Ni con las aprehensiones se redujo la presencia
policiaca y castrense
Se agrava crisis del grupo paramilitar Paz y Justicia
con el arresto de varios integrantes
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
San Cristobal de Las Casas, Chis. 16 de septiembre.
La detención de Sabelino Torres Martínez y otros miembros
de Desarrollo, Paz y Justicia acentuó la crisis que ha venido atravesando
dicha organización, señalada como paramilitar desde 1996
y a la que se responsabiliza directamente de cuando menos 55 muertes en
la zona norte del estado.
Sin embargo, nada cambia la aguda militarización
de las comunidades ni la presencia constante de policías estatales
y municipales en las pueblos. En Sabanilla solamente, el Ejército
patrulla cada día San Patricio, Los Moyos, Cristóbal Colón,
Bebedero y otras comunidades. El pretexto, según los desplazados
en San Marcos, es evitar "que las bases zapatistas sigan creciendo".
El operativo policiaco del viernes pasado resultó
inesperado para la organización. El gobierno estatal promovió
en meses recientes un proceso de "reconciliación" en la zona, particularmente
en el municipio de Tila; han participado diversas organizaciones, incluidos
algunos grupos vinculados con Paz y Justicia.
Mateo Gómez Torres, comisario ejidal suplente de
Miguel Alemán, declaró este fin de semana a la prensa de
Tuxtla Gutiérrez: "No sabemos por qué el gobierno actuó
así, si apenas el 25 de junio habíamos firmado la paz y la
reconciliación con todos los compañeros".
La organización, creada en 1995 para contrarrestar
la influencia del zapatismo en la región chol, ha sufrido divisiones
importantes a partir de la derrota electoral del Partido Revolucionario
Institucional (PRI) en 2000. Muchos de sus miembros crearon la Unión
de Comunidades Indígenas, Agropecuarias y Forestales (UCIAF) o bien
pasaron a otras agrupaciones no priístas, buscando sacudirse la
vinculación con los grupos armados contrainsurgentes.
A principios de este año, luego del encarcelamiento
de Diego Vázquez, también dirigente de la organización,
se registraron nuevos problemas internos que llevaron al asesinato de un
indígena en las inmediaciones del ejido Miguel Alemán. De
inmediato las comunidades zapatistas fueron hostigadas por convoyes militares
y policiacos; el representante de Jolnixtié dijo entonces a La
Jornada que los priístas estaban divididos y ajustándose
cuentas, pero además querían acusar a los zapatistas de sus
crímenes.
Se renueva la dirigencia de Paz y Justicia
Este
sábado 14, en lo que la propia organización priísta
consideró un "desafío" al gobierno de Pablo Salazar Mendiguchía,
Desarrollo, Paz y Justicia restructuró su dirigencia. Durante una
asamblea efectuada en Yajalón, los delegados indígenas eligieron
a Pascual Gómez Velasco como su nuevo dirigente y acusaron al gobierno
estatal de no tener rumbo: "no sabe lo que hace".
En medio de otra crisis interna, los delegados de Paz
y Justicia rechazaron a su anterior dirigente, Cristóbal Martínez
Torres. El sábado "se esperaba" la elección de Sabelino Torres
Martínez ("el único con capacidad de defender los derechos
de las bases", según señalaron fuentes priístas),
pero fue detenido la víspera en su domicilio de Tzaquil, acusado
de acopio de armas, asesinatos y abigeato. Sin la participación
de los delegados de Palenque ("ahuyentados" por el líder saliente,
Cristóbal Martínez, después de "anunciarse" la suspensión
de la asamblea), y por supuesto en ausencia de los detenidos en Tzaquil
y Miguel Alemán, la organización priísta manifestó
su oposición al "boicot" del gobierno estatal contra ella.
En relación con sus compañeros detenidos,
Paz y Justicia (que se compone mayoritariamente de campesinos choles) declaró
en su asamblea: "No van a quedar solos. Nos estamos fortaleciendo sin traicionarnos.
No estamos debilitados; al contrario, frente a los ataques y agresiones
del sistema, nos vamos a organizar para defender nuestros derechos de manera
pacífica, sin violencia, sin engaños, para seguir gestionando
nuestros proyectos ante las autoridades de los diferentes niveles de gobierno".
Un pasado violento
De acuerdo con los investigadores Dolores Camacho y Arturo
Lomelí, "en estos tiempos es muy importante hablar de lo incierto
del futuro de los choles, ya que en su territorio se ha librado una tensa
lucha entre las bases sociales del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) y los grupos de la organización Desarrollo, Paz
y Justicia. Esta situación ha deteriorado profundamente la convivencia
social".
Es conocido que en los municipios de Tila, Sabanilla y
en mucho menor medida Salto de Agua existen miles de desplazados que viven
fuera de sus comunidades de origen. Además, a partir de la militarización
y paramilitarización de esa zona, hace siete años, persiste
una continua zozobra.
"Las formas de organización social basadas en la
tradición se han descompuesto", afirman Camacho y Lomelí,
quienes han documentado ampliamente la historia de las comunidades choles.
"Los conflictos que han vivido los pueblos crearon división y permitieron
la acumulación de un gran rencor."
En sus orígenes, la conflictiva regional se debió
a las guardias blancas de los finqueros de Tila y Tumablá, luego
a los caciques campesinos y, finalmente, a los líderes magisteriales.
A partir de 1976 se desató la violencia en El Crucero, comunidad
localizada en lo que es ahora el corazón del conflicto entre Paz
y Justicia y las bases de apoyo zapatistas. Los caciques Wulfrano Martínez
Díaz (y no Wulfrano Torres, como escribió anteayer este enviado),
Carmelino Hernández Torres y Manuel Hernández Torres fueron
responsables de asesinatos, expulsiones y saqueos a lo largo de los años
ochenta.
A partir de 1994 la división y las agresiones se
hicieron más evidentes, afirman los investigadores. "Los conflictos
se polarizaron, los inconformes empezaron a identificarse con las demandas
zapatistas y electoralmente con el PRD, en especial durante la candidatura
de Amado Avendaño a la gubernatura del estado, que consiguió
un gran apoyo de las zonas identificadas con los zapatistas. A esta actitud
hubo una reacción de los tradicionales priístas, encabezados
por los maestros, que con el pretexto de la reivindicación india
(chol) incitaron a la gente contra la presunta influencia de ideologías
extrañas, como la Iglesia católica y los partidos políticos
de oposición."
Así se forma Paz y Justicia en 1995, y de inmediato
recibe cuantiosos recursos gubernamentales y del Banco Mundial. Con esto,
agregan Camacho y Lomelí, "la organización logra controlar
gran parte de las comunidades, aunque hubo denuncias públicas de
que el dinero también se usó para la compra de armas. También
es evidente que se dieron apoyos para ganar simpatías, pero lo fundamental
fue el terror provocado con sus actos. La gente que no aceptaba apoyarlos
debió huir después de ser amenazada".
En julio del presente año, la Comisión Civil
Internacional de Observación por los Derechos Humanos (CCIODH) publicó
el informe de su visita a Chiapas. Ahí recogía testimonios
recientes de toda la zona norte. Respecto de la "reconciliación"
emprendida por el gobierno del estado, el representante de una comunidad
de Salto de Agua declaró: "Hay que recalcar que en Tila es donde
más abundan los paramilitares, incluso el presidente municipal es
líder de Paz y Justicia. En la comunidad El Limar hubo un pequeño
desorden dentro del grupo; el comisariado ejidal se distancia y empieza
a hablar. Esto provoca un choque entre ellos, firman un convenio y aceptan
devolver la iglesia que mantenían tomada desde 1995".
Sin embargo, "no hay paz verdadera", agregó el
declarante. "Siguen ahí los militares y Seguridad Pública.
No se ha firmado ninguna paz, se firmaron unos documentos para la entrega
de una iglesia".
En el mismo informe de la CCIODH, los representantes del
campamento de desplazados de San Marcos (Sabanilla) aseguraron: "Tanto
Paz y Justicia como UCIAF siguen armados, y no es cierto lo que dice Fox,
porque los militares siguen en las comunidades". Denunciaron que priístas
armados se visten de agentes de Seguridad Pública y que Javier Encino
Guzmán y Ambrosio Guzmán Ramírez son los dirigentes
paramilitares en Sabanilla. También denunciaron la persistencia
de los campamentos militares en Jesús Carranza, Sabanilla, Los Moyos
y Andrés Quintana.