José Antonio Rojas Nieto
La privatización de la renta eléctrica
Hasta hace pocos años, generalmente las diversas fases de esta industria (generación, transmisión, transformación, control, distribución y comercialización) se integraban en una compañía que asumía la responsabilidad de este servicio público en toda una región o -en el caso de los monopolios estatales- en todo un país. Para evitar el abuso de estos monopolios -privados y públicos- se ejercía una regulación sobre ellos; sometían a aprobación oficial sus precios determinados por medio del costo más una cierta tasa de rentabilidad que, asimismo, se regulaba. De aquí que la regulación debiera concentrarse tanto en la calidad del suministro como en los costos y en la rentabilidad. Teóricamente, en un mercado competitivo, los consumidores debieran poder elegir su compañía eléctrica, local o foránea. La primera fase del cambio oficial en México desea esto con grandes consumidores. Según la teoría, en un entorno competitivo los precios de la electricidad se determinarían en el mercado, salvo que los reguladores definieran topes máximos o, como ha sucedido en algunas experiencias, determinaran los llamados precios de transición para garantizar no sólo la rentabilidad de los competidores del nuevo mercado eléctrico, sino algunos costos implicados, precisamente en esa transición, como por ejemplo, el pago de centrales o instalaciones ineficientes y poco rentables, cuyos altos costos se prorratean entre todos para no cargar a la nueva estructura competitiva con problemas irresolubles.
El mercado eléctrico tiene varios nuevos agentes. Además de los generadores tradicionales, hay otros nuevos (merchant plants) que se suman a competir sin necesidad de involucrarse en otras fases de la industria. Surgen, además, grandes comercializadores de electricidad y minoristas. Por lo demás, también las compañías petroleras y de gas natural se lanzan a ese mercado de comercialización de electricidad, utilizando su infraestructura y sus aparatos comerciales. En general, se establecen nuevos agrupamientos mercantiles que compiten por ese mercado.
Pero, Ƒpor qué tanto empeño en esta nueva organización industrial y en competir? Por una simple razón: el mercado eléctrico es muy pero muy jugoso. Garantiza volúmenes muy importantes de recursos provenientes de lo que -con cierto abuso teórico- podemos denominar renta eléctrica. ƑDe dónde surge esa renta eléctrica? Del diferencial que se establece entre el productor más caro y todos los demás a los que, evidentemente, en un mercado competitivo se les paga lo mismo que al más caro. Es decir, si a cierta hora del día, la garantía del suministro eléctrico a todos los usuarios exigiera -por ejemplo, exagerando y simplificando un poco para ilustrar-, que plantas de generación con costos de ocho centavos de dólar por kwh operaran en ese momento (recordemos siempre que la electricidad no se almacena y que el consumo de cada instante debe ser garantizado con la producción de cada instante), el mercado pagaría a todos los productores, los de uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete centavos de dólar por kwh, los ocho centavos de la planta más cara, llamada la marginal. La empresa de Estado puede darse el lujo de modificar este esquema y, bajo condiciones de eficiencia equivalente (asunto delicado y, sin duda, objeto de severa regulación) puede operar con costos menores y socializar esa renta eléctrica, como se ha hecho hasta hoy. (Un análisis cuidadoso de este fenómeno muestra que la industria eléctrica tiene una robustez financiera básica, que se percibiría con nitidez -como en el caso de Pemex- con un renovado esquema fiscal). Y dije antes que con cierto abuso la podemos llamar renta eléctrica, porque el diferencial de costos de producción, que teóricamente constituye la renta (al menos desde el punto de vista clásico), es el que se origina en la utilización de recursos naturales fértiles o bien ubicados (agua y vapor geotérmico, por ejemplo) y no en nuevas tecnologías. A este último algunos autores gustan llamar renta tecnológica. Pero lo cierto es que, en ambos casos, se trata de un importantísimo excedente que es -como se dice coloquialmente- oscuro objeto del deseo de los negociantes, rentistas y especuladores, como ya sucede en el caso de la renta petrolera.
El entorno competitivo exige muchísima regulación. La nueva regulación -ya no la del monopolio que tenía una región o un país bajo su encargo-, sino la que incluye a todos los participantes en el mercado es mucho más compleja y demanda mucha preparación, pues exige supervisión sobre todos los participantes, de todas las fases de la industria, en todos los momentos. En este esquema, la regulación del costo de generación se deposita en la competencia. Se trata de un costo que, teóricamente, debiera corresponder al llamado marginal de largo plazo, capaz de permitir no sólo la recuperación de los gastos corrientes, sino los que implican la expansión de la capacidad y la garantía del margen de reserva, asuntos que deben ser estrechamente supervisados para no dejar caer el sistema en limitaciones graves que conducirán a especulación y rentismo.
Ahora bien, el precio al consumidor final no es resultado de la pura competencia, pues siguen existiendo fases de la industria donde no puede haber - como sucede en la generación- múltiples instalaciones de múltiples participantes. Es el caso de las actividades de transmisión y distribución que, sin duda, deben seguir siendo monopolio natural, aunque abiertos a la utilización de todos. Este es el famoso open access. Miles de libros y artículos y folletos sobre esta nueva forma de organización industrial no sólo explican sino que defienden y argumentan en favor del mercado eléctrico, hasta tal límite que ya caen en los estilos de la propaganda política o religiosa. Lo real es que no es cierto que haya consenso mundial sobre este cambio, y que las formas y mecanismo de modernizar y restructurar la industria eléctrica en el mundo exigirán no sólo mucha reflexión sino mucha creatividad. Una pregunta de fondo nos puede quedar hoy: Ƒen manos de quién desea la sociedad mexicana concentrar la renta eléctrica, en manos del Estado o en manos privadas? Muchos -entre los que evidentemente me incluyo- creemos que la apuesta al control y a la fortaleza estatales sigue siendo -a pesar de todo-, la mejor opción para México. Es cierto, el proyecto gubernamental no privatiza activos, privatiza la renta eléctrica. Y, bajo esa concepción, sigue la privatización de la renta petrolera. Ni más ni menos.
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