Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 14 de octubre de 2002
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Cultura

EL ECO Y LA SOMBRA

Ricardo Yáñez

Un mar contado

POR EL COLOFON me entero de que Al fuego de la panga, del poeta Rubén Rivera (Guasave, 1962), se imprimió el año pasado. La coedición, de Praxis y la Dirección de Investigación y Fomento a la Cultura Regional, es sobria, bella sin aspavientos, como la acuarela de la portada, de Edgardo Cochlan, Rincón Topolobampo, como la obra misma -de un lirismo discreto, a veces casi secreto, sin densidades en la forma y sí en el fondo, en el fondo depurado, como podría decirse asilenciado, asordinado en la neblina -que por cierto aparece recurrente en la prosa (poesía es de limpia prosa) de este breve volumen ganador en 2000 del Premio Clemencia Isaura.

COMENCE ALUDIENDO A la fecha de edición debido a que ignoraba, y no debiera, cierto, yo la existencia no sólo del libro sino del autor mismo, ex becario del CNCA con dos títulos publicados antes y además fotógrafo ("eterniza en imágenes las huellas de los mayos", deja "impresiones de un mundo que se va", hacen constar Carlos López y Mariana Yampolsky), merecedor de otros reconocimientos en certámenes de poesía.

PERO FINALMENTE CURRICULO es pista, no seguridad. Entré al libro sin desconfianza, mas tanteando el terreno. Cuando menos acordé, estaba completamente sumido, por así decirlo, en su universo. Un universo hecho de pocas cosas, si entre esas pocas cosas puede como poco ponerse el mar, la luna, el amor y el deseo, la neblina, los tildillos, la embriaguez, la lluvia, los delfines, las pangas, los peñascos, el viento.

TOPOLOBAMPO: "EL HUMO borra las casas de los peñascos. En mar abierto, lejos de las señales, los pescadores extienden las redes y las pangas se alejan rumbo al muelle. Los pescadores bajan taras, sus gritos encienden el aire que arde azul sobre los camarones."

EN ALGUN BAR de Culiacán le comento al autor que me recuerda su trabajo la poesía china, que el hecho de que recurra a un haikú como epígrafe me transportó a esas zonas de lenguaje y percepción, a esas como extensiones de brevedad que no terminan, que se apuntan o aparecen para no desaparecer, para seguir siendo en donde son y a la vez en nosotros, en esa geografía de nosotros que llamamos interior pero que sigue pareciéndonos y por fortuna siempre exterior, no obstante íntima. Esas extensiones que apenas bocetadas se siguen en nosotros extendiendo, teniendo, sí, su vida propia.

"UN UNIVERSO EN el universo", le preciso después.

SABIA QUE SIN urgencia, sin apuración, no es su carácter, me preguntaría mi impresión del libro. Y preparé la respuesta: "un libro necesario". Explico, probablemente sin necesidad, que prefiero los libros necesarios a los deslumbrantes, los que dejan un brillo de nostalgia como latiendo o latente mejor que los que se le echan encima al lector con toda la batería, y alevosía (no se lo dije así, resumo, esencializo, pero es la misma cosa).

RUBEN, NO SIENDO inexpresivo, oye con seriedad, adustamente. Sabe ver, sabe oír, sabe hacer. No sé, me digo yo, qué más pueda necesitar un poeta para serlo.

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