Recaudar fondos para llevar a 10 mil niños de Centla al Papalote Móvil, el objetivo
Realizan en Tabasco festival artístico en la última zona de pantanos de México
Intentan promover la reserva ecológica como destino turístico; el concierto, con baja asistencia
ARTURO CRUZ BARCENAS ENVIADO
Centla, Tabasco. Un grupo de artistas pop y de telenovelas, roqueros viejos y ciudadanos con muchas ganas de hacer el bien social participaron en el primer festival de este municipio, que tuvo dos fines: recabar dinero para que 10 mil niños de esta población puedan asistir al Papalote Museo del Niño Móvil y promover el turismo ecológico en la región de la reserva de la biosfera Pantanos de Centla-Casa del Jaguar.
El primero de los dos días en que se realizó el festival -la logística estuvo a cargo de Gapav Producciones- fue un fracaso en asistencia. Aun así, los artistas le echaron ganas y hasta hicieron bromas de las gradas vacías, en el estadio de beisbol de la Unidad Deportiva. Un grupo de niños esperó horas para ejecutar dos danzas relacionadas con la pesca, actividad natural en Frontera. Se esperaba que llegara la gente. Fue infructuoso.
Los infantes bailaron con gracia las danzas La pesca del camarón de popal y De los peces. Subieron a hacer su show Ricardo Alcalá, el imitador inimitable; Laura Flores y Kenny y los Eléctricos.
La esperanza muere al último. El domingo la gente respondió a la convocatoria. Aplaudieron a Imanol, Natalia Lafourcade, La Quinta Estación, el grupo de la telenovela Clase 406, Alan y de nuevo a Kenny y sus músicos, quienes para cerrar el evento hicieron play-back a los de Clase 406. "Ahí reclámenles a ellos", comentó un integrante de producción de Los Eléctricos, ante la incredulidad de que se prestaran a eso. Se tomó como que fue por la causa.
Al final quedó un buen sabor de boca y la posibilidad de que el festival se instituya, aunque cambien las autoridades municipales, sean del partido que sea. Todo sea por los niños y la ecología.
La vida entre pantanos
Casi dos horas en camioneta desde Villahermosa, para llegar a Frontera, ciudad y puerto marítimo y fluvial, histórico, cabecera municipal de Centla, donde unen sus aguas los ríos Grijalva, Usumacinta y San Pedrito. Desde la torre de la reserva pueden divisarse los tres ríos y el punto donde se unen. Una mitad del cauce que conforman es más oscura. "Es porque está lloviendo más de ese lado", comentó el biólogo Juan Carlos Romero Gil, director de esa área protegida, "la última que queda", por decreto declarada reserva el 6 de agosto de 1992.
Sólo 302 mil 706 hectáreas. Son los pantanos de Centla, que se hallan en un equilibrio ecológico frágil, pero aún productivo. Su biodiversidad la constituyen 568 especies vegetales distribuidas en 118 familias y agrupadas en ocho asociaciones, de las cuales 12 están amenazadas o en peligro de extinción. Es, según los sabedores, el museo de plantas acuáticas más importante de Mesoamérica; en cuanto a fauna, se identifican 538 especies, de las cuales 118 están amenazadas o en peligro de extinción.
Al área llegan, "se comparten con Canadá y Estados Unidos", especies migratorias. Dentro de este paraíso habitan 72 comunidades que mantienen un amplio conocimiento del pantano. Hay 19 vestigios arqueológicos. Más de 19 mil personas viven ahí, en casas que son prácticamente "cajones", donde familias de ocho o diez miembros ven pasar el tiempo en hamacas, durmiendo en forma promiscua y con alto índice de violaciones.
En la mayoría de las habitaciones los infantes, las jóvenes, no tienen privacía. Ven, oyen o imaginan a sus padres hacer el sexo. Cuatro paredes y un techo, sin divisiones interiores. Ahora que el dengue azota la región y se hacen esfuerzos para atacar el mosco que la transmite, el presidente municipal de Centla, Francisco Herrera, y su esposa, María Esperanza Márquez, titular del DIF local, han impulsado la donación de "pabellones", que no son otra cosa que unas cortinas que rodean las camas.
"Eso ayuda a evitar la transmisión del dengue y a disminuir la promiscuidad", explicó Márquez, quien ha recorrido gran parte de las comunidades. La cultura alrededor del río es de subsistencia y muchos niños caminan largas distancias para ir a la escuela; otros cruzan los afluentes. Para esos pequeños es el festival al que no asistirán, pero la idea es que a través del Museo Papalote perciban otra realidad mediante el juego, de la interactividad.
"Llevar a cada niño cuesta unos 120 pesos, y son 10 mil, pero es necesario", añadió Márquez, mientras en una lancha se recorren los pantanos, región rica en manglares, cuyas raíces parecen dedos buscando el agua. Sueñan los visitantes con ver un "perro de río", como llaman los lugareños al manatí, especie que por acá tiene fama de tímida. Sólo se logra observar algunas aves. Ningún chango. "Esos están más adentro, en la selva", dijo el lanchero, quien en esa excursión ha llevado a su hijo, "para que se vaya entrenando".
Nadie habla y cada quien clava su mirada en un punto del follaje. El motor es apagado. Paz.
"Esto es lo que resta: la última zona de pantanos que le queda a México", dijo Romero Gil, alzando la vista, señalando con el dedo índice. El verde por todos lados. "Es área natural protegida; no se trata de no tocarla, sino de aprovecharla, utilizarla de manera racional", precisó.
-ƑQué es un pantano?
-Se tiene una visión equivocada. Se cree que tienen que ver con arenas movedizas y donde salen animales extraños. Son humedales, con agua que contiene materia orgánica que se transforma en nutrientes.