ESTADOS UNIDOS, SIN ARGUMENTOS
La
determinación del gobierno iraquí de permitir el regreso
incondicional de los inspectores de Naciones Unidas a su territorio, a
fin de que los funcionarios internacionales verifiquen in situ la inexistencia
de armas de destrucción masiva, constituye un serio revés
para los planes militaristas de Washington contra ese país árabe.
La decisión, anunciada ayer por el secretario general del organismo,
Kofi Annan, elimina el principal argumento empleado por George W. Bush
en su ofensiva diplomática orientada a obligar al Consejo de Seguridad
de la ONU a ordenar una nueva invasión de Irak: el supuesto afán
del régimen de Saddam Hussein por hacerse de esa clase de armas,
suposición que ha sido reiteradamente descalificada por los propios
encargados de verificar la destrucción de los arsenales químicos
y biológicos de Bagdad.
Lo anterior es una buena noticia para los amantes de la
paz en todo el mundo, toda vez que la concesión de Bagdad complicará
significativamente la construcción de un consenso internacional
para lanzar la incursión bélica contra Irak, aventura que,
según lo admitió ayer el jefe del Consejo Económico
de la Casa Blanca, Lawrence Lindsey, tendría un costo estimado de
200 mil millones de dólares. Tal suma no sólo da una idea
de la magnitud de los medios de destrucción de vidas y bienes que
Bush desea lanzar contra Irak, sino que resulta indicativa del impacto
?negativo, por supuesto? que semejante guerra podría tener en la
alicaída economía mundial.
Es claro que el afán de la Casa Blanca por incorporar
a sus proyectos la mayor cantidad posible de países no sólo
responde a la necesidad de otorgar cierta legitimidad a su guerra contra
Irak, sino también al interés de que Estados Unidos y Gran
Bretaña no asumieran solos esos gastos monumentales. Pero el anuncio
de Bagdad hace altamente improbable que potencias como Francia, Rusia,
China y Alemania, y los tradicionales aliados de Washington en los alrededores
de Irak, como Arabia Saudita, Turquía y los emiratos petroleros
del golfo Pérsico, de suyo reticentes a unirse a los planes militares
de Washington, aprueben una agresión que se ha quedado huérfana
de argumentos y de razones.
Las coléricas descalificaciones iniciales del gobierno
estadunidense a la anuencia de Irak a la inspección internacional
?es "un movimiento táctico de Irak con la esperanza de evitar una
acción firme del Consejo de Seguridad de la ONU", dijo ayer mismo
un portavoz de la Casa Blanca? confirman hasta qué punto la decisión
de Bagdad de aceptar la verificación de su desarme deja desarmado
a Estados Unidos en la presente coyuntura.
Muchos países saben por experiencia y sufrimiento
propios que Washington es un eficiente constructor de pretextos para justificar
agresiones militares. Pero ahora el gobierno estadunidense se verá
obligado a diseñar, desde cero, nuevos pretextos, y tal circunstancia
puede dar un apreciable margen de tiempo a los actores internacionales
que por convicción, interés o mero sentido común se
oponen a una nueva guerra en el golfo Pérsico.