LOS AMIGOS, LOS ENEMIGOS Y LA ETICA
El
rey Fahd bin Abdul Aziz al Saud ocupa el trono de Arabia Saudita, aunque
su hermanastro Abdula ben Abdelaziz, nacionalista y, sobre todo, más
sano y joven, sea quien realmente gobierna. Fahd (por razones de brevedad
le llamaremos así) ya había asombrado a Ginebra cuando llegó
a esa ciudad con un simple séquito de 50 automóviles Rolls
Royce para operarse allí de cataratas. Ahora está pasando
sus vacaciones en Marbella, España, donde arribó en un avión
Jumbo 747 con motores Rolls Royce y otros tres aviones más, uno
de ellos convertido en hospital privado para el obeso y maltrecho monarca
octogenario. Su séquito ambulante, compuesto por 400 personas, fue
trasladado al centro de la ciudad por una caravana de Mercedes negros y
allí esperarán otros dos mil 600 cortesanos más.
La seguridad del rey estará a cargo de un verdadero
batallón de guardias reales (además de la policía
española), los cuales contarán con tres helicópteros.
Fahd se alojará en una réplica de la Casa Blanca, que fue
remodelada con un costo de casi dos mil millones de dólares y junto
a la cual funcionarán un hospital modernísimo y un centro
de telecomunicaciones, con toda la última tecnología, además
de chalets de lujo para sus acompañantes, muchos de los cuales ocuparán
300 suites en los mejores hoteles de la zona y en lujosas villas alquiladas
por casi 200 mil dólares.
El rey estará en Marbella tres meses y sólo
en flores gastará cada día mil 500 dólares; a sus
gastos de comida dedicará diariamente 30 mil dólares con
la salvedad de que Fahd se hará traer diariamente en avión
carne de cordero, arroz, especias y agua de la Meca.
Este autócrata, cuya existencia cotidiana ofende
el buen gusto y contrasta brutalmente con la pobreza creciente de la inmensa
mayoría de la humanidad, es un amigo para el presidente Bush y para
su familia y un ejemplo de acatamiento a los valores fundamentales que
la Casa Blanca promueve en su Cruzada contra el Mal.
En su momento también Jean Bedel Bokassa, ex sargento
del ejército francés convertido en emperador de Centráfrica,
culpable de canibalismo y de robo a su país, donde hizo construir
una catedral más grande que la de San Pablo en Roma, era el predilecto
del presidente derechista francés Valery Giscard d´Éstaings
porque era un "baluarte del orden", como lo eran para Estados Unidos Anastasio
Somoza, en Nicaragua y Sese Mobutu en el Congo, entre otros dictadores,
como los argentinos, e igualmente eran predilectos ladrones perseguidos
por la justicia nacional como el ex presidente argentino Menen o su colega
nicaragüense Alemán. Es que en la elección de amigos,
las grandes potencias tienen el paladar grueso y no se plantean problemas
éticos ni ven contradicciones entre la democracia parlamentaria
que presentan como valor universal y "pequeñeces" como las vacaciones
de Fahd.
El problema surge, en cambio, cuando el amigo deja de
serlo, como Saddam Hussein, presidente de Irak, o el ex agente de la CIA,
Noriega, de Panamá, o los mismos talibanes, pagados durante años
por Estados Unidos, e incluso Bin Laden, cuya familia es socia del presidente
Bush. El espectáculo obsceno que ofrece un déspota senecto
multimillonario resulta por eso menos grotesco y ofensivo que la veneración
de la Casa Blanca y del gobierno español por este amigo (u otros),
y que la hipocresía y el odio con que los Cruzados del Bien vituperan
a sus enemigos que antes les sirvieran.