ayuda (la combinación de más o menos garrote,
con más, o menos, o nada de zanahoria) es evidente, y lo es tanto
más cuando O'Neill dice que esa ayuda llegará si el gobierno
brasileño, por ejemplo, no abre con ella cuentas privadas en Suiza,
uniendo así el insulto a la presión y la prepotencia.
Es, por último, también particularmente
obsceno que el ex presidente de la empresa Alcoa, gigante del aluminio,
decida sobre la economía de un gran productor de bauxita y aluminio,
como es Brasil, e intervenga descaradamente en las elecciones argentinas
y brasileñas con sus promesas chantajistas. Las manifestaciones
contra el empresario-vocero y patrón del FMI que se realizan en
Argentina seguramente inspirarán por eso otras similares en Montevideo
y en las ciudades brasileñas, ya que la intervención es demasiado
brutal y cínica. Sobre todo porque la nueva "ayuda" está
condicionada al cumplimiento de lo que exige el FMI (lo cual incluye la
impunidad legal para los banqueros ladrones y los políticos corruptos
y el pago puntual de la deuda externa), o sea que desangra aún más
a las economías anémicas de la región y maniata a
los gobiernos para recuperar cuantiosos recursos desviados hacia el extranjero.
Casi parecería que la visita del doctor muerte
tiene un doble sentido didáctico: demostrar a los pueblos latinoamericanos
que los gobiernos que aceptan las órdenes de Washington son antinacionales
y demostrar que las políticas que se presentan como las únicas
posibles son inviables, inmorales, delictuosas y deben ser cambiadas cuanto
antes, si es posible por la vía electoral, apoyándose en
la voluntad de cambio de las poblaciones que esas políticas empujan
hacia un retroceso histórico.