El modelo de desarrollo actual sólo benefició
a unos pocos, reconoce Kofi Annan
El documento final de la Cumbre de la Tierra, producto
de subordinación y complicidades
Con "retórica feliz" se busca rescatar una reunión
"estéril y hasta dañina"
ALEJANDRO NADAL ESPECIAL PARA LA JORNADA
Johannesburgo, 2 de septiembre. La retórica
oficial en la cumbre de Johannesburgo sobre desarrollo sustentable es optimista.
La página oficial de esta reunión anuncia hoy sin titubeos
que los delegados de la reunión ya llegaron a acuerdos en casi todos
los puntos del plan de acción.
Con esa retórica feliz, compartida por los gobiernos
y sus socios en las empresas trasnacionales, se busca rescatar esta reunión
estéril y hasta dañina. La maniobra es clara: en vista de
que se han logrado "avances" en casi todos los frentes, se puede decir
que la reunión ha sido un éxito y se pudo evitar el fracaso.
Pero si a ese documento se le llama triunfo, cabe concluir que hubiera
sido mejor un fracaso.
El documento que emana de la cumbre es testimonio del
cinismo con que gobiernos y empresas trasnacionales pretenden enfrentar
el tema social y ambiental a escala mundial. A 10 años de la cumbre
de Río (UNCED 92), la pobreza y el deterioro ambiental se han intensificado
en el planeta. Pero eso no es obstáculo para que el plan de acción
de la Cumbre de Johannesburgo sobre Desarrollo Sustentable descanse en
la premisa fundamental de que el mundo necesita continuar con la liberalización
comercial y financiera para alcanzar el desarrollo sustentable.
Tampoco ha impedido que se sujeten los principios básicos
definidos hace una década en Río a un vergonzoso proceso
de mercadeo y regateo. Y si hay un mensaje claro que sale de Johannesburgo
es que si hoy hubieran estado en proceso de negociación, esos principios
hubieran sido rechazados y enviados al bote de la basura.
Quizá la principal tragedia es que el documento
final de la cumbre es un hijastro de los documentos que han salido de la
reunión de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en Doha
y de la triste conferencia de Monterrey sobre financiamiento para el desarrollo.
Con la inclusión de las referencias a Doha y Monterrey en el documento
final quedó sellada la suerte de la cumbre de Johannesburgo. Y se
demostró que desde el principio el proceso de la reunión
estuvo secuestrado por la OMC y las empresas trasnacionales que ahí
viven. Los gobiernos que han venido a firmar el plan de acción de
la cumbre de Johannesburgo han perdido toda credibilidad y legitimidad.
Se
ha dicho que hace 10 años se negociaron en Río de Janeiro
los grandes principios de la relación entre medio ambiente y desarrollo.
Y que en Johannesburgo se definiría su aplicación. Entre
esos principios se encontraba el de precaución, clave para tomar
decisiones cuando existe incertidumbre sobre los impactos negativos en
el medio ambiente. En Johannesburgo ese principio estuvo en artículo
de muerte hasta el último momento. Sólo la tenacidad de las
delegaciones de Noruega y Suiza pudo evitar que se le subordinara a la
agenda miope de las negociaciones comerciales en el seno de la OMC.
Inteligente rechazo de ONG
Afortunadamente, frente a la deslavada retórica
oficial, una amplia coalición de organizaciones civiles y movimientos
sociales rechaza el resultado de la cumbre y ha dado una lección
de inteligencia política que los organizadores de la reunión
están lejos de comprender. Muchas de estas organizaciones han considerado
la opción de tomar el documento final de la reunión y pasarlo
por una trituradora en una ceremonia de gran fuerza simbólica. Tienen
razón: el documento no vale la pena, es producto de la subordinación
y la complicidad con las empresas trasnacionales, felices de desplegar
su ropaje de pintura verde para desarrollar las "nuevas alianzas" que el
gobierno de Bush tanto promovió.
Detrás del mensaje de rechazo a los resultados
de la reunión, las organizaciones quieren enfatizar la necesidad
de desarrollar otro tipo de espacios, que permitan crear alternativas para
enfrentar los problemas sociales y ambientales del mundo. Las redes y coaliciones
de organizaciones civiles tienen el espacio del Foro Social Mundial, uno
de los más creativos y democráticos, que poco a poco ha ido
consolidándose como la mejor alternativa a la farsa oficial. Ahí
hay que preparar el diseño del verdadero cambio para revertir el
deterioro social y ambiental global.
En Soweto, a 25 kilómetros y varios mundos de distancia
del ostentoso centro de convenciones en el que se reúnen los gobiernos,
se sabe que la cumbre estuvo dominada por la agenda de la OMC y el sector
privado. La consigna es clara como el agua: lucharemos contra la codicia
de las empresas trasnacionales y las presiones de la OMC como luchamos
contra el apartheid.
Reducir la desigualdad
Las agencias informativas reportaron que el presidente
de Sudáfrica, Thabo Mbeki, abrió ante más de un centenar
de jefes de Estado y de gobierno la fase final de la Cumbre de la Tierra,
con un llamado a establecer objetivos y metas concretas destinadas a reducir
la desigualdad.
Esta cumbre, dijo, debe además determinar procesos
de aplicación y supervisión para que todos los países
respeten los acuerdos mundiales. "Nada pude justificar un fracaso en nuestra
tarea de responder a estas expectativas."
De manera concreta, el presidente sudafricano pidió
una respuesta a los problemas más urgentes de la humanidad, que
son la pobreza y la degradación del medio ambiente.
Al inaugurar la cumbre sobre Desarrollo Sostenible, el
secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, recordó que
el modelo de desarrollo actual sólo fue bueno para unos pocos y
resultó defectuoso e incompleto para la mayoría, por lo cual,
conjuntamente con Mbeki, pidió a los jefes de Estado y de gobierno
que pongan todos los medios económicos y su voluntad política
para salvar al planeta del hambre y la destrucción.
Para Annan, las medidas de preservación del planeta
son costosas, pero advirtió que el precio del fracaso será
mucho más elevado.
Recordó la hambruna que afecta a 13 millones de
personas en el sur del continente africano, y ante esta realidad, añadió,
ahora no se piden lamentos, sino valor político de parte de los
gobiernos, la sociedad civil, pero también de las empresas.
Durante sus intervenciones, varios líderes mundiales,
entre ellos el canciller alemán, Gerhard Schroeder, y el primer
ministro de Canadá, Jean Chrétien, instaron a Estados Unidos
y a Rusia a ratificar el Protocolo de Kyoto sobre la reducción de
gases de efecto invernadero, al recordar el alarmante incremento de las
catástrofes naturales.
A su vez, el presidente francés, Jacques Chirac,
y el primer ministro de Gran Bretaña, Tony Blair, anunciaron un
programa conjunto de ayuda al desarrollo, en que cada país aportará
100 millones de euros (casi igual en dólares) durante tres años.
Plantean alianza para el desarrollo
Chirac propuso además una "alianza mundial" para
el desarrollo sostenible, y en ese sentido se dijo en favor de establecer
un impuesto mundial para financiar el desarrollo, mencionando "un descuento
previo de solidaridad sobre las riquezas engendradas por la globalización".
Además de estas nuevas fuentes de financiamiento,
Chirac preconiza que los países ricos aumenten la ayuda al desarrollo
a 0.7 por ciento del PIB durante los próximos 10 años para
erradicar la pobeza.
Canadá, por su parte, anunció que derogará,
a partir del primero de enero de 2003, las cuotas y tarifas aduaneras para
la importación de casi todos los productos de los países
en desarrollo.
Precisamente el presidente de Brasil, Fernando Henrique
Cardoso, pidió el fin del proteccionismo, de los subsidios agrícolas
y de todas las barreras arancelarias y no arancelarias para que los países
en desarrollo puedan salir de la pobreza.
La propuesta fue respaldada por el presidente de Venezuela,
Hugo Chávez, quien además propuso crear un fondo global de
ayuda para aliviar la pobreza, luego de puntualizar que las políticas
de libre mercado son la causa principal del sufrimiento del mundo.
Al hablar en nombre de su país y del Grupo de los
77 (países en desarrollo), denunció la falta de solidaridad
y compromiso de las naciones industrializadas.
En este contexto, niños de todo el mundo, algunos
nacidos en 1992, cuando se realizó la primera Cumbre de la Tierra,
en Río de Janeiro, exigieron acciones y criticaron a los líderes
por no haber dejado de lado las diferencias y la codicia, en detrimento
de las futuras generaciones.