PALESTINA: LA DIGNIDAD NEGADA
Ayer,
el llamado "Cuarteto para Medio Oriente", integrado por los gobiernos de
Estados Unidos y Rusia, más la Unión Europea y la Secretaría
General de la ONU, dieron a conocer un plan que podría desembocar,
si el gobierno de Israel no dispone otra cosa, en el establecimiento de
un Estado palestino hacia el año 2005.
La iniciativa es incierta, porque no es de cumplimiento
obligatorio para nadie y deja la suerte de los palestinos librada a la
buena voluntad de personajes como Ariel Sharon, primer ministro israelí,
quien ha demostrado no tener ninguna: si se deja a Sharon la posibilidad
de torpedear un proceso de paz, puede darse por seguro que lo hará,
y si se le da poder para que ordene el asesinato de palestinos inermes,
no dudará en proceder en ese sentido. Sabra y Shatila fueron, hace
20 años, la prefiguración de lo que habría de ocurrir
hace unos meses en Jenin y en Belén, y que sigue ocurriendo casi
todos los días, en casi todas las localidades de la Palestina ocupada
por las tropas israelíes.
Adicionalmente, el documento del "Cuarteto para Medio
Oriente" es asimétrico e injusto, porque exige a los palestinos
cosas que los autores no se atreven a demandar a Israel, pese a que Moscú,
Washington, Bruselas y la ONU representan una inmensa concentración
de poderes políticos, diplomáticos, económicos y militares.
Concretamente, se pide a la Autoridad Nacional Palestina que se reforma
profundamente en aspectos institucionales, de administración y de
seguridad, pero no se plantea petición alguna a Israel para que
suspenda y abjure formalmente de sus prácticas atroces, ilegales
y violatorias de los derechos humanos, como los asesinatos de dirigentes
palestinos, los castigos colectivos contra la población civil palestina,
los tratos degradantes y crueles y la falta total de garantías que
padecen quienes son apresados por la soldadesca de Tel Aviv.
Una expresión particularmente agraviante de ese
doble rasero es la exigencia a la parte palestina de que adopte una constitución
al gusto de Occidente, exigencia que contrasta con el silencio acerca de
la inexistencia de una constitución israelí, vacío
que el gobierno de Tel Aviv ha aprovechado para convertirse en un violador
sistemático de las garantías individuales y para crecer territorialmente
a voluntad, toda vez que los límites geográficos del Estado
hebreo jamás fueron establecidos.
La iniciativa internacional confirma, por último,
la exasperante certeza de que el pueblo palestino sigue siendo utilizado
por los grandes poderes mundiales como carta de negociación, moneda
de cambio, blanqueador de conciencias e instrumento de simulación
y regateo.