Néstor de Buen
Requisas y otras menudencias
Por regla general tengo siempre dudas fundadas acerca
del tema de mi colaboración, antes semanal y ahora de mayores espacios.
Pero en esta semana petrolera, como dicen por ahí, la duda ofende.
Las preguntas periodísticas y otras radiofónicas, más
allá de mi grata entrevista semanal con Guillermo Ochoa, han caído
en el mismo espacio resbaloso de qué pasará si la huelga
estalla o de qué manera se puede lograr que no estalle o si se puede
requisar Pemex o qué es lo que vamos a hacer.
Una primera, rotunda y tendenciosa afirmación:
¡ni hablar de requisas! Estas están planteadas en el artículo
112 de la Ley de Vías Generales de Comunicación. E independientemente
de su notoria inconstitucionalidad, ya que no puede la requisa desplazar
al derecho constitucional de huelga, Pemex no es empresa de comunicación,
aunque sin Pemex nadie podrá circular por vía aérea
o terrestre. Por eso, entre muchas razones, no habrá requisa. Ya
lo ha dicho, por cierto, Carlos Abascal. Y en abono de su dicho cabe recordar
que en las dos huelgas anteriores del Sindicato de Sobrecargos con Aeroméxico
no hubo requisa. Fue una solución inteligente. Allí se podía,
pero no se debía. Aquí ni se puede ni se debe.
¿Qué otra alternativa hay? Allá por
1983, una huelga imprudente del Sindicato Mexicano de Electricistas para
un aumento extraordinario de salarios (a unos cuantos días vencía
el contrato colectivo de trabajo y esa huelga sí se justificaba),
fue resuelta con la conocida inexistencia y el agregado de la intervención
administrativa prevista en la Ley de Expropiación. Lo interesante
es que el Estado se expropió a sí mismo. Y eso parece que
no se vale. Porque Luz y Fuerza del Centro era y es empresa de capital
estatal mayoritario. Todo consistió en un bonito cambio de director
general por interventor. Los dos designados por el gobierno. ¡Bella
manera de expropiar!
No se vale pues la intervención administrativa,
aunque como están las cosas, quién sabe si se animen.
Queda el recurso de la inexistencia de la huelga. Ya sabemos
que supone falta de requisitos formales del emplazamiento. No lo conozco,
pero imagino que se ha hecho como es debido. O que el motivo del paro no
esté reconocido como motivo legal. Tampoco procedería, porque
sin duda la revisión salarial anual es motivo de huelga. Por último,
que la mayoría de los trabajadores de Pemex no está en favor
de suspender actividades. Eso supone recuentos, diligencias dilatadas y
varios días de huelga. Y aunque no es difícil que la mayoría
no esté en favor de parar, los plazos serían fatales.
Hay la posibilidad legal de que se determine por la Junta
Federal de Conciliación y Arbitraje que el personal de emergencia
sea suficiente para continuar los trabajos. Pero eso supondría trabajos
permanentes y no creo que el sindicato se trague esa formulita. Sería
una solución de verdadero conflicto.
Quedan los posibles arreglos. El primero, un aumento salarial
considerable. Pero daría al traste con la política antinflacionaria.
Y generaría una reacción en cadena: las revisiones principalmente
de enero y febrero que exigirían un aumento paralelo. El segundo,
un arreglo medio subterráneo que permitiría breves privaciones
de libertad, fianzas cómodas y un triunfo evidente de los contrarios
del gobierno. Con o sin desafuero, tal vez a cambio de una petición
de licencia. Lo veo muy difícil.
No va por ahí, me parece. Porque un golpe de frente
al corporativismo, que sería sensacional (inexistencia de la huelga,
por ejemplo) tendría un costo económico tal que el vencedor
quedaría maltrecho. Y ese seríamos nosotros.
Quizá lo inteligente habría sido dejar pendientes
los desafueros que no debieron plantearse antes de la revisión salarial
y esperar al arreglo económico para lanzar después la feroz
ofensiva. Pero no se hizo así y creo que con ello se cometió
un error monumental. Colectivo y por lo mismo de muchos culpables.
La última solución, que no lo es, sería
la prórroga del estallamiento. Supone la voluntad de ambas partes
pero a los patrones, así llamados en la ley, no les hace gracia
mantener vivo el embargo que el emplazamiento a huelga supone sobre sus
bienes. Pero, además, aplazar no es resolver.
Entre tanto, el PRI parecía que se la jugaba con
los malos, aunque ya se vislumbran arrepentimientos. Más le vale,
porque eso podrá tener serias repercusiones en las elecciones del
próximo año.
La última e improbable respuesta: patriotismo.
Lo malo es que no abunda. Aunque sí el patrioterismo. Que en el
caso, no nos sirve.