UNA BOFETADA
José
Saramago y Ernesto Sábato, primeras figuras de la literatura contemporánea
iberoamericana, expresaron, en carta enviada a este diario, su desazón
y desacuerdo ante la resolución dictada hace dos días por
la Suprema Corte de Justicia de la Nación , que declaró improcedentes
322 controversias presentadas contra la reforma constitucional en materia
de derechos y cultura indígenas aprobada el año pasado. Los
dos escritores manifiestan su irritación por lo que consideran "una
bofetada" a los indios de México y "una página negra" en
la historia nacional. Además, reprochan abiertamente al Estado mexicano
y al presidente Vicente Fox su ominosa postura contra los pueblos originarios
de la nación, a los que han negado -en todas las instancias ejecutivas,
legislativas y judiciales de la Federación- sus legítimos
reclamos históricos.
En la misiva, Saramago y Sábato no dudan en afirmar
que el gobierno de Fox aprovechará el fallo judicial -parte de una
estrategia sistemática de discriminación y olvido que, desde
numerosas instituciones y estamentos políticos, se practica contra
los pueblos indios- para mantener la exclusión de las comunidades
indígenas. Con ello, evidencian el engaño en que la actual
administración ha mantenido al país: tras pregonar su interés
en una solución justa y digna para los reclamos indígenas,
se apresta ahora a rentabilizar esta decisión judicial para incumplir
sus promesas. El presidente Vicente Fox tuvo, en su momento, la gran oportunidad
para resolver el conflicto de Chiapas y comenzar a saldar la deuda histórica
con las etnias de México. Pero, a la hora de la verdad, no tuvo
la capacidad o la determinación de asumir tan importante responsabilidad
y optó por plegarse a la política de discriminación,
desprecio y olvido con la que el Estado mexicano ha sometido, por siglos,
a sus ciudadanos más débiles: los pueblos indígenas.
La carta de Saramago y Sábato es, también,
una declaración de desengaño. Como muchos mexicanos que creyeron
en las promesas de cambio de la presente administración, los escritores
reprochan severamente al presidente Fox su palabra incumplida. O, quizá,
la palabra que utilizó como mercadotecnia electoral pero que nunca
pensó cumplir.
Sin una pronta rectificación legislativa que enmiende
las graves omisiones y distorsiones de la reforma avalada por la Suprema
Corte de Justicia de la Nación y que asuma verdaderamente el sentir
de las comunidades indígenas, la letra del Convenio 169 de la Organización
Internacional del Trabajo y los Acuerdos de San Andrés, los pueblos
indígenas no tendrán razón alguna para creer que el
Estado mexicano reconocerá lo que legítimamente les corresponde.
De no ser así, para ellos, como para millones de compatriotas, la
democracia en México nunca estará completa y el 2 de julio
de 2000 no será sino la fecha en la que el viejo régimen
concluyó su estrategia de revalidación.