Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 3 de octubre de 2002
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Espectáculos
Tras ser tocado por un rayo, a los 10 años, adquirió el don de ''encaminar las nubes''

''Eso de ser ahuizote es trabajosito... y triste a veces'', afirma don Goyo

''Con los aires y el arcolliris hay que andarse con tiento, porque son de cuidado'', advierte

En la comunidad de Xalatlaco, los chamanes defienden las cosechas de la furia de la naturaleza

MARIA RIVERA ENVIADA

Xalatlaco, Estado de México. Desde aquella mañana de mayo en que lo chicoteó un rayo, otorgándole el don de encaminar las nubes, el destino de Gregorio Díaz quedó trazado. Como apenas tenía diez años, y no comprendía las repercusiones de sus actos, no aceptó el designio divino. La pertinaz centella regresó en dos ocasiones a recordárselo, pero siguió renuente. No fue sino hasta que le envió un intenso dolor de estómago que lo convenció. Arrepentido de su imprudencia, se encaminó al santuario de Chalma junto a los demás ahuizotes de Xalatlaco para ser iniciado.

A partir de entonces -relata el hombre- no sólo se curó del golpe del rayo, sino que adquirió la capacidad de invocar, mediante plegarias, la lluvia finita que engorda el elote, hacer limpias, o remediar los males que producen el arcoiris macho y el arcoiris hembra, que van desde la locura de amor hasta el embarazo.

A los 90 años, dueño de una singular memoria, don Goyito, como lo conocen en la región, pide que le prendan el último Alas de la tarde -ya que desde hace tres años perdió la vista- y entre caladas, narra su historia.

"Cuando me cayó el rayo estaba de mocito en casa de mi tío Paulino Ramírez. Fue un martes.

- Tío, le dije, voy a emparejar los burros y me voy al monte por leña.
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-Nomás dale de comer a las vacas y acarréales agua -me contestó.

"Pero yo puse capricho y me fui al monte. En el camino había un oyamel pachunudito, con muchas ramas, y ahí me senté. Cuando me puse a leñar empezaron a salir las nubes. Ajusté las dos cargas y las amarré a los burros. De pronto, no supe qué me pasó. No oí si tronó, ni nada, pero sentí un golpe."

Después soñó que dos hombres -"como los fariseos que salen en Semana Santa"- lo llevaban en andas a un templo iluminado por una veladora. Apenas se había persignado cuando lo volvieron a sacar, dejándolo en un llano donde se vio rodeado de animales fabulosos que pretendían devorarlo.

Con el sol recién salido, todavía seminconsciente, despertó. "Entonces llegó una señora con una niña. No sé si sería alguna virgencita, pero llevaba una botella y un vasito, y me dio agua. 'Ahora vete', me ordenó. Yo no podía contestar. No sé ni cómo pero desaté los burros y me vine para el pueblo."

A su regreso la gente le empezó a preguntar dónde había estado, pero no respondió porque seguía sin habla. Su tío lo regañó por la tardanza, pero un vecino lo defendió. "No lo caliente don Paulino, ¿qué no ve que le pegó el rayo?", le dijo. Tras descubrirle la cabeza, observaron que el sombrero "estaba humeado y olía a tizón".

Durante dos años el niño se resistió a cumplir su misión, por lo que fue castigado. "Ya no comía -recuerda-, se me fue el hambre. Estaba re flaco. ¡Nada más para cerrar los ojos y ya me moría! Y cada año me chicoteaba el rayo y me aventaba de aquí al camino. Me perseguía. Yo le preguntaba a todos qué pasaba y me respondían: 'es porque no quieres obedecer'."

Al tercero, cedió. El último día de abril acompañó a los ahuizotes del pueblo a Chalma, a pedir a san Miguelito "el arma" que les permite luchar contra las tempestades en la temporada de aguas. Ahí don Fernando Cedillo, principal chamán de entonces, lo "curó" del golpe del rayo y le informó que ya podía ayudarlos a trabajar.

Tras la iniciación, rememora don Goyito, recibió las enseñanzas de don Fernando Cedillo. Este no sólo les transmitió los rituales propiciatorios sino "las movidas" para contrarrestar las maldades. Por ejemplo, hubo un año, hace mucho tiempo, en que los coatepecos, sus vecinos, les llenaron los campos de granizo. La pérdida de la cosecha parecía inminente. "Si los dejamos no vamos a tener maíz el año que entra -explicó Cedillo a sus huestes- así que tenemos que empezar a aventarles el agua con granizo para allá".

Organizó a los elegidos para que fueran a tronchar hojas de sus milpas a manera de conjuro, y al regresar al pueblo se encomendaron al machete de san Miguelito. "¡Y viera usted qué buena cosecha alzamos ese año!"

La labor de curandero -continúa el chamán- también la aprendió de don Fernando. "Con los aires y el arcolliris hay que andarse con tiento porque son de cuidado. Si es arcolliris macho se burla de la mujer, si es hembra, del hombre". En el mejor de los casos se aparecen en forma de hombres o mujeres de buen ver, dejando a sus víctimas encandilados. En el peor, pasan del dicho al hecho.

En una ocasión -recuerda- un enorme arcoiris macho se hizo el encontradizo con una señora del pueblo. "Además de preñarla, la enfermó tanto que ya no podía asistir a su marido". Don Fernando Cedillo fue el encargado de resolver el caso. Tras el diagnóstico, sobó todo el cuerpo de la mujer, desde los pechos hasta el vientre, soplándole de vez en cuando en sitios estratégicos. ¡Santo remedio! Tan satisfecha quedó la paciente, que la siguiente vez que pasaron los curanderos por su casa hasta con mole los recibió.

"Lluvia finita que engorda el elote"

Los ahuizotes -palabra náhuatl que designa a los animales que habitan en los manantiales profundos- son los últimos sobrevivientes de una creencia que se remonta a la época prehispánica. El rayo era el símbolo de Tláloc, quien señalaba de esa manera a sus servidores.

Se piensa que quien sobrevive a una descarga eléctrica absorbe su poder, y eso le permite enfrentar a los elementos dañinos de la naturaleza y propiciar la lluvia.

Desde mayo en que comienza el temporal, los chamanes escudriñan el horizonte en busca de signos de riesgo para las cosechas. Detectado el peligro, con plegarias en mexicano hablan con la nube tratando de hacerla entender del mal que puede ocasionar. Pero si con argumentos no cambia de rumbo, invocan a San Miguelito y al señor Santiago, y con el arma más poderosa que poseen, la palma bendita, la alejan.

Otra de sus labores consiste en proteger su territorio con reliquias (botellitas con agua del sábado de Gloria) que, acompañadas de los 12 misterios (cruces de palma, laurel y copal) y oraciones, colocan en el corazón de los cerros que rodean el pueblo, a manera de talismán. Cuando se ponen a trabajar, estos amuletos bullen y pueden secarse, dejando el lugar a la buena de Dios.

Pero de nada serviría detener tempestades o granizadas si en agosto no cayera el agua que permite madurar las mazorcas, y que por el rumbo llaman tomiquiáhuitl -"lluvia finita que engorda el elote"-. De ahí que la invocación del agua sea uno de los elementos centrales de este culto.

Vida de sacrificios

Tras los poderes hay una vida de sacrificios, de ahí que muchos se hagan los disimulados cuando los toca una centella. Durante los cinco meses que dura el temporal deberán abstenerse de tener relaciones sexuales o comer alimentos verdes o frescos, como elotes, habas verdes o quelites. Además se comprometen a combatir el egoísmo, cuidando lo mismo las plantaciones propias que las ajenas, y a no ser déspotas o ambicionar lo ajeno.

A cambio sólo obtendrán el reconocimiento de su gente y la satisfacción de poner las siembras a salvo, como hicieron desde tiempos inmemoriales sus antepasados."¡No, si eso de ser ahuizote es trabajosito...y triste a veces!", concluye don Goyito.

En el libro Graniceros, cosmovisión y meteorología indígena de Mesoamérica, Carlos Bravo Marentes explica que Chalma es el lugar más importante para estas prácticas, por ser el centro de poder místico y la morada de las entidades sagradas de la región, por lo que es el sitio donde los ahuizotes refrendan su poder, vocación y devoción al servicio de Dios.
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"En Chalma -destaca el investigador- el neófito es presentado ante la imagen de San Miguel como un nuevo soldado, ocupando un lugar dentro de la jerarquía de tipo militar de los ahuizotes de Xalatlaco. Este santo es el segundo patrón del santuario, y su imagen se venera en la gruta donde se rendía culto a Oztoltéotl, deidad de las cuevas que tenía entre otros atributos la curación por medio de las aguas."

A fines de septiembre concluye el ciclo agrícola y con ello la labor de los chamanes. El 28, cuando el demonio anda suelto, hacen su último trabajo, y el 29 -"día en que empiezan a descansar los ángeles que traen el agua de los montes y las peñas"- vuelven a Chalma a regresarle simbólicamente a San Miguel el arma que les prestó para que lucharan contra el granizo y los malos vientos. Concluida la abstinencia, festejan con abundante comida y pulque.

La realidad de Xalatlaco

A través de los tiempos los pueblos mesoamericanos dependientes de las actividades agrícolas consideraron importante controlar los avatares del clima mediante rituales mágicos. Sin embargo, progresivamente el entramado que soporta estas creencias ha ido desapareciendo, a la par surgen nuevos peligros.

Soledad González Montes, investigadora de El Colegio de México, señala en su artículo Pensamiento y ritual de los ahuizotes de Xalatlaco, en el valle de Toluca, que en 1940 tres cuartas partes de esta comunidad hablaba náhuatl, pero para 1990 sólo 2.3 por ciento lo hacía. Desde su perspectiva, la década de los 60 marca un punto de inflexión, ya que además de acelerarse la pérdida de la lengua, comenzó a transformarse la economía del municipio. Si hasta entonces 90 por ciento de la población económicamente activa se dedicaba a las actividades agropecuarias, en los años 90 representaba menos de la mitad.

Las tierras de Xalatlaco han dejado de ser la principal fuente de sustento para sus pobladores. Los jóvenes ya no buscan las respuestas a su futuro entre los surcos, sino que migran al DF o Toluca: las mujeres se emplean como trabajadoras domésticas y los hombres como albañiles.

Para completar el oscuro panorama la vecina comunidad de San Miguel Ajusco -perteneciente a la delegación Tlalpan- les disputa una franja de mil 500 hectáreas de bosques. Recientemente el Tribunal Agrario falló a favor de los capitalinos. Por el sólo hecho de incorporarse al Distrito Federal, las tierras incrementarán considerablemente su valor y, más aún, en manos de fraccionadoras de lujo, donde se prevé que terminarán.

El mundo de los señores de la lluvia y el trueno, pleno de sabiduría y magia, poco puede hacer ante las leyes del mercado. Los meteoros son más fáciles de controlar que la especulación inmobiliaria.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
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