A las ocho con dos minutos de este martes la policía arribó al lugar para trasladarla
En una hora, Trevi dejó atrás 13 días de gloria en el convento de Brasil
La cantante se encuentra en la comisaría, donde se le asignó una celda individual
ROBERTO LAMADRID ESPECIAL
Brasilia, Brasil, 6 de agosto. Gloria Trevi vive uno de los peores capítulos de su vida. Cuando creía acariciar la libertad, regresa nuevamente al mundo de las rejas. Siete de la mañana, martes 6, apenas hay luz. La cantante se levanta de la cama para enfrentarse a lo que consideraba ya imposible: los barrotes de acero.
Se enfunda en sus jeans ajustados y se dirige al comedor del convento, para unirse al desayuno de las monjas. Llega también María Raquenel Portillo, Mary Boquitas. Las dos cruzan miradas. El silencio es atroz entre los presentes. Toda la noche se pasaron con los ojos abiertos y con las luces apagadas para que la policía federal no tuviera ningún pretexto para entrar por Trevi. La madre superiora Rosita pidió respeto a las reglas del convento y a su horario de ir a la cama para conservar un rato más a la cantante, a quien aprecia.
Alguien pregunta: "Ƒestán listas?" Gloria contesta: "no tenemos alternativa". Se abrazan todas y su atención se centra en el reloj. La espera parece no tener fin.
Se oye el llanto de Angel Gabriel, el hijo de la Trevi, que quiere más leche. La discusión comienza. Las monjas y un padre italiano, de visita, emiten su opinión sobre la decisión sin precedente en el tribunal de Brasilia: regresar a prisión a un presunto responsable que hubiese ganado un arraigo domiciliario. A la plática se suma la madre de Trevi, Gloria Ruiz, y hasta los policías encargados de la custodia del arraigo.
Ocho de la mañana con dos minutos: "ya llegaron, ya llegaron". Mary Boquitas sale corriendo para refugiarse en los brazos de su mamá. Gloria se queda sentada y su madre le dice: "ándale, mi hijita, uno siempre debe tener la cabeza en alto; ve por tu televisión, o qué crees, que vienen a acariciarte".
En el jardín del convento, que se parece a las oficinas de la Escuela Normal Superior, se ven entrar las sombras de más de cinco hombres de negro, equipados con armas de alto poder y radios de mano. Llegaron en dos camionetas de la Superintendencia federal.
Los policías llegan hasta la alcoba de las artistas y se las llevan. Las religiosas se reúnen en el patio. En fila, una por una abrazan a Trevi y a Raquenel Portillo. Las encomiendan a Dios.
En el otro extremo del jardín, otra religiosa carga a Angel Gabriel. A Gloria le permiten ir por él. En ese instante, el jefe de los hombres de negro hace una señal: la hora llegó.
Gloria Trevi no llora; levanta el brazo para decir adiós y sube a una de las camionetas. Mary Boquitas irá en la otra. Se abre el portón y se escucha el ruido del motor de ocho cilindros, que sale disparado del convento.
"Me duele lo que le hacen a Gloria", dicen
En la calle, el dispositivo de seguridad es esperado por la prensa y por civiles que apoyan a Gloria Trevi. "Me duele lo que le hacen a mi Gloria", dice una joven estudiante que sostenía una pancarta de protesta. El contingente se aleja y junto con él las esperanzas de alcanzar la libertad.
La cantante fue trasladada a la tercera comisaría del sector sureste de Brasilia, donde las autoridades le asignaron una celda individual "por respeto a la vida del menor".
Así, Trevi deja 13 días de gloria en el convento y a una docena de religiosas alborotadas por la gracia de un pequeño de casi seis meses.
Antes de abordar su transporte hacia las rejas Gloria Trevi contestó y asintió con un parpadeo a la última pregunta de una entrevista que comenzó hace tiempo: "ƑEsta es una actitud digna de la mujer mexicana?"