Indigentes de Mérida se proclaman los "auténticos sobrevivientes" de Isidore
Merida, Yuc., 3 de octubre. Para Juan Moo Tzul el huracán Isidore fue "sólo una lluvia más que moja". Su punto de vista es comprensible: es uno de los tantos indigentes que sobreviven en el mercado Lucas de Gálvez, principal centro abastecedor de alimentos de la capital yucateca.
Juanito -como le llaman sus compañeros de desgracia- ni se inmuta cuando le preguntan acerca del fenómeno meteorológico que azotó Yucatán hace dos semanas: "Lo único que pasó ese día es que dormí parado, el agua no me dejaba acostarme".
El refugio de los 50 o más vagabundos que merodean todos los días el centro de abasto y calles aledañas fueron los portales del llamado "mercado de granos", uno de los sitios más concurridos de Mérida, por su actividad comercial.
"El día del huracán me resguardé en el marco de un negocio, debajo de los portales del mercado principal. No sentí miedo ni temor, porque no tengo nada qué perder", declaró Juanito.
Sucio y con una cruda "terrible" después de ingerir alcohol con un refresco de naranja, Juanito lamentó que ni el ayuntamiento de Mérida ni el gobierno estatal les hayan mandado cobertores y alimentos después de que azotó Isidore. "Menos nos ofrecieron ayuda para resguardarnos en un albergue o en un sitio más seguro. Para la comuna y el gobierno del estado sólo existimos cuando morimos", afirmó irónico.
Juan Moo Tzul tiene 73 años y durante 33 años ha dormido en algún rincón del centro meridano. "Los perros tienen más suerte que nosotros. Al menos el ayuntamiento les da de comer dos días y luego los mata, pero a nosotros ni nos toman en cuenta", aseveró.
Su historia es igual a la de muchos indigentes: viven en el abandono, se alimentan con restos de comida y beben alcohol de 96 grados. "A la buena de Dios".
En los años 60 Juanito trabajaba de contratista en una empresa de Campeche y ganaba dinero "del bueno". Sin embargo, le "fabricaron" un fraude, tuvo que abandonar su empleo en 1969 y su vida dio un giro total. En esos tiempos murió su esposa, María Francisca Ek Mukul, y sus hijos Dolores, María Francisca y el menor, así como su yerno Ricardo Pantoja, lo despojaron de su casa.
Ahora es indigente, uno más de los que tienen al mercado como único techo. "Mientras tanto, continuaré viviendo de lo que me regalen, de los restos de botana de las cantinas y de los tambos de basura o de la moneda de diez pesos para la chatita", subrayó.
Casos similares viven José Francisco Ix Caamal y Pedro González, compañeros de Juanito Moo, quienes también se resguardaron del huracán bajo los portales de mercado.
"Ya qué, tuvimos suerte y no pasó nada. De todas maneras, si morimos, nadie se acordaría de nosotros. El huracán Isidore no me preocupó en absoluto. También así soporté el Gilberto, de 1988", señaló Francisco Ix.
Juan Moo agregó: "al otro día del huracán juntamos un dinerito y compramos una chatita de alcohol para celebrar que todavía estábamos vivos".
"Nosotros sí somos los auténticos sobrevivientes de Isidore", destacó Pedro. LUIS A. BOFFIL GOMEZ, CORRESPONSAL