Más viva que nunca, la lucha contra la desigualdad, dicen en foro de Casa Lamm y La Jornada
La izquierda sólo "lima espinas" del erizo neoliberal
Queríamos la revolución y hoy tenemos un capitalismo más violento: John Holloway
RENATO DAVALOS
ƑCuál es la nueva gramática de la izquierda? ƑDónde está el nuevo proyecto? ƑA dónde va? ƑCuál es la nueva geometría política? ƑDe qué color es el aura de la izquierda en tiempos de la globalización?
Las respuestas a estas interrogantes, planteadas por los conferencistas del foro organizado por Casa Lamm y La Jornada, pasaron por los señalamientos de que, pese a los fracasos que la izquierda ha sufrido, se mantiene viva como una corriente de pensamiento y acción política, porque las razones que la animan: la lucha contra la desigualdad y la injusticia, están más vivas que nunca, resumió Luis Hernández Navarro, coordinador de opinión de esta casa editorial.
La izquierda tiene en nuestros días motivos y razones de ser, y prueba de ello son los movimientos contra la globalización, base para la formación de una nueva izquierda que lucha contra el neoliberalismo como forma de dominio que trastoca estados, desgarra el tejido social y lo fragmenta.
Fracasó un proyecto de socialismo, pero urge otro, estableció Héctor Díaz Polanco. Nos acercamos, dijo, a un renacimiento de la izquierda. Estoy optimista frente a ese fracaso, porque la caída del neoliberalismo como sistema empieza a manifestarse de muy diversas maneras. Consecuentemente, la izquierda requiere una renovación teórica enraizada en la realidad.
Articulista de La Jornada, Octavio Rodríguez Araujo recurrió a las analogías entre los siglos XIX y XXI. En esencia, pervive la propiedad privada y la mercancía, apuntó. No se puede afirmar que ha fracasado el socialismo, porque fracasa lo que existe, y no ha habido socialismo. Cuba es un país con orientación socialista, y así ha resistido 43 años de bloqueo. Decir que el fracaso de la izquierda tiene que ver con el proyecto no es cierto, porque éste no se ha hecho.
John Holloway, autor del libro Cambiar el mundo sin tomar el poder, reconoció un fracaso de la izquierda "porque queríamos cambiar y no lo hicimos. Queríamos la revolución y hoy tenemos un capitalismo más violento y explotador". No nos derrotaron ellos, lo hicimos nosotros mismos. No obstante, dijo, la revolución es más urgente que nunca. Pero el movimiento zapatista aporta hoy al debate y reconoce la derrota de los viejos esquemas y plantea una ruptura con el pasado y un cambio sin el poder.
Los movimientos contra la globalización expresan una realidad diversa, plural y contradictoria que no encuentra canales de expresión en partidos y sindicatos. Hoy, desde abajo se construyen nuevas formas de hacer política, pero no es posible tratar de comprender los cambios si se mete lo nuevo en los casilleros de lo viejo, planteó Hernández Navarro.
Un repaso histórico de los años recientes, desde el derrumbe del bloque socialista, hecho que condenó a la izquierda a moverse en la globalización. Incluso, los paradigmas históricos de la socialdemocracia tradicional, el pleno empleo y las redes de seguridad social se encuentran en crisis. En los hechos, esta corriente política ha quedado limitada a limar las espinas del erizo neoliberal.
Nuevo reparto del mundo
En ese recuento, hizo la remembranza de la "nueva constitución de la economía globalizada", anunciada hace años por Renato Ruggiero, personaje vinculado al presidente del gobierno italiano, Silvio Berlusconi, y ex director de la Organización Mundial del Comercio. Lo que hoy ensayan los organismos multilaterales y agrupaciones como el Grupo de los Ocho es un nuevo reparto del mundo, una nueva Yalta, en la que, victoriosos por la caída del Muro de Berlín, se reparten el mundo.
Pero en 1999, ponderó, la revuelta en Seattle aparece como el contrapeso al nuevo imperio en construcción. Confluye entonces la pluralidad de actores sociales en una nueva protesta que cuestiona las bases sobre las que se edifica la nueva Babilonia. Ellos son los protagonistas de una protesta que se opone a considerar el mercado un nuevo Dios.
El 11 de septiembre, añadió, marcó también una ofensiva contra los movimientos que se oponen a la globalización, bajo el argumento de que rompen las reglas del orden internacional y se oponen al libre mercado.
Asistimos al fin del orden establecido en 1945, asentó Hernández Navarro. Estados Unidos asume con desprecio y arrogancia la posición de líder global, en una condición de imperio y un Bush reivindicado por los gavilanes militares.
El contexto está marcado por la recesión económica de los tres bloques financieros primordiales del orbe, los escándalos de trasnacionales como Enron, los despidos masivos, la xenofobia, el desgaste de la ONU y el retroceso de las libertades civiles.
Mientras, en la Babel, en Europa, en América o en Australia se rechaza la dictadura del mercado. Los pueblos reclaman el reconocimiento de derechos específicos, pero la vieja izquierda no ha podido comprender el multiculturalismo democrático. Algunos lo ven como una anarquía decimonónica.
Los movimientos contra la globalización constituyen la respuesta a las nuevas formas de transformación, que van más allá de las soberanías que se desvanecen y abren paso a las nuevas lógicas de dominación sin una jerarquía clara.
Los nuevos trabajadores -explicó-, no encuentran representación en los partidos, que en algunos casos se convierten en quimeras. Los grandes consensos de cambio se generan fuera de los institutos políticos. Esos movimientos reivindican la representación y se cubren los rostros o se visten de monos blancos. Ahí está la base para la recomposición de la izquierda desde una perspectiva ética.
Incluso, esos movimientos han incursionado en el terreno electoral, como en Venezuela y Bolivia. Los jodidos han conquistado espacios políticos institucionales después de cambiar desde abajo. Aunque las limitaciones están cifradas en una lucha defensiva que hace retroceder, pero no mantienen la iniciativa, aunque constituyen una pedagogía de masas.
Díaz Polanco afirmó que no es cierto que haya una virtual desaparición del Estado, porque eso es una coartada capitalista. Todos los capitales están enraizados en el Grupo de los Ocho. El Estado sólo cambia de función, pero ello no significa que se debilite la soberanía, sino que hay una nueva rearticulación. La izquierda, sostuvo, necesita un nuevo lenguaje con una nueva teoría de la justicia.
Rodríguez Araujo aludió a los movimientos contra la globalización. Dijo que en Porto Alegre, del total de participantes 60 por ciento eran brasileños, y sólo 2 por ciento se refirió al socialismo, el resto hizo variadas intervenciones, que fueron del esperanto a la interpretación de los sueños.
Estamos frente a condiciones similares al siglo XIX, pero con la ventaja del aprendizaje de siglo y medio. Deben asimilarse los errores y evitar caer en el fácil expediente de otorgar a la sociedad civil atributos que en la vida práctica se niegan. La perspectiva de la izquierda es no confundirse.